lunes, 23 de agosto de 2010

Tolerancia, respeto y caridad cristiana

Una buena persona ha hecho un comentario en el artículo en el que colgaba la primera catequesis a evangélicos.

Bajo su comentario he colgado una respuesta doble o dos comentarios al respecto. Cierto que he sido algo rudo, pero necesitaba una respuesta escueta. Por desgracia, por carácter tiendo a ser quizás demasiado asertivo y puede considerarse irrespetuoso en  ocasiones.

Vayan por delante mis disculpas si alguien se ha sentido ofendido, pero antes de rechazar mis argumentos le sugiero que se plantée porque le molestan tanto, ¿no será que algo de razón tengo? Personalmente, cuanto más me incomoda un argumento que considero ofensivo, suele ser porque va a la raíz de mi problema, de otro modo, me mueve a la risa, quien intenta ofenderme.

Con todo, nos topamos con un problema básico de nuestros días. ¿Se puede reducir todo a opiniones? ¿No existen verdades incontestables, aunque todo el mundo las niegue? ¿Existe la verdad objetiva? ¿Podemos conocerla? A lo mejor es que todo es opinable, no existen las certezas y lo mejor entonces sería no plantearle las preguntas fundamentales, sino vivir, comer, beber, hacer lo que me apetezca y, por fin, terminar con mi vida insulsa, sin tener que sufrir.

Así, nos topamos con un problema fundamental para afrontar la vida que tienen nuestros contemporáneos: el relativismo moral y existencial.

Cuanod hablamos de algún tema importante con alguien, suele terminar por alzar los brazos y sugerirnos: "Ésa es tu verdad. Yo opino de distinta manera" y nos da la espalda pensando que la discusión está zanjada.
¿Existe "mi" verdad o "tú" verdad?

Antes de nada debemos distinguir entre la verdad y nuestro conocimiento de la misma y entre las opiniones y las certezas.

Realidad y conocimiento: La Verdad.

Aquí nos topamos de bruces con una dificultad de nuestro siglo. ¿Las cosas existen por sí mismas o dependen de nosotros para existir? Según los idealismos, no importa si el universo existe o no, lo único que importa es si yo lo conozco y en la medida en que puedo conocerlo.

De algún modo, sólo les importa la existencia subjetiva de la realidad, pero ante esto me surge una duda: ¿conozco la realidad o me la imagino? Al margen del reflejo subjetivo que puede existir en mí, lo importante es la "cosa", el objeto exterior a mí que da origen a mi pensamiento. Si la "cosa" existe fuera de mí, entonces mi deber es conocerla de la mejor manera posible para adecuar mi pensamiento a la realidad: esto es la verdad.

Lo importante no es lo que yo sepa, sino que mi pensamiento se adecue lo más posible a la realidad que existe fuera de mí. De otro modo, me engañaría, me equivocaría y mis conclusiones serían erróneas.

Un día Hegel explicaba sus teorías a sus alumnos y uno de ellos le espetó :"Maestro, en la realidad no sucede lo que usted está diciendo". A lo que Hegel respondió: "Si no sucede así en la realidad, peor para la realidad".

Podemos tener unas teorías muy lógicas, estupendas, preciosas y fantásticas, pero si no se adecúan a la realidad me van a confundir y me conducirán al error. Cuanto más importante sea el objeto de mi estudio, peores consecuencias traerá mi error.

Existen ciertas verdades objetivas que son indemostrables, son certezas de las que se parte. Son los llamados "axiomas". Si me equivoco en los axiomas de los que parto, por muy bien construída que esté mi teoría, conducirá al error. Por ejemplo: el famoso axioma de Descartes: "Pienso, luego existo". Esto es falso, el pensamiento no es la causa de la existencia del hombre, sino más bien al contrario: "porque existo, puedo pensar".

Éste es el problema del idealismo. Las cosas son lo que son, al margen de mi conocimiento de ellas. Aunque yo no sepa que existe una silla delante de mí, si camino hacia ella, realmente me chocaré con esa silla. Esto es lo que se llama "evidencia". Existen ciertas verdades objetivas y observables, por mera experiencia, que si no nos atenemos a ellas no podemos vivir. Esto es, pon ante el mayor de los "idealistas" un buen filete de ternera y dile que se lo coma subjetivamente. Ésa es la gran estupidez del idealismo, el filete existe independientemente de mi conocimiento sobre él. ¡Y está buenísimo por sí mismo!

Debemos reconocer la existencia de la realidad y nuestra cierta capacidad para conocerla, al menos en parte.

Una vez que hemos descubierto la importancia de la existencia de la realidad, surge otra pregunta: ¿podemos conocer la realidad? En cierto modo sí. No digo absolutamente, porque depende de nuestras capacidades. Por ejemplo, el ser humano sin la ayuda de aparatos técnicos no puede conocer todos los sonidos que existen, porque nuestra capacidad auditiva es limitada. De modo, que puedo conocer la relidad, aunque no totalmente.

Con este argumento alcanzamos la verdad: si puedo conocer algo de la relidad, puedo saber algo con verdad. La verdad es la adecuación de mi conocimiento a la realidad que existe. Cuanto mejor conozca la realidad, mejor conoceré la verdad. Por esto, la verdad os hará libres. Si quiero vivir en plenitud debo conocer, cada vez mejor, la realidad de mi vida, qué es lo que me construye y qué es lo que me destruye, para poder elegir bien.

Aquí llegamos a enfrentarnos con el "relativismo". Dicen que como es muy difícil conocer la realidad, puesto que muchas veces nos equivocamos y que la defensa de la verdad nos ha conducido a muchos enfrentamientos, lo mejor es vivir como si no existiera la verdad. Aquí se dividen: unos dicen que pasemos de todo y disfrutemos, sería el relativismo práctico o otros llegan a afirmar que, o bien no podemos conocer en absoluto la realidad, o que, directamente,no existe. Al no existir una naturaleza humana cada uno podría decidir qué es lo que le hace feliz y qué es lo que le hace daño, sería el caso de Gregorio Peces Barba y su caterva de "ius positivistas" (la ley la crea el hombre). ¿No os recuerda al árbol de la ciencia del bien y del mal?. Éste es el pecado por excelencia, yo sólo puedo descubrir lo bueno y lo malo, no decidirlo. Tengo que vivir conforme a la verdad, conforme a lo que las cosas son.

De hecho, a lo largo de mi vida descubro que todos los seres humanos somos muy parecidos. Todos los que llevan una vida mala, aunque a veces parezca que triunfan, terminan mal y todos los que llevan una buena vida, aunque a veces sufran, terminan bien. De hecho, cuando he obrado en contra de mi naturaleza he terminado sufriendo. Pero el pecado no es pecado porque subjetivamente sufra, sino porque aunque yo no me de cuenta, realmente me destruye, me incapacita y me esclaviza. Por desgracia, a veces nos hacemos conscientes, demasiado tarde.

Existe la realidad y yo puedo conocerla con certeza. Esto es un pensamiento alentador y que nos sitúa muy cerca de poder vivir la vida mejor.

No sólo existe la realidad, sino que también existe la Verdad, porque todo lo que es, es según lo que Dios ha querido. Por eso, la Verdad tiene una existencia real, si yo llego a conocer a Dios y Dios me revela la Verdad, podré vivir conforme a esa Verdad toda mi vida y llegar a la plenitud. Aquí no se trata sólo de conocer la Verdad, sino de vivir conforme a ella, de elegirla, de desearla y respetar la naturaleza de las cosas. La plenitud de la vida no se basa en el mero conocimiento, sino de que las elecciones que tomamos se correspondan con la Verdad de la vida. Conocimiento y libertad.

Puesto que existe la Verdad y puedo conocerla, de algún modo, entonces no todo son opiniones, hay certezas absolutas que no admiten réplica. Por eso, no todo es opinable. Imaginaos que estamos en una carretera y se acerca una camión "Mack" a toda velocidad. Si tú no lo has visto y yo te grito "Cuidado, un camión". Seguramente, no me preguntarás en qué medida podemos conocer con certeza que ese camión nos va a atropellar. Seguramente, correrás a refugiarte fuera de la carretera. Eso es una certeza. Hemos llegado al conocimiento de una verdad, que no admite opiniones. Por mucho que tú me digas que "ésa es tu verdad, respétame, que yo tengo otra opinión", si te quedas en la carretera, seguramente morirás con tu opinión equivocada.

Hay verdades opinables. En algunos temas, no podemos alcanzar totalmente una certeza (conocimiento absoluto de la verdad), por eso, es respetable formarse una opinión contrastada. ¿Un filete de ternera es carne roja? Depende de la luz con la que se vea.

Según el grado de verdad que tiene nuestro conocimiento distinguimos las opiniones de las certezas. Necesitamos juzgar, discernir, cribar la verdad de nuestros conocimientos. Necesitamos contrastar nuestros juicios, nuestras opiniones, hasta lograr certezas. Realmente, no es lo mismo que alguien niegue una opinión mía, que todavía no tenía suficientemente contrastada, a que alguien me niegue una verdad de la que estoy cierto, una certeza. Me opondré con más tesón a esta segunda posibilidad, pues he llegado a lacanzar una seguridad en la veracidad de mi juicio, que necesitará una argumentación mayor para sacerme de mi error.

¿Puedo tener certezas equivocadas? Por supuesto. Hay quien vive con una certeza subjetiva errónea. Piensan que "la única verdad que podemos llegar a conocer es que no podemos conocer ninguna verdad", todavía más sangrante es pensar que "la única verdad que existe es que no existe ninguna verdad". Evidentemente, estos juicios son erróneos y hay quien establecía su vida desde el fundamento de este error básico. Tenía por cierta una mentira. No puede ser "A" y "no A", a la vez y en el mismo sentido, sería contradictorio. Si yo tengo razón, quien piense lo contrario debe estar equivocado o al revés.

Tolerancia, respeto y caridad:

Vemos que la verdad puede llegar a ser conocida realmente, tenemos que hay muchas personas que están equivocadas y vivien en el error y, por último, yo creo estar cierto de algunas verdades que otros niegan. De otro modo, vemos que la verdad existe y podemos conocerla, pero en muchos temas no existe la unanimidad. Esto es, unos están ciertos y otros están equivocados. A lo largo de los siglos, nos hemos sometido, nos hemos esclavizado, hemos combatido y nos hemos asesinado para obligar a los demás a rechazar lo que nosotros considerábamos un error y obligarles a aceptar la verdad. ¿Cómo hay que actuar? Aquí nos topamos con un hecho: hay personas equivocadas. ¿En qué medida puedo influir sobre ellas? Siempre partimos de que personalmente somos los que conocemos la verdad, por supuesto. ¿Cómo voy a estar yo equivocado? Pero ya hemos visto que yo también me puedo equivocar porque no es tan fácil alcanzar la verdad. Debo buscar siempre la verdad.

¿Es lícito obligar a alguien a aceptar la verdad? Antes incluso de ver si es lícito o no, comprobamos que la verdad no es sólo cuestión de conocimiento, sino que exige una puesta en marcha de la libertad. Cuanto más fundamental para la vida sea la verdad, más se exige la libertad para aceptarla. Cuando afecta a la propia vida, esto se ve incluso en la aceptación de verdades científicas. Ciertas demostraciones científicas fueron aceptadas muy tarde porque la comunidad científica tenía mucho que perder (como le pasó a M.Curie).

Bien, hasta allí todos de acuerdo. Yo no puedo obligar a alguien a aceptar la verdad, puedo tolerar que una persona esté equivocada, pero no puedo permitir que enseñe una mentira, por el bien de los niños y de la sociedad en general. Esto es lo que piensan los fanáticos de cualquier género, incluso hubo una época en la que la Iglesia actuaba así. Aunque a decir verdad, fue la primera que abandonó esta vía. Vemos que en el auténtico progreso humano, la Iglesia siempre ha sido la avanzadilla.

¿Por qué la Iglesia dejó de imponer la verdad? Porque se dió cuenta de que la verdad sólo puede ser "aceptada" libremente. La verdad no sólo se conoce, sino que es exigencia humana que nos adhiramos a ella, pero para eso debemos estar libres de cualquier coacción. La verdad exige libertad, una adhesión voluntaria y libre. "Por consiguiente, el derecho a la libertad religiosa no se funda en la disposición subjetiva de la persona, sino en su misma naturaleza", como dice el Concilio Vaticano II en "Dignitatis Humanae".

De hecho, no sólo admitimos la libertad de creer en lo que cada uno considere, sino que la libertad de cátedra es una riqueza, pues cada uno tiene capacidad de reconocer la verdad y evitar el error. Partimos de una confianza básica en la capacidad personal para descubrir la verdad y en un juego justo, la verdad siempre acaba saliendo a la luz. No tenemos miedo a la verdad, estamos seguros de que nos da la razón, por eso no tememos a una pública discusión. Cuanta mayor sea la libertad, mayor es la capacidad de reconocer la verdad y aceptarla.

Ultimamente se oye mucho hablar de tolerancia. Hay que tolerarlo todo, se nos dice. ¿Es eso cierto? ¿Es la tolerancia lo que cimienta una sociedad? Se oye hablar de que los Estados Unidos son el paradigma de la tolerancia. Yo no me lo creo, los EEUU son el paradigma del respeto. ¿Qué es la tolerancia?, ¿no hay nada mejor que eso?

¿Qué es la tolerancia? Permitir un mal, para evitar un mal mayor o para conseguir un bien. Por ejemplo, en la facultad de Derecho han instalado unas máquinas expendedoras de preservativos. Yo, sinceramente, creo que eso es algo que puede hacer mucho mal a mucha gente porque promueve unas relaciones sexuales que destruyen a las personas. ¿Puedo destruir esas máquinas? No, por respeto a un bien mayor que es la convivencia ciudadana. Debo tolerar la existencia de esas máquinas. Si las destruyo, otro podría destruir la capilla pensando equivocadamente que es un gueto fascista. Así, por el bien mayor de la convivencia debo tolerar un mal.

Hay una realidad todavía más grande: el respeto. ¿Qué es el respeto? Es reconocer que algo o alguien tiene valor. ¿Se puede respetar una teoría? En la medida en que sea verdadera. Las ideas o teorías no son dignas de respeto más que por la verdad que conllevan. Lo único que puede valorarse en una teoría es su grado de verdad, ya sea en los axiomas, como en su lógico desarrollo, como en sus conclusiones. Yo no puedo respetar el racismo, ni la injusticia.

Lo único que es digno de respeto por sí misma es la persona. Una persona aunque esté equivocada es digna de respeto, no puedo negar su valor intrínseco, aunque esté equivocada. La persona no vale porque sea útil, vale porque Dios la ama por sí misma. Toda la creación Dios la quiere en tanto que nos sirve para alcanzar el fin para el cual hemos sido creados, pero la persona es el único ser al que Dios ama como un fin en sí y no como medio para alcanzar nada. De hecho, Dios no nos crea porque seamos útiles a la evangelización o a cualquier otro proyecto, Dios nos crea porque quiere vivir con nosotros, porque nos ama.

La mentira no tiene derechos, quien tiene derechos es la persona, aunque esté equivocada. El fundamento de  los derechos de la persona es el amor de Dios. Por eso, los animales no tienen derechos. Tenemos derecho a disfrutarlos las personas. Una persona tiene derecho a la libertad de cátedra o de credo, aunque esté equivocada, aunque desee corromper a la sociedad, por su propia dignidad de ser creada por amor.

¿Qué es la caridad? Hábito divinamente infundido, que inclina a la persona a amar a Dios por él mismo sobre todas las cosas, y al hombre por amor a Dios. Para poder amar es necesario buscar el bien de la persona amada. El verdadero amor no es un sentimiento, sino una disposición de la voluntad de buscar lo mejor para la otra persona.

Yo no quiero que me toleren. Yo no soy un mal, nadie es una mal absoluto. Nadie tiene que "tolerarme". Como mínimo, deberían respetarme. Todos debemos descubrir el valor que tiene cada uno, ése es el reconocimiento mínimo de las personas. Incluso el ser humano más malo, tiene ciertos derechos que no le concede la sociedad, sino que les son reconocidos. Tengo derechos inalienables, porque soy amado por Dios. Pueden no amarme, pero deben reconocerme.

Ahora, por cristiano yo no sólo debo respetar a mi prójimo, sino que debo buscar lo mejor para él, por eso debo interesarme en ayudarle a descubrir la verdad. Ya será responsabilidad suya aceptarla o no, pero porque quiero lo mejor para él no me da igual que se salve o no, que descubra la verdad o no. Lo que no puedo hacer es obligarle, porque el amor incluye el repeto, pero sí debo hacer todo lo que sea necesario para que, respetando su libertad, pueda hacerle entrar en razón.

Como dice el Concilio en "Dignitatis Humanae": "En primer lugar, profesa el sagrado Concilio que Dios manifestó al género humano el camino por el que, sirviéndole, pueden los hombres salvarse y ser felices en Cristo. Creemos que esta única y verdadera religión subsiste en la Iglesia Católica y Apostólica, a la cual el Señor Jesús confió la misión de difundirla a todos los hombres, diciendo a los Apóstoles: "Id, pues, y enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a observar todo cuanto yo os he mandado" (Mt., 28, 19-20). Por su parte, todos los hombres están obligados a buscar la verdad, sobre todo en lo que se refiere a Dios y a su Iglesia, y, una vez conocida, a abrazarla y practicarla.
Confiesa asimismo el santo Concilio que estos deberes afectan y ligan la conciencia de los hombres, y que la verdad no se impone de otra manera, sino por la fuerza de la misma verdad, que penetra suave y fuertemente en las almas. Ahora bien, puesto que la libertad religiosa que exigen los hombres para el cumplimiento de su obligación de rendir culto a Dios, se refiere a la inmunidad de coacción en la sociedad civil, deja íntegra la doctrina tradicional católica acerca del deber moral de los hombres y de las sociedades para con la verdadera religión y la única Iglesia de Cristo. Se propone, además, el sagrado Concilio, al tratar de esta verdad religiosa, desarrollar la doctrina de los últimos Pontífices sobre los derechos inviolables de la persona humana y sobre el ordenamiento jurídico de la sociedad".

Existe la verdad, podemos conocerla y debemos enseñarla, respetando la libertad de cada uno, pero advirtiéndoles de los errores posibles. Nuestra única arma apostólica es "la misma fuerza de la verdad, que penetra suave y fuertemente en las almas". Existe la verdad, existen ideas equivocadas. Existen personas que conocen la verdad y personas que, creyendo, conocerla, están equivocadas.

Las personas son dignas de todo respeto, pero ¿y las ideas equivocadas?

Es absurdo pensar que todas las ideas merecen un respeto. No es cierto, las ideas valen lo que aportan. No tienen un valor per se, sino por la verdad que conllevan. No puedo respetar una mentira, lo que sí debo hacer es respetar al que está equivocado, o incluso al que miente, y aún amarles. Las ideas deben trasnmitir un conocimiento, ése es su valor.

De otro modo, si me diera igual que una persona conozca o no la verdad, sería un cainita (¿Acaso soy yo el gurdián de mi hermano?). Sí, somos guardianes unos de otros. Si mi hijo, mi hermano o mi amigo se equivocan en un tema fundamental de la vida, por lo que van a hacerse daño, yo no puedo quedarme tranquilo sin advertirles del riesgo de corren. Puedo tolerar su error (porque no puedo obligarles), pero no respetaré su postura (es una equivocación y no es digna de respeto), aunque les respetaré a ellos (porque aunque están equivocados son dignos de consideración) y más aún, porque les amo, seguiré a su lado incondicionalmente y no me cansaré de intentar sacarles de su error (aunque por respeto no le daré la tabarra siempre que les vea).

Lo más importante para que una sociedad prospere no es la tolerancia, es el amor. Las personas son dignas de amor, las ideas han de tolerarse, por respeto a las personas.

Por todo esto, es evidente que la evangelización exige dar a conocer la verdad y luchar contra el error que esclaviza a las personas. No es lo mismo una cosa que otra. Si la Iglesia Católica tiene razón, entonces los protestantes se equivocan, aunque no en todo. Hay ciertos aspectos de verdad, en cuanto compartida con la fe verdadera, en las doctrinas protestantes. Hay salvación en el protestantismo, aunque la plenitud de la salvación subsiste en la Iglesia Católica. Debemos anunciar la verdad, con mucho respeto a cada persona, pero no da igual una cosa que otra. Cada persona tiene una exigencia fundamental de buscar la verdad. Quien volutariamente, frustra esa necesidad íntima, está rechazando libremente a Dios.

En definitiva, debemos odiar el pecado y el error y amar con toda el alma al pecador y al equivocado.

Lamento un artículo tan largo, pero era necesario y más´largo debería haber sido si hubiera fundamentado todo bien, pero baste esta aproximación. Si alguien quiere una aclaración más extensa, se lo remitiré vía email.

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