jueves, 2 de septiembre de 2010

Comentario a la primera lectura y al evangelio:

Están locos estos cristianos:


Hoy por hoy, todo el mundo trata de vivir con sensatez, de tener sentido común, vaya. Incluso muchos cristianos tratan de conformar su vida según los modelos sociales que están en boga. Son capaces de seguir llamándose católicos y afirmar que hay que actualizar el evangelio, adaptándolo a los tiempos. Que la Iglesia se nos ha quedado caduca y obsoleta y deberíamos aceptar la normalidad de las relaciones sexuales prematrimoniales, incluso que sería bueno que las parejas se "probaran" antes de casarse, para ver si se complementan y evitar el facaso matrimonial. También dicen que para qué vamos a obligar a vivir una castidad matrimonial cuando existen los condones... Y otras muchas lindezas similares.

No voy a entrar al trapo de todas estas disputas. Más adelante iremos desmontando, una por una, todas estas falacias. Hoy, no.

Cuentan que Mondadori (el famoso editor italiano) cuando se convirtió al cristianismo, en la etapa final de su vida, decía que había descubierto que la Iglesia era el único baluarte en defensa del hombre que quedaba incnmovible. De hecho, las comunidades protestantes ya no defienden la vida, los ortodoxos hace tiempo que dejaron de defender el matrimonio, la sociedad occcidental se jacta de sus aberraciones, para luego morir triste y sola en casas vacías, sin hijos, sin familia, sin matrimonio, ni esperanza.

¿Quién fundó la Iglesia? Cristo cuando nos envió al Espíritu Santo y nos prometió que ese mismo Espíritu, el Espíritu de la Verdad, el mismo Espíritu que obró sus milagros en Cristo nos RECORDARÍA la verdad completa. No innova, no se inventa nada. El depósito de la fe, la tradición (transmisión) de la verdad que los apóstoles trasmitieron a sus sucesores, el tesoro más grande que tiene la Iglesia, junto a la acción salvífica de los sacramentos, no se puede tocar. Es necesario transmitirlo íntegro, de generación en generación. Conocerlo cada vez mejor, explicarlo cada vez mejor, sacar cada vez conclusiones más certeras... Pero la misma verdad que embargó el corazón de San Pablo y de San Pedro, es lo mismo que hoy anima a la Iglesia 21 siglos después.

A mí no me salva el sentido común, sólo me salva Cristo. Por eso, estaría orgullosísimo de que me tomaran por loco, con tal de seguir los pasos de mi Señor. De hecho, los jesuitas de Portugal tuvieron que ser amonestados, en los comienzos de la orden, porque salían a las calles disfrazados para que la gente les tomara por locos y así sufrir las mismas humillaciones que nuestro Señor.

Hoy por hoy, a los matrimonios les toman por locos, sólo por renunciar a sí mismos para entregarse a la otra persona. Es una locura renunciar a la propia felicidad para conseguir hacer feliz a la persona a la que quieres. Es una locura enfrentarte con tus hijos, sólo para educarles y mostrarles cuál es el camino cierto. En una palabra, como diría Asterix: "Están locos estos romanos", pues eso, "están locos estos cristianos".

Es curioso, pero vemos que todos los que en algún momento se han reído de la Iglesia y de los católicos por seguir unas doctrinas "trasnochadas" a su entender, han terminado amargados, tristes y solos, con el corazón encogido y sin esperanza en el corazón, deseando que se terminara su vida cutre y rastrera. Sobre este punto, no conozco más excepciones que las de las personas que se han convertido y han aceptado esa moral "caduca" de la que en sus días de vino y rosas no hacían más que reirse o sentirse decepcionados.

En el fondo, uno vive conforme a la doctrina de la que se fía. Uno vive de lo que cree que le va a salvar la vida. Uso el término salvar como una confianza básica en que asi voy a vivir en plenitud. Realmente, a mí Dios me ha demostado por activa y por pasiva que en sus manos es el lugar donde mejor puedo vivir. De este modo, me fío de Dios, de su Iglesia y de su Palabra Viva. Por eso, puedo afirmar con la primera lectura: "Apenas conocemos las cosas terrenas y con trabajo encontramos lo que está a mano: pues, ¿quién rastreará las cosas del cielo? ¿Quién conocerá tu designio, si tú no le das sabiduría, enviando tu santo espíritu desde el cielo?

Sólo así fueron rectos los caminos de los terrestres, los hombres aprendieron lo que te agrada, y la sabiduría los salvó".

O dicho con otras palabras: "Me fío más de Dios que de la sociedad. Que se queden ellos con su sentido común, que yo buscaré hacer lo que Dios me pida. En el fondo, éste es el único camino apto para salvar la vida".

Una vez que hemos llegado hasta esta conclusión, sólo queda ver qué es lo que me pide Dios, que aunque toda mi sensibilidad se ponga de uñas, sé que será lo mejor que puedo hacer. Me fío de Ti, mi Dios. Así leemos el evangelio de este domingo.

[Ve al artículo anterior, en el que incluí todas las lecturas del domingo y reza un poco]

Para empezar, la liturgia suele suavizar mucho el tono del Señor, textualmente dice "quien no odia a su padre y a su madre..." ¡Qué duro!, pero en el fondo se trata de una comparación. Odiar a su padre es por comparación con el amor que debemos tener a Dios. El primero de nuestros amores, aunque alguien crea que eso nos quita de amar a los demás, no es cierto. Cuanto más ame a Dios, más capaz seré de amar a cada persona, porque Dios me irá dando un corazón a la medida del de Cristo y creo que Jesús ama más que yo a cada persona, pero tiene que haber una jerarquía en el amor. Un casado no puede amar a su madre más que a su mujer y un cristiano no puede hacer más caso a su padre que a Dios. Otra cosa sería un desorden. ¡Cuántos matrimonios se frustran porque la mujer sigue unida más fuerte a sus padres que a su propio marido!

Hasta ahora hemos visto que es mejor fiarse de la locura de Dios que de la sensatez de la sociedad, pues ahora vamos a ver si lo ponemos por obra: ¿quién es capaz de decir que ama la cruz?, ¿quién es capaz de decir que prefiere entregarse a Dios que la propia felicidad? Lo que no nos damos cuenta es que, a veces, vivimos equivocados y pensamos que nos va a dar la felicidad, lo que realmente va a frustrar nuestra vida para siempre y que lo que Dios nos pide nos destroza, cuando realmente es lo único que nos da la vida plena.

Jesús termina con una frase muy dura: <<El que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío>>. ¿Estamos dispuestos a dejarlo todo con tal de alcanzar a Cristo? ¿No te das cuenta de que sólo si renuncias a todo tu egoísmo vas a poder vivir con plenitud?

Imaginate una matrimonio en el que cada uno se reservara ciertos aspectos de su vida, irían perdiendo la vida, con su mediocridad y al final correrían el reiesgo de perder el amor por sentir el uno respecto del otro que no le aman lo suficiente. Jamás te preguntes si eres feliz, plantéate si estás haciendo feliz a la persona a la que te has entregado porque es dando que se recibe, es muriendo que se resucita a la Vida.

Vamos a dejarnos ya de componendas, vamos a abandonar nuestra molicie y la comodidad del sentido común y vamos a entregarnos definitiva y totalmente. ¡Merece la pena! ¡Vale la pena! ¡Viva la Pepa!

Un fuerte abrazo

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