lunes, 25 de abril de 2011

La vocación es más normal de lo que pensamos. No es crucificarte siempre y en todo lugar. Es vivir con Dios todos los acontecimientos, vivir con paz y servir. ¡Déjate hacer por Dios!


A veces, cuando hablamos de la vida como vocación exageramos la Cruz. Parece que tuviéramos que cargar con una Cruz impresionante toda la vida y no es eso. No es por no desanimar, es que realmente en la vida de entrega al Señor también existen muchas alegrías. Es más, puedo decir que cualquiera que sea el camino que Dios tenga preparado para ti, vas a ser más alegre que en cualquier otro sendero.

Mirad, Jesús no obliga a nadie a seguirle. "Si quieres, vende todo...". Jesús propone, invita, seduce... y es el amo de la seducción. También es cierto, que no te deja en paz. Mirad, yo me hice sacerdote porque me dió la gana. Al principio, era un chaval de Misa dominical, a veces, iba por la calle hablando con el Señor, comentándole mis cosas y ya está. No sabía demasiado lo que quería. Luego conocí el Opus Dei y me deslumbró. Yo no había oído nada más que críticas, como si fuera una secta y cuando conocí a la gente del Opus, me llamó poderosamente la atención su sencillez, sus virtudes humanas y su alegría. Me enseñaron a disfrutar con la Misa, a reconocer al Señor en mi vida y me planteé: "¿y no será que Dios me quiere aquí?". Me dijeron que Dios no juega con las personas que si he sentido con ellos una posible llamada, será porque es de Dios. Luego, la vida me he demostrado que Dios no sólo juega, sino que baila con cada uno de nosotros todo tipo de piezas, desde las lentas hasta las más rápidas que acabas mareado.

Resumiendo mucho, pedí la admisión a la Obra, pero cada vez comprobaba más que existía un muro en mi apostolado. Podía prepararles a la confesión, pero a veces se confesaban mis amigos con curas que pasaban de ellos. Podía llevármelos a Misa, pero, a veces, parecía que el cura no tuviera fe... Así que cada vez me venía una pregunta a la cabeza: ¿Será que Dios me quiere cura? Para llegar a los que otros no llegaban. Entonces, salía corriendo horrorizado. Búscate a otro, que yo ya me he entregado a Ti en otro camino y quiero ser laico. De cura no voy a poder hacer lo que hago de laico. Y es cierto, nunca he tenido tanto éxito apostólico como cuando era laico. Pero Dios había comenzado la caza y no pude resistir mucho tiempo. Poco después dejaba el Centro de Estudios (donde se forman los numerarios para llevar los apostolados de la Obra) y el curso siguiente comenzaba el seminario.

Al final, me fuí al seminario convencido de que era lo que Dios quería. Me ordené un ocho de mayo del 2004. Y comenzó el infierno. Miento, en el seminario sufrí bastante. Hasta ahora, he sido incapaz de disfrutar con lo que hacía. Siempre me exigía más y mis pecados e imperfecciones me hacían sufrir una barbaridad. Quería dar la talla a toda costa. Después de cinco años de sacerdote, tras varias experiencias frustrantes y muchas decepciones con la Iglesia, le empecé a echar la culpa de lo que me pasaba a todo el mundo, menos a mí. Por si fuera poco, me dieron unas crisis de ansiedad que degeneraron en agorafobia. Todavía no sabía lo que me pasaba, sólo sabía que no podía celebrar Misa, ni siquiera confesar... y salí corriendo.

Dejé el ministerio sacerdotal y comencé a disfrutar de la vida. Trabajé como un loco, eso sí. Pero disfruté como nunca había disfrutado antes.

A veces, cuando oyes a alguien hablar de su conversión, parece que no sabían disfrutar de la vida. Ése no es mi caso. Yo no podría haber dicho nunca lo típico de "era un pobre desgraciado...". Cuando huí, me quité la Cruz de un golpe y viví lo que no había vivido en mucho tiempo, aunque también hubiera sufrimientos (parece que ésa es nuestra condición), me compensaba lo mucho que disfrutaba, volvía a tenerlo todo... Disfrutaba como un loco.

¡Pero, ay, amigo! No renuncié a la fe. Sabía que Dios existe, que me quiere y que me había elegido para sí. Pensaba, es cierto, pero también es cierto que Dios me quiere feliz y el sacerdocio lo veo como una Cruz, me está destruyendo. Incluso veía cómo el Señor me dejaba elegir. Seguí yendo a Misa todos los domingos, aunque no comulgaba porque no podía confesarme, pues sabía que no estaba dispuesto a corregir mi pecado.

En las Misas, miraba al cura y me daba cuenta de que ahí tenía que estar yo. Que por elegir lo que yo quería, estaba impidiendo que muchas personas pudieran acercarse a Él. Pero seguía viendo el sacerdocio como una maldición. Me decía a mí mismo, lo mejor que me podía haber pasado es irme.

Al final, el primer domingo de cuaresma decidí volver al ministerio con gran vergüenza, indudablemente, y odiando a Dios por no dejarme vivir lo que a mí me daba la gana. ¿Me quieres?, pues muy bien, nobleza obliga. Mi padre me enseñó que no podíamos huir de las responsabilidades y un compromiso es un compromiso. Muy bien, si quieres un cura amargado e incapaz de cumplir con los deberes sacerdotales, aquí me tienes.

Llamé a Don Fidel, obispo auxiliar de Madrid, al que se lo debo todo y le dije que estaba dispuesto a volver. Él me puso en contacto con don Jesús y durante un tiempo no pude ejercer el ministerio. Me decían que no podía enamorarme del "quehacer", del "ministerio", sino que tenía que recuperar el primer amor por "ser" sacerdote.

Después de varios meses, de muchas lágrimas y crisis, de sufrir y hacer sufrir, Dios me re-encontró y me enamoró. No se trata de lo que uno sea capaz de hacer o vivir, se trata de que Cristo te ama apasionadamente, aunque seas un pecador. No se trata de merecer el amor de Dios, sino de aceptarlo con humildad, de dejarse salvar. Una vez que te das cuenta de que tú no eres el centro de tu vida puedes empezar a vivir de otro modo.

Una cosa he aprendido sobre la vocación: es respuesta libre a una llamada de Dios. Puedes rechazarla y nunca sabrás si has hecho bien o no. Pero lo que sí es cierto es que tuve dos dudas. Cuando fui numerario, siempre me planteaba si era lo mío o no. No lo era. De seminarista la duda ya no era si era lo mío o no, sino si iba a poder perseverar, si sería capaz de cumplir. Por eso, cuando uno duda mucho si es o no es, no me preocupa; cuando la objeción que pone alguien es que no se considera lo suficientemente fuerte, entonces estoy absolutamente convencido de que tiene vocación y mucha soberbia. Nunca vamos a dar la talla. Dios no pide que estemos a la altura, sino que nos dejemos hacer, que aceptemos nuestra debilidad y pongamos nuestra confianza en sus manos, no en las nuestras.

Antes, vivía el ministerio obsesionado por el éxito, por llenar la parroquia, por llegar a más gente. No disfrutaba de nada porque siempre estaba buscando cómo llega a más. Además, creía que así estaba siendo más fiel... y mi soberbia me rompió en mis pedazos.

Entonces aprendí a disfrutar de la vida. A dar catequesis sólo a una persona y reírme con él. A llevar un grupo de matrimonios y no desear fervientemente que se conviertan en dos grupos. Aceptar la vida tal y como es. Aceptar a cada uno, como Jesús me ha aceptado a mí.

Esta segunda etapa sacerdotal he aprendido a ser feliz siendo y no haciendo cosas, aunque por mi carácter siempre voy a tender a liarme la manta a la cabeza y asumir quizás casi más de lo que puedo llevar. Siempre en la línea. Pero, ahora disfruto con lo que hago. Me lo paso pipa con los que trabajo y si algo sale mal: ¡bendito sea Dios!

Se trata de disfrutar de la Vida, de vivir en paz, de darse a Jesús en los hermanos, aunque, a veces, fallemos. Hoy, lunes de Pascua, tenía entendido que casi todo el mundo tendría vacaciones y no he celebrado la Misa de diario a primera hora de la mañana y me han llamado porque sí que habían venido algunas personas.

Se trata de ver la vida con otros ojos. Nadie más tiene la culpa de lo que te pasa que tú mismo. Descomplícate, ama y haz lo que quieras, mientras ese amor provenga realmente de Dios. No quieras hacer lo que a ti te de la gana, sino lo mejor para todo el mundo y verás que la vida compensa. No se trata de esperar simplemente el cielo, ¡que ya sería mucho! Es que Dios no se deja ganar en generosidad, es buen pagador y te ha prometido el ciento por uno. ¿Quién da más?...¡Abran sus apuestas!

Gracias a Dios que nos quiere y nos elige. Gracias a la Iglesia que siempre da una oportunidad más. Gracias a los amigos que te acompañan, a veces, callándose, pero siempre rezando (como mis grandes amigos Juan Luis y Miguel). Gracias a la vida que me ha dado tanto... ¡y me va a dar todavía más...! Je, je...

Aunque, a veces, haya que sufrir un pelín. Aunque, a veces, se no caiga un lagrimón, pero es que esto es la vida. Otra cosa sería mentir, pero yo no he encontrado jamás personas más felices que los que hacen la voluntad de Dios con una sonrisa.

Hace poco, celebrábamos las bodas de plata de unos amigos míos. Sus 7 hijos pusieron muchas fotos y en todas se les veía riendo, sonriendo o con un gesto de cariño. Ese es el cimiento de una vida puesto en Dios, aunque también les he visto con algún lagrimón apuntando en los ojos.

¡No penséis en 100%, pensad más bien en el ciento por uno!

Por supuesto, siempre de la mano de María, la causa de nuestra alegría... 



No te asustes, todo esto es porque soy especialmente complicado. Casi todos mis compañeros han vivido su vocación con tranquilidad,con mucha paz y alegría. Teniendo que sufrir en ocasiones, por supuesto, pero con el Señor al lado, todo es para bien y haciendo muchísimo bien a muchas familias y a muchas personas. Dando el fruto que Dios les ha concedido. La vida es una maravilla cuando la vivimos desde Dios. Al final, siempre hay más risas que lágrimas, pero es que, a veces, sólo nos fijamos en las lágrimas. Somos así de tontos. Dios te lleva de la mano, Dios te lleva en sus palmas, ¿qué vas a temer? Si notas que Jesús te mira con una sonrisa irónica... ¡prepárate! para la mayor aventura de tu vida y alégrate, que se ha fiado en ti.

Te mando una foto con mis compañeros de promoción para que puedas rezar por ellos. Son los mejores curas que hay en el mundo. Son mis compañeros de armas.


6 comentarios:

  1. Bueno, pues un hartón a llorar que me he llevado.
    Gracias por su valentía de contar cosas tan suyas y de Dios. No sé si tengo más agobio o menos, lo que sí sé es que Dios nos quiere mucho.
    Gracias!. Algún día le cuento.

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  2. Mías son as meteduras de pata, lo demás es de Dios. Ya sabes que antes de publicar algo, lo leo, por si acaso alguien quiere decirme algo sin que luego aparezca aquí.

    Un Avemaría que va por ti. FELIZ PASCUA

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  3. Padre, lo admiro y lo respeto mucho, es muy dificil seguir a Cristo y tratar siquiera de ser semjantes a El, solo El es perfecto y nosotros tan llenos de errores, de pecados, soy una mujer normal pero muy cercana a Dios, trato de llenarme cada segundo de mi vida mas y mas, quiero ahogarme en su amor, antes era una persona rebelde y altanera pero un dia recibi el golpe que por mis errores correspondia y aunque derrame muchisimas lagrimas y pase muchas noches en vela, hoy se lo agradezco solo a El, porque fue lo mejor que me paso en la vida porque fue alli donde verdaderamente conoci a Jesus, el motor de mi vida, mi unica prioridad, el motivo de mi felicidad y alegria, desde que vivo en su corazon y El en el mio, soy la mujer mas feliz del mundo, los invito a que lo busquen ahora y no esperen que los golpes de la vida, los lleven a hacerlo. Dios los bendiga a todos!!!

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  4. Padre
    Que misteriosos son los caminos de nuestro amado Jesús, pero siguen construyendo sobre nuestras debilidades, lo mas grande es que aunque usted se quizo alejar, hubo seguramente oracion de muchas personas que le amaban como sacerdote y dia y noche pedían por su regreso a la casa del Padre, que edificante su historia que no se dejo derrotar por que tiene un corazon muy grande para ofrecerselo a Dios y a su Iglesia.
    Soy una religiosa que oro mucho por los sacerdotes y las vocaciones consagradas y me ha dejado muy felilz el saber que regresó con amor.

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    1. Muchísimas gracias. Claro que hubo mucha gente, de hecho, Pablo Domínguez (que me consta que rezaba por mí porque somos amigos) murió por aquella época y fue uno de los movimientos que inició mi conversión. Siga rezando por los curas, que como ya está viendo es fecundo y efectivo. muchísimas gracias por su entrega, hermana o madre, lo que corresponda.

      Ya sabe que cada comentario es un Avemaría de este curilla.

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  5. Padre,
    WOW! me a dejado sin palabras! Yo no soy religiosa ni mucho menos cura, simplemente soy una mujer que continua buscando su vocacion... y esta 'reflexion' me ayuda a darme cuenta que no nunca he estado sola durante este proceso. En estos dias he aprendido a que tengo que tratar y luchar por ser mejor, pues al igual que usted alguna vez, estoy pasando por desiluciones ante las personas que estan consagradas, las tentaciones son cada vez mas fuertes, estoy en un campo de batalla muy fuerte. Ore mucho por mi.

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