sábado, 23 de abril de 2011

Lo que he vivido este Viernes Santo:

Este Viernes Santo ha comenzado más tarde de lo que quería. Para coordinarme con los curas de las dos parroquias decidí retrasar la hora de apertura de Santa Elena.

Recé ante el Santísimo y me metí en el "bichero" a confesar. Algún tiempo después comenzó a llegar la gente. Salí del confesionario para rezar el Via Crucis con todo el mundo a las 12:30.

Al principio, me iba a quedar a los Oficios de Santa Elena para ayudar al párroco porque con todo lo que hay que hacer en la liturgia, me sentaba mal dejarle solo, pero por fin llegó un policía nacional, amigo nuestro y nadie podría custodiar mejor a Don Pablo, así que les dejé tranquilos y me fuí corriendo a Santa Bárbara para llegar al final del via Crucis y confesar a los que quisieran.

Sólo me queda decir que, gracias a Dios, en unas parroquias con gente mayor, va a salir alguna vocación sacerdotal. ¡Qué maravilla!

Por fin, tras otras dos horas confesando sin que vinieran penitentes cerré la parroquia porque me secuestaron para llevar la comunión a una persona con la que me había comprometido y ya le había fallado dos veces en dos días.

La tarde comenzó a las cinco. Me siento a confesar en Santa Bárbara y no viene nadie. Sólo turistas que me miran como si fuera un cuadro.

A las seis y media comenzamos los preparativos y elijo las canciones. Por una vez, van a ser preciosas. Montse, que me iba a ayudar a elegirlas no aparece hasta cinco minutos antes de salir y me dice que de todas las canciones que he elegido, en Santa Bárbara sólo van a saberse la de "Victoria, tu reinarás". Me cambia todo y salimos en paz.

Han sido unos Oficios preciosos. Es más, pensaba cantar el estribillo del salmo, pero quien hace la lectura se adelanta y lo lee. Me doy cuenta de que queda mucho más sobrio y sencillo. En la lectura de la Pasión, se equivocan los lectores varias veces, pero lo hacen tan bien que incluso parece mejorar el texto.

Hemos podido rezar a gusto, no se ha hecho pesado y salimos con ganas de adorar y cuidar a Jesús en el sepulcro, esperando que Resucite al tercer día. Además, hemos mirado la Cruz con los ojos de María, la hemos recibido como Madre, hemos celebrado que Dios la quiera a su lado en la Redención para que sea Ella quien nos de todas sus gracias. Y por fin, nos ha dicho al oído que siempre va a estar con nosotros, especialmente a los pies de nuestras cruces.

Nos hemos felicitado porque la Iglesia no pierde nunca ni una gota de la Sangre de Cristo, sino que la custodia para entregárnosla cada día. Y nos hemos admirado de que Dios nos quiera tanto. La Cruz no es símbolo alzado para nuestra congoja, que nos recuerde lo mucho que le debemos a Dios, sino señal inextinguible de la Misericordia de Dios, que borra nuestros pecados y restaura nuestra naturaleza para que vivamos una vida a la altura de Cristo.

Hemos rezado por toda la Humanidad en la Oración Universal, junto a toda la Iglesia y hemos adorado el árbol de la Cruz.

Hemos traído la Cruz descubierta en procesión desde la puerta del templo. A un paso tan lento que ya no podía con la Cuz de marfil. Les suplico más que decirles: "No puedo más,daos prisa o recogéis la Cruz del suelo". Javier Mairata me mira divertido y casi diría que va todavía más lento, a ver si realmente se me cae la Cruz y la liamos.

¡QUÉ MARAVILLA QUE DIOS NOS QUIERA TANTO! Mirad el árbol de la Cruz donde estuvo clavada la Salvación del mundo. ¡Venid, adorarlo!

A la hora de colocar la Cruz sobre su pie en el altar, casi me caigo. Un chaval me empuja hacia el altar y consigo mantener el equilibrio con una Cruz que pesa lo que no está escrito. Los cantos que ha elegido Montse salen muy bien y duran justo hasta el final de la adoración de la Cruz.

Por fin, hemos comulgado con toda sencillez y recogimiento, esperando que esta comunión de en nosotros frutos de Vida Eterna.

Por fin, cuando han empezado a llegar turistas, cierro la parroquia dejando dentro a quienes querían rezar, protegiéndoles del asalto turístico. Al final, les acompañé a una salida lateral discreta, mientras una chica me contaba lo mucho que le había impresionado tener todo el templo de Santa Bárbara para ellos solos.

Ayer me pasé el día con mucha gente, comí en Caná con los curas de la parroquia el vicario y otros amigos y colaboradores de Jesús Higueras. Hoy he preferido estar solo, excepto las cosas de la parroquia. Por fin estoy en casa, rezo, escribo y me veo "La Pasión" de Mel Gibson.

Mañana prometo ir a ver a mi familia, pues Evita vuelve el domingo a Roma con sus dos hijos romanitos: Eduardo y Alejandro (Yayo y Ale). El primero es mi ahijado y es el mejor del mundo.


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