Hoy ha sido un día estupendo. He quedado con un gran amigo mío que me ayudó a perseverar en el seminario. Cuando todas las esperanzas caían, bajabas al comedor y te encontrabas a José Luis, siempre con una sonrisa, aunque tuviera mucho trabajo, siempre velando por nosotros. Muchas veces le ofrecieron trabajar para grandes hoteles y restaurantes, ganó prestigiosos concursos de salsas y nunca nos abandonó.
Un ejemplo para todos los seminaristas. Aún hoy te acoge y te recibe como un padrazo. Pues hoy he quedado con él, con su mujer y sus hijas en la parroquia porque su hija quiere casarse en santa Bárbara y qué quieres que te diga, a mi familia le diría que no, pero a José Luis no se lo se decir. Lo que necesite de mí, voy a hacerlo.
Después, me he sentado a confesar... a un niño fenomenal. Éste va a llegar a cura. He rezado la Liturgia de las Horas y he hecho un ratito de oración.
Dos Misas en la parroquia. Una me ha salido con algo de bronca y la otra mucho mejor. He visto a mucha gente. He comido con mis papás. No me he podido echar la siesta porque tenía que llevar la comunión a un enfermo amigo mío de la Congre, que llevaba tres semanas sin comulgar.
He rezado las Vísperas y en el trayecto del coche el Rosario. He podido rezar otro ratito y he quemado los óleos del año pasado. Justo cuando terminaba ha llegado la familia que esperaba, hemos recibido en la Iglesia a un niño de pocos meses a quien había bautizado recién nacido cuando estaba hospitalizado.
Me he ido a los locales de la Congre y he asistido a una charlas sobre la historia de las Congregaciones Marianas de la Asunción. Les he celebrado la Misa con una monaguilla de excepción. Al terminar nos íbamos a ir al hospital para atender al padre de otra persona, pero al final ya estaba dormido, así que iremos el miércoles por la tarde.
De camino a casa, me ha dado un pelín de bajón, pero al llegar he visto muchas llamadas y mensajes en el teléfono viejo, mi director espiritual también me ha mandado un sms, algunos amigos y por fin, cuando escribía este artículo, un cura de Guadalajara al que tengo un gran cariño también me ha llamado por quinta vez, hasta que ha dado conmigo. Tengo buenos amigos y mis compañeros de curso son extraordinarios. Hoy me han hablado muy bien de uno de ellos. Me encanta que me hablen bien de mis amigos. Tengo unos compañeros que no me los merezco.
Por encima de todo, si hoy puedo celebrar mi séptimo aniversario es por pura gracia de Dios, que me quiere como nadie.
¡GRACIAS, SEÑOR! ¿Cómo te pagaré, oh Señor, todo el bien que me has hecho?
ALZARÉ LA COPA DE LA SALVACIÓN INVOCANDO TU NOMBRE, SEÑOR...
P.D.- No hay nada mejor que irse a la cama agotado y con una sonrisa en los labios. ¡Pruébalo!
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