miércoles, 4 de julio de 2012

Acabamos de llegar de Medjugorje

Hemos pasado unos días intensos en un pueblecito de Croacia donde hacia el año 1981 sólo existían unas pocas casucas y ya tenían una parroquia descomunal. cuando le preguntaban al franciscano que decidió construir semejante templo en medio de unos campos de cultivo y poco más de dos centenares de feligreses por qué había hecho esa locura. Él, con más fe que el Alcoyano, respondía: "Con el tiempo se quedará pequeña..."

No sabemos si sabía lo que decía, lo cierto es que tiene toda la razón.

Hoy por hoy, hasta este remoto lugar a unas dos horas y media en coche de Dubrocnic, se acercan cada año más de dos millones de personas. Es un lugar que no tiene nada que verse. No es bonito, no tiene demasiadas cosas típicas y salvo unos pocos, nadie ve nada especial... Simplemente, la Virgen se apareció a seis niños y hoy por hoy tres de ellos siguen viéndola cada día. La ven y hablan con ella. O eso parece.

Algunos dicen que les da miedo ir por las "posesiones demoníacas". Estuve charlando con uno de los franciscanos que ha atendido esa parroquia durante más de cinco años y me dijo que hay mucho loco, pero pocas posesiones reales. El problema es que estos fenómenos atraen a mucha gente y donde abunda la gente, también abundan los histéricos.

Otros con los que coincidimos nos decían que veían el sol moverse y danzar o una luz muy especial detrás de la Cruz de la cima del monte Crizevac... Yo no ví nada de eso.

Yo lo que ví es un montón de gente que se confesaba, confesiones preciosas, muchas conversiones y decisiones de entrega en su vida cotidiana, muchos Rosarios rezados con más cariño y más cuidado que en casa y unos ratos de adoración al Señor expuesto en una custodia enorme... que quita el hipo. Miles de personas arrodilladas, rezando y amando al Señor, cuidándole con muchísimo cariño. Como decía un franciscano: "Si esto no es de Dios, es que el diablo se ha convertido".

Yo no niego que el sol pueda dar vueltas si María se lo pide a Dios, yo no lo ví. Pero vengo convencido de que allí estuve muy cerquita de Dios gracias a mi Madre del Cielo, la reina de la Paz y que todo lo que oí a los franciscanos y a los videntes me ayudó a rezar mucho más y mejor. Si no es María la que se lo sopla, seguramente esté de acuerdo con lo que dicen.

Hay gente que busca signos y cosas extraordinarias a mí me basta con acudir donde la gracia se hace más palpable. Simplemente os diré que ni en Lourdes he rezado tantos Rosarios como en Medjugorje. El día que tuve la suerte de estar con Iván recé siete Rosarios completos y muchos iniciados e interrumpidos por cosas a las que debíamos atender.

Allí no hay nada más que hacer que rezar, rezar y rezar y cuando ya estás harto de rezar, entonces te pones a confesar a los peregrinos y acabas rezando más todavía emocionado porque has tocado a Dios en muchos corazones. Te llenas de fe, de esperanza y de caridad y te das cuenta de que realmente tienes un Dios al que le interesas, que te quiere y te necesita de verdad, que no quiere vivir sin ti.

Simplemente es un lugar elegido por María para darnos todas las gracias que Dios nos tiene reservadas. Yo no iré buscando cosas extraordinarias, acudiré buscando la intercesión de María y para ofrecérselo todo. Estoy decidido a no pedirle nada más, sino a ofrecerle mi vida para que haga con todo lo mío lo que quiera, que ella sabe mejor que yo lo que conviene, como diría el gran San Luis María Griñón de Monfort. Pero desde ahora intentaré pasarme unos días cada año, si Dios quiere.

Otro día contaré anécdotas y cosas que vimos, descubrimos y nos llamaron la atención, pero hoy quería dejar mi testimonio general.

Siempre esperando el juicio definitivo de la Iglesia, que si dice otra cosa yo me retractaré públicamente porque donde está la Iglesia allí está la Verdad, está Dios. Sinceramente, sí creo que la Virgen viene a ver a estos videntes y habla con ellos. Además, creo que no es un fenómeno psicológico que Dios permite, sino que realmente hay una presencia de la Virgen María exterior a los videntes  y que es una auténtica caricia del Amor de Dios por nosotros que quiere salvarnos.

Un fuerte abrazo

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