martes, 7 de agosto de 2012

Jesús fue bautizado por Juan

Continuamos con nuestras meditaciones...

Comenzamos rezando un Padre Nuestro, pidiéndole a Dios que nos deje acercarnos a su Hijo, que podamos conocerle mejor para amarle más y servirle con todas nuestras fuerzas.



9 Y sucedió que por aquellos días vino Jesús desde Nazaret de Galilea,y fue bautizado por Juan en el Jordán. 
10 En cuanto salió del agua vio que los cielos se rasgaban y que el Espíritu, en forma de paloma, bajaba a él. 
11 Y se oyó una voz que venía de los cielos: «Tú eres mi Hijo amado,en ti me complazco.»



Está Juan terminando de hablar, diciendo que iba a venir alguien detrás de él que nos bautizará con el Espíritu Santo cuando de pronto aparece Jesús en la orilla del río Jordán. Dice san Marcos que Jesús viene desde Nazareth de Galilea. 

Jesús comienza así su vida pública. Lo primero que hace es ir a que Juan le bautice. Vamos a intentar meternos un poco en la cabeza del Maestro, qué es lo que debía pensar, por qué va a bautizarse... En fin, contemplaremos la escena con los ojos de la imaginación.

Imaginad que Jesús comienza su andadura en Nazareth, seguramente San José ya habría muerto y Jesús se afanaba por cuidar a su Madre, trabajar divinamente (nunca mejor dicho) y hacer la vida más fácil a todos los que se le acercaban. Cada día  tendría un rato de oración, seguramente por la noche, como luego acostumbraría a hacer en su vida pública. Hace tiempo que ya no pregunta a su Madre por las circunstancias de su nacimiento... Se lo ha contado tantas veces que ya se lo sabe de memoria y lo repasa en su corazón, junto con todas las experiencias que poco a poco van desbordando su pecho.

Se da cuenta de que ha llegado el momento que Dios le ha marcado. Desde hace un tiempo tiene una sensación extraña, como de prisa. Se están acelerando los acontecimientos y cada vez necesita más estar a solas con Dios. Sabe que está haciendo sufrir a su Madre, quien aunque con mucha discreción trata de ocultar  a su Hijo el dolor que le causa verle así, sabe que ha llegado la HORA y esa hora incluye que una espada le atraviese el alma.

Seguramente, María estos días, recuerde con más asiduidad la infancia de su Hijo, su pérdida en el templo, cómo le encontraron haciendo preguntas a los doctores de la Ley y cómo estos apenas podían responderle, contradiciéndose en ocasiones porque una cosa era lo que los doctores y escribas esperaban del Mesías y otra lo que había prometido Dios...

A Jesús le parte el corazón la esclavitud que ve a su alrededor, pero no es la dominación romana lo que le corroe, sino la postración moral de su Pueblo. Donde nosotros veríamos pecados que castigar, Él sólo ve heridas que curar y el Padre le va haciendo ver poco a poco que Él es la medicina que el mundo necesita. Alguien tiene que abrir la puerta a la misericordia, Jesús se va dando cuenta de que ese es su Camino, pero todavía no sabe concretarlo.

De pronto, escucha que su primo está bautizando a mucha gente en el Jordán y Dios le hace ver en la oración que por ahí va la clave. Quizás, Juan sepa responderle a estas dudas que no sabe terminar de responder. Jesús sabe que no tiene que bautizarse para pedir perdón por sus pecados, pero necesita que Dios le hable con más claridad, necesita un sacramento, un signo sensible que le transmita la gracia de Dios, su fuerza, su vida y su sabiduría.

Jesús es Dios, pero también es plenamente humano y su carne débil necesita llenarse de la fuerza de Dios. No sabe dónde le va a llevar el viaje que quiere emprender, pero se da cuenta de que es de Dios, que su Padre le está llevando hacia Juan. Así que un buen día, decide acortar el sufrimiento de su Madre, que sabía leer perfectamente en el corazón y en la mirada de su Hijo todo lo que Jesús estaba pasando. Decide pues, terminar con este tiempo de incertidumbre y se pone en camino hacia el Jordán. Deja la casita que ha compartido con su Madre, más que casa una cueva excavada en la roca de la agreste orografía de Nazareth, deja sus herramientas de artesano, lo que hasta ahora ha sido toda su vida y se va.

Intenta meterte en su Corazón, ¿qué pensaría por el Camino?, ¿de qué hablaría con su Padre?, ¿estaría contento por que por fin va a saber realmetne para qué ha nacido? Iría con muchas intuiciones y muy pocas certezas. Se da cuenta de que necesita pasar tiempo a solas con Dios, quizás días o semanas, pero lo que ahora necesita es aliento para comenzar esto que se le viene encima. Comprende y necesita el bautismo de Juan, es como una cita improrrogable con su Padre.

Por fin, llega donde está Juan, pero su primo no quiere bautizarle, "¿Cómo bautizarte yo si no merezco desatarte las sandalias?, ¿cómo voy a dar un bautismo de conversión a quien nunca ha pecado?". Jesús le mira con infinito cariño, se da cuenta de las dudas de Juan y le dice que conviene que así sea, que así lo ha dispuesto el Padre. No se trata sólo de dar ejemplo es que necesita la gracia de Dios va a derramar sobre Él con el bautismo. Que el Padre le hable de una vez por todas.

Y con el bautismo de Juan desciende sobre Jesús el Espíritu Santo, en el corazón de Cristo se unen la tierra y el cielo. Se rasgan los cielos. Se rompe lo que separa al cielo de la tierra. Va a comenzar la obra de la Salvación. Dentro de poco ya no va a haber diferencia entre la tierra y el cielo, Jesús nos va a salvar. El cielo se rompe en canciones y el Padre habla: «Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco.»

Jesús se ha llenado del Espíritu Santo que le ha hecho comprender lo que todavía no se le había revelado. Las piezas del puzzle comienzan a encajar, pero necesita tiempo para asimilarlo todo.

Desde hacía mucho tiempo Jesús veía que Dios no podía complacerse en nadie, porque todos, excepto su Madre, pecaban. Parecía que no había esperanza para el mundo y eso le partía el pecho. De pronto veía a su Madre y parecía que la esperanza sí tenía lugar, pero se daba cuenta de que la pureza de María remitía a Él. Él es la causa de la pureza de su Madre, hacia Él confluían todos los planes de su Padre  y ahora todo esto comenzaba a encajar. Él es el amado, a través de Él todos vamos a ser amados de Dios. Sólo Jesús complace al Padre. Es Jesús quien nos va a salvar. Todos nosotros podemos agradar a Dios si nos unimos a Jesús. ¿De qué modo, Padre, vamos a conseguir que todos se unan a Mí?

Desde la Resurrección de Jesús, mejor, desde tu propio bautismo, el Padre te identifica con Jesús y cada vez que te ve a ti, dice lo mismo que le dijo a Él: "Tú eres mi Hijo amado". No se complace en ti porque seas estupendo y cumplas sus mandamientos, sino porque por fin nos hemos dejado amar por Dios. ¡Qué maravilla! Por fin, sabemos que Dios nos ama y podemos dejarnos amar por Dios. Mira qué detalles de amor tiene con nosotros. Yo no hago nada más que pecar, no doy una a derechas y aún así Dios deja que me confiese cada semana, Dios me da a Cristo como alimento cada día, ¡sin que tenga que merecérmelo! ¿Hay amor más gradne que el suyo? ¿Sabéis cuál es la única verdad que me llena de esperanza? Mirad, yo sé que hasta el final de mis días voy a pecar porque soy así de imbécil, pero también sé que hasta el final de mis días me acompañará la presencia fidelísima y omnipotente de mi Salvador, mi Goel y será Él quien me recoja en sus manos y me lleve consigo. Es mi única esperanza, la de dejarme amar hasta el final, por todo lo que yo no sabré amar. ¿O piensas que tú si vas a poder amar a Dios como Él se merece?. 

Cristo no murió por la gente de su época... ¡Cristo ha muerto y ha Resucitado por mí y por ti y por cada persona que ha sido engendrada en este mundo de locos! Dios sólo tiene ojos para ti y está dispuesto a hacer cualquier cosa que haga falta con tal de poder disfrutar toda la eternidad de tu compañía... Sólo si tú quieres. No fuerza libertades, no viola conciencias, sino que aguarda y seduce, conforta y enamora, ama y sufre esperando tu respuesta libérrima.

Por ahí se desarrollarían los coloquios de Jesús con su Padre. Jesús no era tonto, conocía las Escrituras y conoce el corazón del hombre. Además, su Madre le habría contado lo que hace años le dijera el anciano Simeón : 
«Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción ¡y a ti misma una espada te atravesará el alma! a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones.»

Jesús sabe que se encamina a un encontronazo brutal con el demonio y con los pecadores empedernidos que no quieran aceptar la posibilidad de un Dios que sea capaz de amar. Lo sabe y lo acepta, pero es necesario mostrar al mundo el amor de Dios... ¡Andan tan extraviados! Se piensan que te conocen, Padre, y te odian por las imágenes absurdas que se han formado respecto a Ti. Mándame ir a ellos y les mostraré la fuerza de tu amor. Yo soy tu rostro, Señor, a través de Mí te conocerán.

Pues ahora, es tu turno para hablar con Jesús de todo esto. Se ha bautizado para recibir la fuerza del Espíritu Santo para liberarte a ti de tus cadenas, de tu miedo y de tu odio. Ten tu propio diálogo con el Padre, con Jesús, con el Espíritu Santo y con María. Pide a Dios que te haga conocer lo que quiere para ti, pide a Dios que te muestre tu vocación. ¿Para qué vas a vivir? ¿Serás capaz de vivir solo para buscar tu propia felicidad? ¿No ves cuánta gente hay a tu alrededor que te necesita? Hay tantos que necesitan alguien que les quiera... Hasy tantos que no conocer el amor de Dios... Hay tanta gente sola y amargada... ¿Puedes ayudar a Jesús o prefieres hacer tu propia vida?

Me he enrollado más de media hora, perdonadme...

...Terminamos rezando un Avemaría.

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