viernes, 10 de agosto de 2012

Jesús anuncia la venida del Reino y predica la necesidad de la conversión. (Mc. 1, 14- 15)

Seguimos contemplando al Señor en el Evangelio de San Marcos.

Comenzamos rezando un Padre Nuestro, con la oración acostumbrada, que nos conceda conocer cada vez más a Jesús, para que así podamos amarle y servirle más y mejor.

Leemos el texto:






14 Después que Juan fue entregado, marchó Jesús a Galilea; y proclamaba la Buena Nueva de Dios: 15 «El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva.»







Vamos a tratar de comprenderlo:

Juan es encarcelado por Herodes, pues Juan le decía que no podía tomar como esposa a la mujer de su hermano, Herodías. Herodías le odiaba por eso y buscaba perderle hasta que logró convencer al injusto rey para que encarcelara a Juan.

Jesús se marcha de Jerusalén y sus alrededores y busca refugio en su tierra, en Galilea. Es en este lugar donde comienza su predicación en solitario, todavía no se le han unido sus discípulos, aún no es famoso.

¿Cuál es esa Buena Nueva de Dios? Jesús anuncia en nombre de Dios que el tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva.

Por fin ha llegado la Hora de Dios, el tiempo se ha cumplido. Desde el primer pecado de Adán y Eva, la creación entera estaba expectante como con dolores de parto. Ahora por fin, ha dado a Luz al Salvador. El Pueblo de Israel, a lo largo de toda su historia ha sido el Pueblo de la Esperanza, el Pueblo de las Promesas hechas por Dios a sus profetas y reyes. Desde el principio, han esperado que Dios les salvara de todos sus males. Con la llegada de David, esa esperanza se torna hacia una persona muy concreta, el Mesías, el Hijo de David, un descendiente de la dinastía de David, quien reuniría en sí, otra vez, a todas las tribus del Señor. Recordad que con Salomón el pueblo comienza a disgregarse, hasta que se consuma la división entre Israel (10 tribus) y Judá (la única tribu que permanece fiel a la verdadera dinastía davídica, junto con la casta sacerdotal de Leví). Esta división, en la época del Señor, carece de sentido, pues primero cayó el Reino de Israel y por fin fue desterrado también el pueblo de Judá y en la época de Jesús aunque todos han vuelto y parece que hay una cierta unidad nacional, sobretodo gracias a los Macabeos, todos han quedado bajo la dominación política de Roma.

Las sucesivas pérdidas de soberanía por las conquistas de los imperios que les rodean, han traído a Palestina (como se la conocerá más tarde) unas profundas divisiones sociales y religiosas. El Reino del Norte, ha quedado bajo la influencia helenística y pagana, mientras que Judea o Judá es la zona de Israel que más fiel ha permanecido a las tradiciones de sus mayores. Samaría, que se identificaría más con el antiguo reino de Israel ha sufrido la mayor de las influencias paganas, pues quedaron muy pocos israelitas y esa zona se repobló con habitantes paganos próximos a Israel que no pertenecían a la raza semítica original. Para un judío de la época de Jesús, los samaritanos (aún los de raza semítica) eran traidores y paganos, pues además de estas influencias idolátricas del imperio seleúcida, en la época del Reino de Israel incluso habían levantado un Templo como identidad nacional en contra del Templo de Salomón.

Por eso, un judío piadoso se negaba incluso a pisar la tierra samaritana, pues la consideraban impura y la zona norte de Israel (Galilea) aunque sí se consideraba judía, se les miraba mal por las influencias extranjerizantes a las que habían sido sometidos y se les juzgaba como un pueblo bárbaro, pobre e inculto, pese a que detentaban los territorios más fértiles de la época.

Jesús se va a Galilea porque es la zona de menor influencia de Herodes y posteriormente del sanedrín, porque es su región de origen y porque aunque es cierto que la población es mayoritariamente más inculta que al sur, es de un carácter más noble y leal, aunque rudo. En Galilea siempre se encontrará más cómodo que en la capital.

Para un judío de esa época, las alusiones al Reino de Dios, se referían a la instauración del Reino de David, la unificación política del país, la expulsión e independencia respecto de los paganos y que comenzara una nueva época de explendor en el que las riquezas de las naciones llegarían a Sión (el monte sobre el que se alza el templo de Salomón).

Así se ven las reiticencias de varios de los apóstoles a creer: Natanael con su "¿acaso puede salir algo bueno de Galilea?" o Pedro cuando no cree posible el Reino ante el aviso de su hermano Andrés, demasiados años sometidos a otros y con unas expectativas demasiado humanas.

Son esas expectativas que mezclan lo político con lo religioso el caldo de cultivo ideal para el terrorismo de los celotes. Muchos se habían alzado como otros Macabeos, incluso con tintes mesiánicos, para terminar crucificados en los caminos que llevan a Jerusalén.

Nadie o muy pocos entendían la liberación de Israel como la liberación sobre el pecado y la muerte, salvo algún rabí lírico, como podía ser Gamaliel... Es esta época en la que aparece Jesús. Por eso Judas pretende convertirle en rey político, por eso nadie comprende su mensaje. ¿Cómo va a hablar de "poner la otra mejilla" el que se supone que nos tiene que liberar de la violencia romana? Es inadmisible.

Es una de las razones por las que Jesús trata de mover la conversión de los corazones a Dios antes que hablar del Reino. Por eso, cada vez que tratan de hacerle rey huye, se retira y se escapa. No es ése su modo de reinar.

Para todos los que conozcáis un poco el contexto de esta época, veréis que el resumen es muy pobre, pero como me meta a explicar más, en vez de rezar damos una clase, así que quien quiera más que se lea el libro Jerusalén en tiempos de Jesús, de Joaquín Jeremías.

Miramos a Jesús:

El Señor comienza su misión apostando fuerte. Inicia su andadura prometiendo que el Reino de Dios está cerca. Ya hemos visto qué entendía el Pueblo Elegido por Reino de Dios. Ahora vamos a ver qué entiende Jesús. Cada vez que Jesús hace un milagro lo explica diciendo que es un signo de que el Reino de Dios está con ellos. Él trae la salvación, Él es el Reino de Dios. El Reino de Dios es aceptarle aÉl como venido del Padre y obedecerle. "Seréis mis amigos si hacéis lo que Yo os mando". ¿Quién puede arrogarse tal autoridad? O Jesús está rematadamente loco o realmente el Reino de Dios ha venido a nosotros de su mano.

Es el Reino de la Paz, es el Reino de la Justicia y aunque quede cursi, es el Reino del amor. Esto es lo que casi nadie acepta. Nadie quiere ser radiclamente amado, todos quremos merecernos el amor, ser dignos, pero nadie puede ser digno de amor ante Dios. O te dejas amar o lo rechazas, pero no puedes merecerlo. Tú verás.

"Creed la Buena Nueva", creed que Yo he venido para salvaros a todos. La mirada de Jesús debía tener un magnetismo poderoso, pues en seguida comienza la gente a seguirle, a interesarse por lo que dice y a beneficiarse de su milagros. Todavía no le hemos visto hacer ninguno. Simplemente recorre la Tierra Prometida seduciendo y pidiendo la conversión de los pecados a la vida con Dios. Exige que vuelvan a ser fieles al Padre, que vuelvan a mirarle.

Jesús pide a un Pueblo amargado por la pérdida de soberanía durante siglos que vuelvan a confiar en un Dios que durante dos largos siglos no les ha enviado ningún profeta, ni ningún juez, ni nadie que les libre de la cautividad. Parece que en la época más larga en la que Dios ha guardado silencio y ha olvidado a su Pueblo, de pronto Jesús irrumpe diciendo que se ha cumplido el tiempo y Dios nos va a salvar definitivamente y para siempre... ¡Está cerca el Reino de Dios! No es de extrañar que entre sus más cercanos se cuele algún celote.

Es como si Jesús gritara: "¡Convertíos, cambiad de vida y creed que Dios os va a salvar en breve!". Un mensaje que va a ser malinterpretado por casi todos. Las expectativas son otras y Jesús desde el principio se da cuenta de que tiene que realizar un trabajo personal con cada uno, que tiene que explicar muchas cosas, muy despacio y con mucho cuidado. Tiene un gran trabajo por delante. Parece como si se frotara las manos impaciente por comenzar...

Así es como Jesús va a tener paciencia contigo, también, te va a explicar las cosas despacito, permitirá que te equivoques y pienses que la salvación pasa por cosas que jamás se le ocurrieron a Él y cuando comprendas lo más importante de todo, te invitará a que tú también tengas esa paciencia y ese buen hacer para hacerte entender por los que te rodean. El Reino de Dios nos está esperando y ¿qué podemos hacer para disfrutarlo? Hacer lo que Jesús nos diga, seguirle con toda confianza, ir dentrás de Él, agarrarnos de su mano y dejar que Él nos lleve por donde le de la gana porque Él es el Reino de Dios y si consigues no imitarle, sino Vivir con Él estarás viviendo ya hoy el Reino de Dios... Ya, pero todavía no en plenitud.

Dispon tu corazón al seguimiento de Jesús. ¡Déjate de vainas! No se trata de ver qué cositas haces o dejas de hacer. Se trata de mirar a Jesús a los ojos y dejarte seducir por Él y Él y sólo Él, por amor a ti, te irá convirtiendo, irá cambiando tu vida hasta que no te reconozcas. Déjate arrastrar por la ola de la Gracia que Dios ha traído para ti.

Jesús y sólo Él es lo único importante, todo lo demás es lo de menos.

Habla tranquilo de todo esto con Él, pídele que venza en tu corazón que puedas convertirte y así podrás disfrutar del Reino de los Cielos. Habla con tu Madre, con el Padre y con el Espíritu Santo y cuando termines...

Reza un Avemaría pidiendo a María luces para comenzar tu nueva vida con Cristo. Para siempre, para siempre, para siempre...

2 comentarios:

  1. Excelente, gracias. Estoy preparando una catequesis para niños sobre el Anuncio del Reino de los Cielos, y esta explicación me ha ayudado. Gracias!

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  2. No son propiamente catequesis, sino ratitos de oración. Mientras te sirvan, yo encantado.

    Muchas gracias a ti por leer esto y un abrazo.

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