viernes, 30 de octubre de 2015

La importancia de la parroquia: LA ÚLTIMA FRONTERA

A veces me canso de la parroquia (se llama desaliento), de hacer una y otra vez lo mismo, de intentar sacar las cosas adelante y ver que la gente va a otro "rollo", que tienen otros intereses y el apostolado no es prioritario... O quizás, lo que yo trato de sacar adelante no les interesa...

A veces me canso de tirar de gente que no quiere "ascender" o que ven que prefieren otra cosa. Me canso de sacar adelante grupos y que la gente se vaya a movimientos que "funcionan" mejor... ¡y tienen razón! y eso me saca de quicio.

Y te preguntas: ¿para qué sirve la parroquia? Cuando si quieres influir en tu ambiente es más"eficaz" un movimiento o una institución de la Iglesia distinta a la parroquia.

Y entonces ves con claridad por qué la comunidad básica eclesial, después de la familia evidentemente, es la parroquia.

No conozco ni un sólo movimiento dentro de la Iglesia que no pueda expulsar a un miembro por no cumplir los objetivos del movimiento. No conozco ni un sólo movimiento de la Iglesia que no haya surgido por una necesidad de ser "eficaz", salvo los franciscanos y quizás el oratorio de San Felipe de Neri e incluso éste surge para ser "eficaz" en la atención a los chavales.

Con lo cual los tontos, los mediocres, los que no dan la talla, incluso los que no quieren entregarse del todo, no cabrían en la Iglesia. Al final, te das cuenta de que la parroquia es la estructura más pobrecita, más pecaminosa, más lenta y más necesaria de la Iglesia. De la parroquia no podemos echar a nadie que realmente sea católico. A lo mejor no puede dar catequesis, a lo mejor no puede llevar un grupo, pero todos cabemos en la parroquia y todos debemos ser acogidos en las parroquias y no se nos puede expulsar a nadie, salvo herejías, apostasías o cismas...

Por eso, las parroquias no acaban de salir adelante, por eso siempre habrá estructuras más apostólicas, más santas y mejores que las parroquias. Pero si te expulsan de tu movimiento, ¿dónde te recogerían? En tu parroquia.

Es cierto que cuando intentas montar una comunidad de fe, los que de verdad quieren se van a encontrar conque hay gente que no acaba de querer, que van y dejan de ir, que no acaban de tirar para arriba nunca, que pactan con la mediocridad y nos pueden dar ganas de mandarlos a paseo y quedarnos con ese movimiento tan guay que hemos conocido. Vamos en una barquichuela que hace aguas por todas partes y vemos cómo nos adelantan por la derecha miles de embarcaciones poderosas y eficaces. Nosotros navegamos con grandes rémoras.

Pues, ¡chico!, ¿qué quieres que te diga? Tienes derecho a embarcarte en una empresa grande y formidable, con muchos más medios que tu parroquia. Desde luego que puedes y en ocasiones te diré que hasta deberías hacerlo... pero si tú te vas... ¿quién me va a ayudar a sacar adelante a todos los mediocres que quedan atrás?

Desde luego hay gente con vocación a sacar adelante los grandes movimientos de la Iglesia y realmente los que quedamos en las parroquias es porque no tenemos vocación para otras cosas más estupendas... ¿o sí existe una vocación a amar lo pequeñito, lo fracasado, lo inútil en la Iglesia y a dar nuestras vidas para alimentar a los que todavía no han descubierto a Cristo en plenitud? Es cierto que quizás los que se quedan atrás no se merecen que tú detengas máquinas por ellos, pero a lo mejor Dios te ha dado un motor con muchos caballos para que puedas sacarles adelante.

Realmente, cada vez me doy más cuenta de que Dios no me quiere en "cuerpos de élite", sino sacando la basura de su Iglesia. Ayudando, amparando, animando, confortando, fortaleciendo y convenciendo a los que no acaban de tirar para arriba. Para eso, Dios me tiene que dar ciertas virtudes que todavía no me ha entregado y me tiene que ampliar el corazón a la medida del suyo. También es cierto, que aunque me quede atrás, necesito ver los frutos que dan otros más grandes y estupendos que yo para animarme y ver que es posible la conversión. Los grandes quizás necesiten que yo les entregue lo mejor de lo que dispongo para cumplir su tarea y yo necesito es aliento que de vez en cuando me llega al ver que uno se convirtió y hoy vuela influyendo en sus ambientes de una manera formidable ¡y da gusto!. También se necesita que esos pequeños remolcadores pongan a funcionar a aquellos grandes buques que luego se lanzarán a la mar.

Pero lo que realmente necesitamos es que el Espíritu de Dios nos cambie el corazón por el Suyo y podamos amar como Él ama, aunque tengamos que sufrir como Él sufre. Eso es un corazón sacerdotal y lo demás tonterías.

Y ahora una pregunta capciosa: aunque estés en un movimiento formidable y tú no lo necesites, ¿no podrías ayudar a los curas de tu parroquia a montar un apostolado que merezca la pena?

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