sábado, 19 de agosto de 2023

Catequesis juveniles tercero: CARIDAD, GOZO Y PAZ

Las siguientes catequesis las veremos de la mano de "corazones.org"


De los frutos de caridad, de gozo y de paz
Ver también caridadgozo y paz

Los tres primeros frutos del Espíritu Santo son la caridad, el gozo y la paz, que pertenecen especialmente al Espíritu Santo.

Los tres primeros frutos del Espíritu Santo son los más importantes y los de mayor calado. Derivan directísimamente de Dios y sin ellos no podría empezar la obra de la santificación de nuestra alma. Si no se encuentran en alguien de ningún modo, habría que dudar realmente de si está en gracia.

-La caridad, porque es el amor del Padre y del Hijo
-El gozo, porque está presente al Padre y al Hijo y es como el complemento de su bienaventuranza.
-La paz, porque es el lazo que une al Padre y al Hijo.

Estos tres frutos están unidos y se derivan naturalmente uno del otro.
-La caridad o el amor ferviente nos da la posesión de Dios
-El gozo nace de la posesión de Dios, que no es otra cosa que el reposo y el contento que se encuentra en el goce del bien poseído.
-La paz que, según San Agustín; es la tranquilidad en el orden. Mantiene al alma en la posesión de la alegría contra todo lo que es opuesto. Excluye toda clase de turbación y de temor.

Si Dios te regala la Caridad (el amor que hay en Dios), lo normal es que vivas con una inmensa alegría por el bien alcanzado, que nada te pueda quitar: tribulaciones, cruz, incomprensiones, injusticias... Incluso tu propio pecado y la experiencia de tu debilidad no pueden arrancarte la alegría del Amor de Dios y ello te lleva a vivir en la confianza de ese amor, en la tranquilidad de que si Dios te quiere nada puede ir realmente mal porque sabes que tu Padre es poderoso para cumplir su promesa. Los que viven agobiados por cómo va el mundo, puede ser que les falte esa caridad que les lleve a la paz del corazón.

La santidad y la caridad valen mas que todo
La caridad es el primero entre los frutos del Espíritu Santo, porque es el que más se parece al Espíritu Santo, que es el amor personal, y por consiguiente el que más nos acerca a la verdadera y eterna felicidad y el que nos da un goce más sólido y una paz más profunda. Dad a un hombre el imperio del universo con la autoridad más absoluta que sea posible; haced que posea todas las riquezas, todos los honores, todos los placeres que se puedan desear; dadle la sabiduría más completa que se pueda imaginar; que sea otro Salomón y más que Salomón, que no ignore nada de toda lo que una inteligencia pueda saber; añadidle el poder de hacer milagros: que detenga al sol, que divida los mares, que resucite los muertos, que participe del poder de Dios en grado tan eminente como queráis, que tenga además el don de profecía, de discernimiento de espíritus y el conocimiento interior de los corazones. El menor grado de santidad que pueda tener este hombre, el menor acto de caridad que haga, valdrá mucho más que todo eso, porque lo acercan al Supremo bien y le dan una personalidad más excelente que todas esas otras ventajas si las tuviera; y esto, por dos razones:

1- Porque participar de la santidad de Dios, es participar de todo lo más importante, por decirlo así, que hay en Él. Los demás atributos de Dios, como la ciencia, el poder, pueden ser comunicados a los hombres de tal manera que les sean naturales. Unicamente la santidad no puede serles nunca natural (sino por gracia).

2- Porque la santidad y la felicidad son como dos hermanas inseparables y porque Dios no se da ni se une más que a las almas santas y no a las que sin poseer la santidad, poseen la ciencia, el poder y todas las demás perfecciones imaginables.

Por lo tanto, el grado más pequeño de santidad o la menor acción que la aumente, es preferible, a los cetros y coronas. De lo que se deduce que perdiendo cada día tantas ocasiones de hacer actos sobrenaturales, perdemos incontables felicidades, casi imposibles de reparar.

De modo que realmente la santidad no está en hacer mil cosas eminentes, sino en amar de modo eminente. No muchas cosas, sino amar mucho. Lo que nos acerca a Dios y nos hace semejantes a Él no es ser perfectos, sino ser perfectos en el amor, amar como Él ama. Esto es lo más grande a lo que podemos aspirar en toda la vida y es imposible conseguirlo sino por pura gracia de Dios, si somos capaces de responder con toda nuestra voluntad a esa gracia tan excelsa.

No podemos encontrar en las criaturas el gozo y la paz, que son frutos del Espíritu Santo, por dos razones.

1- Porque únicamente la posesión de Dios nos afianza contra las turbaciones y temores, mientras que la posesión de las criaturas causa mil inquietudes y mil preocupaciones. Quien posee a Dios no se inquieta por nada, porque Dios lo es todo para él, y todo lo demás solo vale en relación a El y según El lo disponga.

2- Porque ninguno de los bienes terrenos nos puede satisfacer ni contentar plenamente. Vaciad el mar y a continuación, echad en él una gota de agua: ¿llenaría este vacío inmenso? Todas las criaturas son limitadas y no pueden satisfacer el deseo del alma por Dios. La paz hace que Dios reine en el alma y que solamente Él sea el dueño. La paz mantiene al alma en la perfecta dependencia de Dios. Por la gracia santificante, Dios se hace en el alma como una fortaleza donde habita. Por la paz se apodera de todas las facultades, fortificándolas tan poderosamente que las criaturas ya no pueden llegar a turbarlas. Dios ocupa todo el interior. Por eso los santos están tan unidos a Dios lo mismo en la oración que en la acción y los acontecimientos más desagradables no consiguen turbarlos.

Preguntas para hacer a los chavales:

1.- ¿Qué te quita la paz? Una cosa es tener preocupaciones y otra quitarte la paz.

2.- ¿Vives con alegría o vives triste? ¿Por qué? Analiza despacito las causas y razones.

3.- ¿Alguna vez has vivido realmente alegre y confiado?

4.- ¿Alguna vez has perdido esa alegría que te dio la propia conversión? ¿Qué pasó?

5.- ¿Qué es lo que te da verdadera alegría y paz?

6. ¿Qué es lo que hace que los santos vivan con tanta alegría en las dificultades?

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