Lo siento mucho, pero no me da la vida para atenderlo todo. Es necesario tener un poco de paz y como comprederéis prefiero dedicar este rato que dedico al blog a rezar y a preparar los grupos que llevo con tranquilidad. Así que cierro el blog. Alguna vez, colgaré algo, pero ya no será habitual.
Muchas gracias por todo y espero que sigáis rezando por este pecador. Un fuerte abrazo
Borja
¡Señor que yo sea capaz de amar como Tú Amas, que sea capaz de sufrir como Tú sufres!
lunes, 29 de noviembre de 2010
miércoles, 24 de noviembre de 2010
domingo, 14 de noviembre de 2010
Dar la vida:
Es un artículo de Jaime Nubiola en "Invitación a pensar":
Los dramáticos acontecimientos del 16 de abril del 2007 en el campus de la prestigiosa Universidad Virginia Tech nos conmovieron a todos, quizás en particular a quienes trabajamos en el mundo universitario. Un total de treinta y dos personas fueron abatidas a tiros por un estudiante coreano que finalmente se suicidó. Dos fueron disparadas a primeras horas de la mañana en un dormitorio de estudiantes, y dos horas más tarde, otras veintinueve personas morían por los disparos en Norris Hall, donde se imparten las clases de ingeniería.
En cierto sentido, aquella terrible carnicería me interpelaba personalmente pues, en abril del 2004, fui invitado por la profesora Rosa Mayorga a tomar parte en un congreso sobre Charles Peirce en la Virginia Tech, con ocasión del vigésimo aniversario del Departamento de Filosofía. En mis días en el campus pude recorrer sus hermosos espacios, la imponente biblioteca e incluso vi desde fuera los dos edificios en los que han ocurrido estos trágicos sucesos. Hice también algunos amigos entre los colegas del claustro académico y pude hablar con unos cuantos estudiantes.
Mi ponencia trató sobre la clasificación de los saberes y la interdisciplinariedad. En ella defendí la necesidad de la creación de espacios afectivos de cordialidad para una efectiva comunicación interdisciplinar, para un verdadero trabajo en equipo. En mi presentación decía al auditorio que el papel de un pequeño departamento de filosofía en una gran universidad tecnológica como aquella era el de recordar a sus colegas que «la ley de la verdad y la ley del amor —en palabras de Peirce— son una y la misma», y que, por tanto, debían enseñar a trabajar codo con codo a personas de muy distintos intereses al servicio de una tarea común. Después de mi intervención tuvimos un animado debate, pues algunos de mis oyentes consideraban mi propuesta un tanto ingenua para una sociedad tan competitiva como la norteamericana, mientras que a otros les entusiasmaba la perspectiva que mis palabras les abría.
Tres años después, aquella matanza parece demostrar que yo estaba equivocado, que efectivamente en la universidad americana no hay sitio para el amor. Incluso he leído en la prensa norteamericana a los que argumentan que si los estudiantes hubieran ido armados habrían sido capaces de «neutralizar» al asesino y otras barbaridades de un tenor semejante.
Nada más conocer la noticia, en todos los países europeos echamos unánimemente la culpa de aquella tragedia a la laxa legislación americana que permite comprar armas con tanta facilidad. Pero todos sabemos que, de ordinario, las culpas no están en las leyes y en las estructuras, sino sobre todo en las personas. Como escribía Charles Krauthammer en The Washington Post, el problema se encuentra no en la facilidad para adquirir armas, sino más bien en la dificultad que tiene la sociedad norteamericana —¡y la nuestra!— para detectar a las personas perturbadas y recluirlas en centros psiquiátricos para que no dañen a los demás. Muchos de los casos de violencia doméstica y de delincuencia criminal que suceden en nuestro país muestran también —y muy a las claras— que ese problema es quizá también el nuestro.
Sin embargo, mi percepción de la tragedia de Virginia Tech cambió del todo cuando tuve noticia de la gesta de Liviu Librescu, uno de los héroes de ese luctuoso día. Librescu, judío rumano superviviente del Holocausto, era un profesor de ingeniería aeronáutica, ya mayor, que había recibido un notable reconocimiento internacional a lo largo de su vida. Aquella mañana ventosa y fría estaba dando su clase de mecánica en Norris Hall cuando de pronto comenzaron a oírse los inconfundibles sonidos de unos disparos muy cercanos. Los estudiantes se tiraron asustados al suelo y Librescu se abalanzó hacia la puerta para obstruir la entrada, mientras decía a los estudiantes que salieran por la ventana del aula que se encuentra situada en un segundo piso. «Recuerdo —ha relatado una de las alumnas, Caroline Merrey, en Roanoke Times, el periódico local— que miré por encima del hombro antes de saltar y le vi junto a la puerta. No estaría aquí si no fuera por él». Librescu fue acribillado por cinco balas que atravesaron la puerta que estaba bloqueando con su cuerpo. El profesor había dado la vida por salvar a sus alumnos. Sin duda, Librescu había salvado también a toda la Universidad: su heroísmo nos reconcilia a todos con el género humano. De nuevo, el amor ha podido más que la muerte.
sábado, 13 de noviembre de 2010
Casi, casi como una boda en Santa Bárbara:
Perdonadme por la tabarra que he dado hoy con "El violinista sobre el tejado", pero es que hay películas inmortales de las que siempre podemos aprender a rezar y a vivir.
Un abrazo y ya no os doy más la murga por hoy.
Un abrazo y ya no os doy más la murga por hoy.
La oración del sábado:
Nosotros, vamos a Misa, que es más grande, ¿la celebramos con más cariño que ellos rezan en sábado?
No hay nada mayor que el amor de Dios.
No hay nada mayor que el amor de Dios.
¿Do you love me?
No se trata de lo que haces por mí... ¿Me quieres? Todos necesitamos de vez en cuando una dosis de cariño. La parte más bonita de toda la película. Dile muchas veces que le quieres, pero díselo de verdad. No hay cosa que nos devuelva tanto la alegría como saber que tenemos a alguien que nos quiere de un modo muy especial... ¿Quién me quiere a mí?
Es insustituible. Nadie me quiere como Dios. ¡Qué gran suerte he tenido! Aunque a veces me gustaría poder abrazarle. Eso es algo que me reserva para el Cielo. Así sé que aún puedo esperar salvarme porque no hay nada que desee más que verle la cara y darle un abrazo de los que rompen las costillas.
Ojalá los matrimonios pudoérais amaros como mi Señor me ama a mí.
Es insustituible. Nadie me quiere como Dios. ¡Qué gran suerte he tenido! Aunque a veces me gustaría poder abrazarle. Eso es algo que me reserva para el Cielo. Así sé que aún puedo esperar salvarme porque no hay nada que desee más que verle la cara y darle un abrazo de los que rompen las costillas.
Ojalá los matrimonios pudoérais amaros como mi Señor me ama a mí.
Los proyectos de los padres no son definitivos:
Es cierto que los padres queréis lo mejor para vuestros hijos, pero realmente debéis permitir que Dios entre en vuestros proyectos y haga con vuestros hijos lo que le de la gana. Vosotros sabéis mucho, pero Él sabe más. ¿No crees?
Una de las escenas más alegres que termina de la manera más trágica. Duran poco las alegrías en cas del pobre.
La literatura judía de toda esa época se caracterizaba por la tragedia, por la queja constante. Hasta llegar a hartar. Espero que a los cristianos no nos pase. No porque no ocurran cosas malas, sino porque no nos conformemos y luchemos por crear un mundo mejor, una sociedad distinta. Somos una minoría CREATIVA, la iniciativa siempre debe ser nuestra. No vayas nunca a rebufo de la sociedad, crea nuevos cauces, aunque siempre debamos estar dispuestos al martirio. Cristo necesita crucificados que den la vida por sus hermanos. Aunque tú no vayas a ver el cambio, entrégate y contribuirás a que se realice el Reino de Dios en nuestros días. Sólo quien esté dispuestoa morir en la Cruz, será capaz de resucitar esta generación nuestra tan muerta y podrida. Dios te necesita para amar.
viernes, 12 de noviembre de 2010
Parece una broma, pero es una oración preciosa. Fijaos la última parte.
Realmente, ¿se descalabraría demasiado los planes divinos, si tuviéramos una pequeña fortuna? Y después de soñar vuelve a la cruda realidad. Amén. No es malo soñar, siempre que sueñes en los brazos de Dios. ¿No te parece?
Qué seríamos nosotros sin las tradiciones... Esas rutinas que nos hacen más fácil la virtud.
Por cierto, ¿se puede rezar por Zapatero?
El Padre Julio:
En esta foto no sale nada favorecido, pues siempre le recuerdo sonriendo... Aquí tenéis a un sacerdote que ha sido muy importante para mí.
Fue capellán de derecho en la Complutense, cuando yo estudiaba por allí. En momentos difíciles me supo orientar y en parte, que sea sacerdote es culpa suya.
Un gran confesor, se pasaba el día sentado esperando a los estudiantes y años después había que hacer cola de tres cuartos de hora para poder confesarse con él. Es el cura que me ha dicho más verdades como puños, que me han dolido, y que, a la vez, más se lo he agradecido.
¿Por qué hablo de él? Pues porque providencialmente, el otro día, celebró un funeral en Navales; pues ahora son ellos quienes tienen la suerte de contar con su ministerio; y mi padre le llevó a su casa. Y esta mañana me lo he encontrado en un retiro de sacerdotes y he podido volver a hablar con él. ¡Qué maravilla!
Me ha dicho que en Periodismo no me preocupe si no viene nadie, que me pasee por los pasillos saludando a todo el mundo, aunque se queden con la boca abierta como besugos y que me siente a confesar cinco horas cada día que vaya por allí.
Como otros han intentado otras cosas y no ha dado resultado y me fío mucho de este curilla, pues le voy a hacer caso, a ver qué pasa...
Olé, olé y olé por este sacerdote que parece poca cosa hasta que fija en tí su mirada de águila, te sonríe y te complica la vida.
Muchas gracias, padre Julio Sáinz Torres, cmf (claretiano, de los de verdad)
Hoy hablabamos de los jesuitas de la Compañía de Jesús y de los jesuitas de "Jesús, ¡qué compañía!" y nos hemos reído bien. Pues él es claretiano de los de María.
Fue capellán de derecho en la Complutense, cuando yo estudiaba por allí. En momentos difíciles me supo orientar y en parte, que sea sacerdote es culpa suya.
Un gran confesor, se pasaba el día sentado esperando a los estudiantes y años después había que hacer cola de tres cuartos de hora para poder confesarse con él. Es el cura que me ha dicho más verdades como puños, que me han dolido, y que, a la vez, más se lo he agradecido.
¿Por qué hablo de él? Pues porque providencialmente, el otro día, celebró un funeral en Navales; pues ahora son ellos quienes tienen la suerte de contar con su ministerio; y mi padre le llevó a su casa. Y esta mañana me lo he encontrado en un retiro de sacerdotes y he podido volver a hablar con él. ¡Qué maravilla!
Me ha dicho que en Periodismo no me preocupe si no viene nadie, que me pasee por los pasillos saludando a todo el mundo, aunque se queden con la boca abierta como besugos y que me siente a confesar cinco horas cada día que vaya por allí.
Como otros han intentado otras cosas y no ha dado resultado y me fío mucho de este curilla, pues le voy a hacer caso, a ver qué pasa...
Olé, olé y olé por este sacerdote que parece poca cosa hasta que fija en tí su mirada de águila, te sonríe y te complica la vida.
Muchas gracias, padre Julio Sáinz Torres, cmf (claretiano, de los de verdad)
Hoy hablabamos de los jesuitas de la Compañía de Jesús y de los jesuitas de "Jesús, ¡qué compañía!" y nos hemos reído bien. Pues él es claretiano de los de María.
miércoles, 10 de noviembre de 2010
Ciencias de la Información:
Es curioso, estoy de capellán en una de las facultades donde más debería amarse la verdad y, sin embargo, el mayor afán es de camuflar la propia verdad para poder vender opiniones.
Realmente, hasta el edificio es frío. Muy moderno, pero parece que le falta alma.
Gracias a Dios, ya no existe la beligerancia anticristiana que le caracterizaba hace una década, pero ha sido sustituída por una falta de interés apabullante. No sé qué prefiero. Antes podías pelearte, defender la verdad, exponer tus puntos de vista. ahora ya no hay sujeto capaz de pensar. Prefiero un ateo que piensa, que un cristiano cómodo y aburguesado o "hamburguesado". Por lo menos el primero busca la verdad, el segundo no busca ni a Dios.
Tengo una cierta tentación de desánimo. El lunes no vino nadie a Misa y habitualmente celebro para una sola persona. Los católicos que trabajan y estudian aquí, que porcentualmente deberían ser varias docenas, no aparecen. El ambiente que queda reflejado es como si tuvieran miedo del qué dirán y se han hecho con la facultad los que no creen.
Estoy en territorio de misión, pero estoy casi solo. Es cierto, que algún apoyo sí tengo y hay algunas (dos) personas que quieren evangelizar. Lo que me ha hundido ha sido conocer a un católico, que en su parroquia es del consejo parroquial, y en su lugar de trabajo nadie sabe que cree en Cristo. ¿Qué estamos haciendo?
Dios mío, danos fuerza, corage, valentía y una gran dosis de alegría y humanismo. A ver si podemos sacar algo de este estercolero universitario en el que algunos han convertido esta facultad y no hablo de los que se oponen a que exista una capilla, sino de los cristianos frívolos, trémulos, cobardes y acomodaticios.
A ésos es a los que aborrezco, deberían evangelizar, sembrar la facultad de sonrisas, hacer fácil la convivencia con todo el mundo, pero como son cobardes sólo saben quejarse y desaparecer, mirar acusadoramente a todo el mundo y NO HACEN NADA, ¡Qué vergüenza!. Hay días que me gustaría quemar la Iglesia con toda esa gente dentro. Son los que abochornan el nombre de cristianos. Es por ésos por loos que los paganos no respetan a la Iglesia porque se creen que todos somos iguales.. Los otros; los paganos; por lo menos luchan, combaten... ¡viven! El día que consigamos conquistarles serán una auténtica fuerza apostólica.
Si persevero aquí no es por esos cristianos sino por un trabajador de la biblioteca y por un profesor que hacen lo que pueden, con poco fruto y mucho amor de Dios. Y por toda esta turba de personas que no conocen a Cristo, pero tienen sed de algo más en sus vidas de lo que se les está ofreciendo en este mundillo corrupto y rancio del periodismo decimonónico trasnochado.
A ver si conseguimos levantar el nivel y crear una generación de periodistas amantes de la verdad, competentes, grandes profesionales de los medios, que sepan sacar a España adelante. Con la verdad por bandera. Y su búsqueda por meta.
Por Cristo, por la Virgen, por España.... MÁS, MÁS Y MÁS.
Realmente, hasta el edificio es frío. Muy moderno, pero parece que le falta alma.
Gracias a Dios, ya no existe la beligerancia anticristiana que le caracterizaba hace una década, pero ha sido sustituída por una falta de interés apabullante. No sé qué prefiero. Antes podías pelearte, defender la verdad, exponer tus puntos de vista. ahora ya no hay sujeto capaz de pensar. Prefiero un ateo que piensa, que un cristiano cómodo y aburguesado o "hamburguesado". Por lo menos el primero busca la verdad, el segundo no busca ni a Dios.
Tengo una cierta tentación de desánimo. El lunes no vino nadie a Misa y habitualmente celebro para una sola persona. Los católicos que trabajan y estudian aquí, que porcentualmente deberían ser varias docenas, no aparecen. El ambiente que queda reflejado es como si tuvieran miedo del qué dirán y se han hecho con la facultad los que no creen.
Estoy en territorio de misión, pero estoy casi solo. Es cierto, que algún apoyo sí tengo y hay algunas (dos) personas que quieren evangelizar. Lo que me ha hundido ha sido conocer a un católico, que en su parroquia es del consejo parroquial, y en su lugar de trabajo nadie sabe que cree en Cristo. ¿Qué estamos haciendo?
Dios mío, danos fuerza, corage, valentía y una gran dosis de alegría y humanismo. A ver si podemos sacar algo de este estercolero universitario en el que algunos han convertido esta facultad y no hablo de los que se oponen a que exista una capilla, sino de los cristianos frívolos, trémulos, cobardes y acomodaticios.
A ésos es a los que aborrezco, deberían evangelizar, sembrar la facultad de sonrisas, hacer fácil la convivencia con todo el mundo, pero como son cobardes sólo saben quejarse y desaparecer, mirar acusadoramente a todo el mundo y NO HACEN NADA, ¡Qué vergüenza!. Hay días que me gustaría quemar la Iglesia con toda esa gente dentro. Son los que abochornan el nombre de cristianos. Es por ésos por loos que los paganos no respetan a la Iglesia porque se creen que todos somos iguales.. Los otros; los paganos; por lo menos luchan, combaten... ¡viven! El día que consigamos conquistarles serán una auténtica fuerza apostólica.
Si persevero aquí no es por esos cristianos sino por un trabajador de la biblioteca y por un profesor que hacen lo que pueden, con poco fruto y mucho amor de Dios. Y por toda esta turba de personas que no conocen a Cristo, pero tienen sed de algo más en sus vidas de lo que se les está ofreciendo en este mundillo corrupto y rancio del periodismo decimonónico trasnochado.
A ver si conseguimos levantar el nivel y crear una generación de periodistas amantes de la verdad, competentes, grandes profesionales de los medios, que sepan sacar a España adelante. Con la verdad por bandera. Y su búsqueda por meta.
Por Cristo, por la Virgen, por España.... MÁS, MÁS Y MÁS.
Pero qué bien os sienta la elegancia:
martes, 9 de noviembre de 2010
lunes, 8 de noviembre de 2010
La negrita es mía:
VIAJE APOSTÓLICO A SANTIAGO DE COMPOSTELA Y BARCELONA
(6-7 DE NOVIEMBRE DE 2010)
VISITA A LA CATEDRAL
DE SANTIAGO DE COMPOSTELA
(6-7 DE NOVIEMBRE DE 2010)
VISITA A LA CATEDRAL
DE SANTIAGO DE COMPOSTELA
PALABRAS DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
Santiago de Compostela
Sábado, 6 de noviembre de 2010
Sábado, 6 de noviembre de 2010
Señores Cardenales,
Queridos Hermanos en el Episcopado,
Distinguidas Autoridades,
Queridos sacerdotes, seminaristas, religiosos y religiosas,
Queridos hermanos y hermanas,
Amigos todos
En gallego:
Agradezo a Monseñor Xulián Barrio Barrio, Arcebispo de Santiago de Compostela, as amables palabras que agora me tendirixido e ás que correspondo compracido, saudándo vos a todos vós con afecto no Señor e dándovo-las gracias po la vosa presencia neste lugar tan significativo.
[Agradezco a Monseñor Julián Barrio Barrio, Arzobispo de Santiago de Compostela, las amables palabras que me acaba de dirigir y a las que correspondo complacido, saludando a todos con afecto en el Señor y dándoos las gracias por vuestra presencia en este lugar tan significativo.]
Peregrinar no es simplemente visitar un lugar cualquiera para admirar sus tesoros de naturaleza, arte o historia. Peregrinar significa, más bien, salir de nosotros mismos para ir al encuentro de Dios allí donde Él se ha manifestado, allí donde la gracia divina se ha mostrado con particular esplendor y ha producido abundantes frutos de conversión y santidad entre los creyentes. Los cristianos peregrinaron, ante todo, a los lugares vinculados a la pasión, muerte y resurrección del Señor, a Tierra Santa. Luego a Roma, ciudad del martirio de Pedro y Pablo, y también a Compostela, que, unida a la memoria de Santiago, ha recibido peregrinos de todo el mundo, deseosos de fortalecer su espíritu con el testimonio de fe y amor del Apóstol.
En este Año Santo Compostelano, como Sucesor de Pedro, he querido yo también peregrinar a la Casa del Señor Santiago, que se apresta a celebrar el ochocientos aniversario de su consagración, para confirmar vuestra fe y avivar vuestra esperanza, y para confiar a la intercesión del Apóstol vuestros anhelos, fatigas y trabajos por el Evangelio. Al abrazar su venerada imagen, he pedido también por todos los hijos de la Iglesia, que tiene su origen en el misterio de comunión que es Dios. Mediante la fe, somos introducidos en el misterio de amor que es la Santísima Trinidad. Somos, de alguna manera, abrazados por Dios, transformados por su amor. La Iglesia es ese abrazo de Dios en el que los hombres aprenden también a abrazar a sus hermanos, descubriendo en ellos la imagen y semejanza divina, que constituye la verdad más profunda de su ser, y que es origen de la genuina libertad.
Entre verdad y libertad hay una relación estrecha y necesaria. La búsqueda honesta de la verdad, la aspiración a ella, es la condición para una auténtica libertad. No se puede vivir una sin otra. La Iglesia, que desea servir con todas sus fuerzas a la persona humana y su dignidad, está al servicio de ambas, de la verdad y de la libertad. No puede renunciar a ellas, porque está en juego el ser humano, porque le mueve el amor al hombre, «que es la única criatura en la tierra a la que Dios ha amado por sí misma» (Gaudium et spes, 24), y porque sin esa aspiración a la verdad, a la justicia y a la libertad, el hombre se perdería a sí mismo.
Dejadme que desde Compostela, corazón espiritual de Galicia y, al mismo tiempo, escuela de universalidad sin confines, exhorte a todos los fieles de esta querida Archidiócesis, y a los de la Iglesia en España, a vivir iluminados por la verdad de Cristo, confesando la fe con alegría, coherencia y sencillez, en casa, en el trabajo y en el compromiso como ciudadanos.
Que la alegría de sentiros hijos queridos de Dios os lleve también a un amor cada vez más entrañable a la Iglesia, cooperando con ella en su labor de llevar a Cristo a todos los hombres. Orad al Dueño de la mies, para que muchos jóvenes se consagren a esta misión en el ministerio sacerdotal y en la vida consagrada: hoy, como siempre, merece la pena entregarse de por vida a proponer la novedad del Evangelio.
No quiero concluir sin antes felicitar y agradecer a los católicos españoles la generosidad con que sostienen tantas instituciones de caridad y de promoción humana. No dejéis de mantener esas obras, que benefician a toda la sociedad, y cuya eficacia se ha puesto de manifiesto de modo especial en la actual crisis económica, así como con ocasión de las graves calamidades naturales que han afectado a varios países.
En gallego:
Con estes sentimentos, pídolle ao Altísimo que vos conceda a todos a ousadía que tivo Santiago para ser testemuña de Cristo Resucitado, e así permaneza des fieis nos camiños da santidade e vos gastedespola gloria de Deus e poloben dos irmáns máis desamparados. Moitas gracias.
[Con estos sentimientos, pido al Altísimo que conceda a todos la audacia que tuvo Santiago para ser testigo de Cristo Resucitado, y así permanezcáis fieles en los caminos de la santidad y os gastéis por la gloria de Dios y el bien de los hermanos más desamparados. Muchas gracias.]
Homilía del Santo Padre en la Misa de consagración del nuevo temploo de la Sagrada Familia en Barcelona:
CONSAGRACIÓN DE LA IGLESIA DE LA SAGRADA FAMILIA Y DEL ALTAR
HOMILÍA DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
Barcelona
Domingo 7 de noviembre de 2010
Domingo 7 de noviembre de 2010
Estimats germans i germanes en el Senyor:
«La diada d’avui és santa, dedicada a Déu, nostre Senyor; no us entristiu ni ploreu… El goig del Senyor sarà la vostra força» (Ne 8, 9-11). Amb aquestes paraules de la primera lectura que hem proclamat vull saludar-vos a tots els qui us trobeu aquí presents participant en aquesta celebració. Adreço una salutació afectuosa a Ses Majestats els Reis d’Espanya, que han volgut acompanyar-nos cordialment. La meva salutació agraïda al Senyor Cardenal Lluís Martínez Sistach, Arquebisbe de Barcelona, per les seves paraules de benvinguda i la seva invitació a dedicar aquesta Església de la Sagrada Família, suma admirable de tècnica, d’art i de fe. Saludo també al Cardenal Ricard Maria Carles Gordó, Arquebisbe emèrit de Barcelona, als altres Senyors Cardenals i Germans en l’Episcopat, especialment, al Bisbe auxiliar d’aquesta Església particular, com també als nombrosos sacerdots, diaques, seminaristes, religiosos i fidels que participen en aquesta solemne cerimònia. També adreço la meva deferent salutació a totes les Autoritats Nacionals, Autonòmiques i Locals, com també als membres d’altres comunitats cristianes, que s’han unit al nostre goig i a la nostra lloança agraïda a Déu.
[Amadísimos Hermanos y Hermanas en el Señor:
«Hoy es un día consagrado a nuestro Dios; no hagáis duelo ni lloréis… El gozo en el Señor es vuestra fortaleza» (Neh 8,9-11). Con estas palabras de la primera lectura que hemos proclamado quiero saludaros a todos los que estáis aquí presentes participando en esta celebración. Dirijo un afectuoso saludo a Sus Majestades los Reyes de España, que han querido cordialmente acompañarnos. Vaya mi saludo agradecido al Señor Cardenal Lluís Martínez Sistach, Arzobispo de Barcelona, por sus palabras de bienvenida y su invitación para la dedicación de esta Iglesia de la Sagrada Familia, admirable suma de técnica, de arte y de fe. Saludo igualmente al Cardenal Ricardo María Carles Gordó, Arzobispo emérito de Barcelona, a los demás Señores Cardenales y Hermanos en el Episcopado, en especial, al Obispo auxiliar de esta Iglesia particular, así como a los numerosos sacerdotes, diáconos, seminaristas, religiosos y fieles que participan en esta solemne ceremonia. Asimismo, dirijo mi deferente saludo a las Autoridades Nacionales, Autonómicas y Locales, así como a los miembros de otras comunidades cristianas, que se unen a nuestra alegría y alabanza agradecida a Dios.]
Este día es un punto significativo en una larga historia de ilusión, de trabajo y de generosidad, que dura más de un siglo. En estos momentos, quisiera recordar a todos y a cada uno de los que han hecho posible el gozo que a todos nos embarga hoy, desde los promotores hasta los ejecutores de la obra; desde los arquitectos y albañiles de la misma, a todos aquellos que han ofrecido, de una u otra forma, su inestimable aportación para hacer posible la progresión de este edificio. Y recordamos, sobre todo, al que fue alma y artífice de este proyecto: a Antoni Gaudí, arquitecto genial y cristiano consecuente, con la antorcha de su fe ardiendo hasta el término de su vida, vivida en dignidad y austeridad absoluta. Este acto es también, de algún modo, el punto cumbre y la desembocadura de una historia de esta tierra catalana que, sobre todo desde finales del siglo XIX, dio una pléyade de santos y de fundadores, de mártires y de poetas cristianos. Historia de santidad, de creación artística y poética, nacidas de la fe, que hoy recogemos y presentamos como ofrenda a Dios en esta Eucaristía.
La alegría que siento de poder presidir esta ceremonia se ha visto incrementada cuando he sabido que este templo, desde sus orígenes, ha estado muy vinculado a la figura de san José. Me ha conmovido especialmente la seguridad con la que Gaudí, ante las innumerables dificultades que tuvo que afrontar, exclamaba lleno de confianza en la divina Providencia: «San José acabará el templo». Por eso ahora, no deja de ser significativo que sea dedicado por un Papa cuyo nombre de pila es José.
¿Qué hacemos al dedicar este templo? En el corazón del mundo, ante la mirada de Dios y de los hombres, en un humilde y gozoso acto de fe, levantamos una inmensa mole de materia, fruto de la naturaleza y de un inconmensurable esfuerzo de la inteligencia humana, constructora de esta obra de arte. Ella es un signo visible del Dios invisible, a cuya gloria se alzan estas torres, saetas que apuntan al absoluto de la luz y de Aquel que es la Luz, la Altura y la Belleza misma.
En este recinto, Gaudí quiso unir la inspiración que le llegaba de los tres grandes libros en los que se alimentaba como hombre, como creyente y como arquitecto: el libro de la naturaleza, el libro de la Sagrada Escritura y el libro de la Liturgia. Así unió la realidad del mundo y la historia de la salvación, tal como nos es narrada en la Biblia y actualizada en la Liturgia. Introdujo piedras, árboles y vida humana dentro del templo, para que toda la creación convergiera en la alabanza divina, pero al mismo tiempo sacó los retablos afuera, para poner ante los hombres el misterio de Dios revelado en el nacimiento, pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. De este modo, colaboró genialmente a la edificación de la conciencia humana anclada en el mundo, abierta a Dios, iluminada y santificada por Cristo. E hizo algo que es una de las tareas más importantes hoy: superar la escisión entre conciencia humana y conciencia cristiana, entre existencia en este mundo temporal y apertura a una vida eterna, entre belleza de las cosas y Dios como Belleza. Esto lo realizó Antoni Gaudí no con palabras sino con piedras, trazos, planos y cumbres. Y es que la belleza es la gran necesidad del hombre; es la raíz de la que brota el tronco de nuestra paz y los frutos de nuestra esperanza. La belleza es también reveladora de Dios porque, como Él, la obra bella es pura gratuidad, invita a la libertad y arranca del egoísmo.
Hemos dedicado este espacio sagrado a Dios, que se nos ha revelado y entregado en Cristo para ser definitivamente Dios con los hombres. La Palabra revelada, la humanidad de Cristo y su Iglesia son las tres expresiones máximas de su manifestación y entrega a los hombres. «Mire cada cual cómo construye. Pues nadie puede poner otro cimiento que el ya puesto, que es Jesucristo» (1 Co 3,10-11), dice San Pablo en la segunda lectura. El Señor Jesús es la piedra que soporta el peso del mundo, que mantiene la cohesión de la Iglesia y que recoge en unidad final todas las conquistas de la humanidad. En Él tenemos la Palabra y la presencia de Dios, y de Él recibe la Iglesia su vida, su doctrina y su misión. La Iglesia no tiene consistencia por sí misma; está llamada a ser signo e instrumento de Cristo, en pura docilidad a su autoridad y en total servicio a su mandato. El único Cristo funda la única Iglesia; Él es la roca sobre la que se cimienta nuestra fe. Apoyados en esa fe, busquemos juntos mostrar al mundo el rostro de Dios, que es amor y el único que puede responder al anhelo de plenitud del hombre. Ésa es la gran tarea, mostrar a todos que Dios es Dios de paz y no de violencia, de libertad y no de coacción, de concordia y no de discordia. En este sentido, pienso que la dedicación de este templo de la Sagrada Familia, en una época en la que el hombre pretende edificar su vida de espaldas a Dios, como si ya no tuviera nada que decirle, resulta un hecho de gran significado. Gaudí, con su obra, nos muestra que Dios es la verdadera medida del hombre. Que el secreto de la auténtica originalidad está, como decía él, en volver al origen que es Dios. Él mismo, abriendo así su espíritu a Dios ha sido capaz de crear en esta ciudad un espacio de belleza, de fe y de esperanza, que lleva al hombre al encuentro con quien es la Verdad y la Belleza misma. Así expresaba el arquitecto sus sentimientos: «Un templo [es] la única cosa digna de representar el sentir de un pueblo, ya que la religión es la cosa más elevada en el hombre».
Esa afirmación de Dios lleva consigo la suprema afirmación y tutela de la dignidad de cada hombre y de todos los hombres: «¿No sabéis que sois templo de Dios?... El templo de Dios es santo: ese templo sois vosotros» (1 Co 3,16-17). He aquí unidas la verdad y dignidad de Dios con la verdad y la dignidad del hombre. Al consagrar el altar de este templo, considerando a Cristo como su fundamento, estamos presentando ante el mundo a Dios que es amigo de los hombres e invitando a los hombres a ser amigos de Dios. Como enseña el caso de Zaqueo, del que se habla en el Evangelio de hoy (cf. Lc 19,1-10), si el hombre deja entrar a Dios en su vida y en su mundo, si deja que Cristo viva en su corazón, no se arrepentirá, sino que experimentará la alegría de compartir su misma vida siendo objeto de su amor infinito.
La iniciativa de este templo se debe a la Asociación de amigos de San José, quienes quisieron dedicarlo a la Sagrada Familia de Nazaret. Desde siempre, el hogar formado por Jesús, María y José ha sido considerado como escuela de amor, oración y trabajo. Los patrocinadores de este templo querían mostrar al mundo el amor, el trabajo y el servicio vividos ante Dios, tal como los vivió la Sagrada Familia de Nazaret. Las condiciones de la vida han cambiado mucho y con ellas se ha avanzado enormemente en ámbitos técnicos, sociales y culturales. No podemos contentarnos con estos progresos. Junto a ellos deben estar siempre los progresos morales, como la atención, protección y ayuda a la familia, ya que el amor generoso e indisoluble de un hombre y una mujer es el marco eficaz y el fundamento de la vida humana en su gestación, en su alumbramiento, en su crecimiento y en su término natural. Sólo donde existen el amor y la fidelidad, nace y perdura la verdadera libertad. Por eso, la Iglesia aboga por adecuadas medidas económicas y sociales para que la mujer encuentre en el hogar y en el trabajo su plena realización; para que el hombre y la mujer que contraen matrimonio y forman una familia sean decididamente apoyados por el Estado; para que se defienda la vida de los hijos como sagrada e inviolable desde el momento de su concepción; para que la natalidad sea dignificada, valorada y apoyada jurídica, social y legislativamente. Por eso, la Iglesia se opone a todas las formas de negación de la vida humana y apoya cuanto promueva el orden natural en el ámbito de la institución familiar.
Al contemplar admirado este recinto santo de asombrosa belleza, con tanta historia de fe, pido a Dios que en esta tierra catalana se multipliquen y consoliden nuevos testimonios de santidad, que presten al mundo el gran servicio que la Iglesia puede y debe prestar a la humanidad: ser icono de la belleza divina, llama ardiente de caridad, cauce para que el mundo crea en Aquel que Dios ha enviado (cf. Jn 6,29).
Queridos hermanos, al dedicar este espléndido templo, suplico igualmente al Señor de nuestras vidas que de este altar, que ahora va a ser ungido con óleo santo y sobre el que se consumará el sacrificio de amor de Cristo, brote un río constante de gracia y caridad sobre esta ciudad de Barcelona y sus gentes, y sobre el mundo entero. Que estas aguas fecundas llenen de fe y vitalidad apostólica a esta Iglesia archidiocesana, a sus pastores y fieles.
En catalán:
Desitjo, finalment, confiar a l’amorosa protecció de la Mare de Déu, Maria Santissima, Rosa d’abril, Mare de la Mercè, tots els aquí presents, i tots aquells que amb paraules i obres, silenci o pregària, han fet possible aquest miracle arquitectònic. Que Ella presenti al seu diví Fill les joies i les penes de tots els qui vinguin en aquest lloc sagrat en el futur, perquè, com prega l’Església en la dedicació dels temples, els pobres trobin misericòrdia, els oprimits assoleixin la llibertat veritable i tots els homes es revesteixin de la dignitat dels fills de Déu. Amén.
[Deseo, finalmente, confiar a la amorosa protección de la Madre de Dios, María Santísima, Rosa de abril, Madre de la Merced, a todos los que estáis aquí, y a todos los que con palabras y obras, silencio u oración, han hecho posible este milagro arquitectónico. Que Ella presente también a su divino Hijo las alegrías y las penas de todos los que lleguen a este lugar sagrado en el futuro, para que, como reza la Iglesia al dedicar los templos, los pobres puedan encontrar misericordia, los oprimidos alcanzar la libertad verdadera y todos los hombres se revistan de la dignidad de hijos de Dios. Amén.]
Mientras Zapatero está en Afganistán para no presentarse en público ante el Papa y que la gente no le abuchee...
Los monjes del Valle de los Caídos dan misa fuera del recinto monumental
Por Sandra Ferrusola
– 7 noviembre, 2010Galería de imágenes en el interior. El ataque frontal contra los católicos y la verdadera memoria histórica que protagoniza el gobierno de Zapatero, ha vivido otro vergonzoso capítulo durante este fin de semana. Ante la prohibición por parte de la Delegación de Gobierno de dejar asistir a la Santa Misa a numerosos ciudadanos, la comunidad benedictina del Valle de los Caídos ha celebrado misa con un altar portátil en el exterior del recinto monumental. Allí les esperaban más de 300 fieles a los que, por tercera vez en una semana, se les ha negado el paso.
Agentes de la Guardia Civil custodian, por orden de la Delegación del Gobierno, los accesos, con el fin de impedir el acceso a los actos litúrgicos que allí se celebran por supuestos motivos de «seguridad». Patrimonio Nacional, gestor del espacio, cerró las puertas del complejo a las visitas turísticas a principios de abril, con el fin de restaurar el conjunto escultórico de La Piedad, obra paralizada en estos momentos, pero sí permitía el acceso a los actos religiosos. Hasta esta semana, en la que la Delegación del Gobierno lo ha prohíbido.Al frente de la comunidad benedictina ha estado su prior, el Padre Alfredo. Ayer, sin embargo, fue su abad, el que bajó al acceso al monasterio para intentar disuadir a los mandos de la Benemérita para que permitiesen la entrada de los creyentes, sin lograrlo. El abad está hoy en la visita del Papa.
Hoy, día 6 de noviembre, nos ha llovido un torrente de Gracia por la mediación de Su Santidad Benedicto XVI. “Cielos, lloved vuestra justicia”, “Como el rocío empapa la tierra, así mi Palabra…” Gracia infinita del Misericordioso corazón del Padre cuyo rostro conocemos por la Encarnación del Hijo en Jesucristo, Dios nuestro. Gran día de felicidad para España.
Pero en medio de este gozo sufrimos, hoy también, la acritud del odio y la mentira. Hoy, precisamente hoy, este infame gobierno del fundamentalismo laicista más cristofóbico parece decidir el cierre del Valle de los Caídos en Madrid. De momento las noticias son confusas pero lo cierto es que la puerta está absolutamente bloqueada por la Guardia Civil y no se ha podido celebrar la misa de 11,30 para los fieles en la Basílica.
Mientras el Abad de la comunidad benedictina acompañaba al Santo Padre en Santiago de Compostela disfrutando de esa “Caritas in Veritate” que Benedicto XVI pregona con tanta belleza, en otro lugar de España se cerraban las puertas al perdón, sellándolas con el odio de los que rechazan furibundamente a Dios. Pareciera que Zapatero no tenía mejor día para dar este salto cualitativo en la voladura de los puentes que mantienen en paz a las sempiternas “dos Españas”.
Me quedo con la ternura del Santo Padre que nos envuelve en sabiduría y bondad. Me quedo con esa vida entregada al servicio de la Verdad y consagrada al estudio de Dios- la Teología-. Me quedo con el perdón y la misericordia que este apóstol de Jesucristo pregona sin descanso a pesar de sus más de ochenta años. Me quedo con el diálogo entre razón y fe, religión y laicidad, porque el ser humano necesita de ese logos que le guíe en el peregrinar de este mundo, pero sin olvidar que su corazón ansía el religare con Dios, de quien procede esa sed de infinito que alberga el corazón humano.
Santo Padre, ore por nosotros, los españoles. Sabemos que siempre vence la Vida a la muerte, la Verdad a la mentira, el Amor al odio. Pero también nos damos cuenta de que nos quedan unos años de mucho sufrimiento para superar esta situación de acoso y derribo de nuestra fe. ¡Cuesta tanto construir y, sin embargo, en tan poco tiempo se puede destruir! Santo Padre, necesitamos más que nunca su amor paternal. España le quiere y también le necesita.
Miguel Ángel Ortega
[P.S.: después de que se escribiera este comentario, hemos conocido que los monjes benedictinos han ofrecido este domingo una misa de campaña en la puerta del Valle de los Caídos ante la clausura impuesta por el Gobierno socialista. A esta Misa corresponde la imagen que acompaña el presente post].
domingo, 7 de noviembre de 2010
Homilía del Santo Padre en la Misa que celebró en Santiago de Compostela:
SANTIAGO DE COMPOSTELA - 06.11.2010 - 16:30
Plaza del Obradoiro
Santa Misa
Texto original
En gallego:
Benqueridos irmáns en Xesucristo:
Dou gracias a Deus polo don de poder estar aquí, nesta espléndida praza chea de arte, cultura e significado espiritual. Neste Ano Santo, chego como peregrino entre os peregrinos, acompañando a tantos deles que veñen ata aquí sedentos da fe en Cristo Resucitado. Fe anunciada e transmitida fielmente polos Apóstolos, como Santiago o Maior, ao que se venera en Compostela desde tempo inmemorial.
[Amadísimos Hermanos en Jesucristo:
Doy gracias a Dios por el don de poder estar aquí, en esta espléndida plaza repleta de arte, cultura y significado espiritual. En este Año Santo, llego como peregrino entre los peregrinos, acompañando a tantos como vienen hasta aquí sedientos de la fe en Cristo resucitado. Fe anunciada y transmitida fielmente por los Apóstoles, como Santiago el Mayor, a quien
se venera en Compostela desde tiempo inmemorial.]
Agradezco las gentiles palabras de bienvenida de Monseñor Julián Barrio Barrio, Arzobispo de esta Iglesia particular, y la amable presencia de Sus Altezas Reales los Príncipes de Asturias, de los Señores Cardenales, así como de los numerosos Hermanos en el Episcopado y el Sacerdocio. Vaya también mi saludo cordial a los Parlamentarios Europeos, miembros del intergrupo “Camino de Santiago”, así como a las distinguidas Autoridades Nacionales, Autonómicas y Locales que han querido estar presentes en esta celebración. Todo ello es signo de deferencia para con el Sucesor de Pedro y también del sentimiento entrañable que Santiago de Compostela despierta en Galicia y en los demás pueblos de España, que reconoce al Apóstol como su Patrón y protector. Un caluroso saludo igualmente a las personas consagradas, seminaristas y fieles que participan en esta Eucaristía y, con una emoción particular, a los peregrinos, forjadores del genuino espíritu jacobeo, sin el cual poco o nada se entendería de lo que aquí tiene lugar.
Una frase de la primera lectura afirma con admirable sencillez: «Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor con mucho valor» (Hch 4,33). En efecto, en el punto de partida de todo lo que el cristianismo ha sido y sigue siendo no se halla una gesta o un proyecto humano, sino Dios, que declara a Jesús justo y santo frente a la sentencia del tribunal humano que lo condenó por blasfemo y subversivo; Dios, que ha arrancado a Jesucristo de la muerte; Dios, que hará justicia a todos los injustamente humillados de la historia.
«Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que le obedecen» (Hch 5,32), dicen los apóstoles. Así pues, ellos dieron testimonio de la vida, muerte y resurrección de Cristo Jesús, a quien conocieron mientras predicaba y hacía milagros. A nosotros, queridos hermanos, nos toca hoy seguir el ejemplo de los apóstoles, conociendo al
Señor cada día más y dando un testimonio claro y valiente de su Evangelio. No hay mayor tesoro que podamos ofrecer a nuestros contemporáneos. Así imitaremos también a San Pablo que, en medio de tantas tribulaciones, naufragios y soledades, proclamaba exultante: «Este tesoro lo llevamos en vasijas de barro, para que se vea que esa fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros» (2 Co 4,7).
Junto a estas palabras del Apóstol de los gentiles, están las propias palabras del Evangelio que acabamos de escuchar, y que invitan a vivir desde la humildad de Cristo que, siguiendo en todo la voluntad del Padre, ha venido para servir, «para dar su vida en rescate por muchos» (Mt 20,28). Para los discípulos que quieren seguir e imitar a Cristo, el servir a los hermanos ya no es una mera opción, sino parte esencial de su ser. Un servicio que no se mide por los criterios mundanos de lo inmediato, lo material y vistoso, sino porque hace presente el amor de Dios a todos los hombres y en todas sus dimensiones, y da testimonio de Él, incluso con los gestos más sencillos. Al proponer este nuevo modo de relacionarse en la comunidad, basado en la lógica del amor y del servicio, Jesús se dirige también a los «jefes de los pueblos», porque donde no hay entrega por los demás surgen formas de prepotencia y explotación que no dejan espacio para una auténtica
promoción humana integral. Y quisiera que este mensaje llegara sobre todo a los jóvenes: precisamente a vosotros, este contenido esencial del Evangelio os indica la vía para que, renunciando a un modo de pensar egoísta, de cortos alcances, como tantas veces os proponen, y asumiendo el de Jesús, podáis realizaros plenamente y ser semilla de esperanza.
Esto es lo que nos recuerda también la celebración de este Año Santo Compostelano. Y esto es lo que en el secreto del corazón, sabiéndolo explícitamente o sintiéndolo sin saber expresarlo con palabras, viven tantos peregrinos que caminan a Santiago de Compostela para abrazar al Apóstol. El cansancio del andar, la variedad de paisajes, el encuentro con personas de otra nacionalidad, los abren a lo más profundo y común que nos une a los humanos: seres en búsqueda, seres necesitados de verdad y de belleza, de una experiencia de gracia, de caridad y de paz, de perdón y de redención. Y en lo más recóndito de todos esos hombres resuena la presencia de Dios y la acción del Espíritu Santo. Sí, a todo hombre que hace silencio en su interior y pone distancia a las apetencias, deseos y quehaceres inmediatos, al hombre que ora, Dios le alumbra para que le encuentre y para que reconozca a Cristo. Quien peregrina a Santiago, en el fondo, lo hace para encontrarse
sobre todo con Dios que, reflejado en la majestad de Cristo, lo acoge y bendice al llegar al Pórtico de la Gloria.
Desde aquí, como mensajero del Evangelio que Pedro y Santiago rubricaron con su sangre, deseo volver la mirada a la Europa que peregrinó a Compostela. ¿Cuáles son sus grandes necesidades, temores y esperanzas? ¿Cuál es la aportación específica y fundamental de la Iglesia a esa Europa, que ha recorrido en el último medio siglo un camino hacia nuevas configuraciones y proyectos? Su aportación se centra en una realidad tan sencilla y decisiva como ésta: que Dios existe y que es Él quien nos ha dado la vida. Solo Él es absoluto, amor fiel e indeclinable, meta infinita que se trasluce detrás de todos los bienes, verdades y bellezas admirables de este mundo; admirables pero insuficientes para el corazón del hombre. Bien comprendió esto Santa Teresa de Jesús cuando escribió: “Sólo Dios basta”.
Es una tragedia que en Europa, sobre todo en el siglo XIX, se afirmase y divulgase la convicción de que Dios es el antagonista del hombre y el enemigo de su libertad. Con esto se quería ensombrecer la verdadera fe bíblica en Dios, que envió al mundo a su Hijo Jesucristo, a fin de que nadie perezca, sino que todos tengan vida eterna (cf. Jn 3,16).
El autor sagrado afirma tajante ante un paganismo para el cual Dios es envidioso o despectivo del hombre: ¿Cómo hubiera creado Dios todas las cosas si no las hubiera amado, Él que en su plenitud infinita no necesita nada? (cf. Sab 11,24- 26). ¿Cómo se hubiera revelado a los hombres si no quisiera velar por ellos? Dios es el origen de nuestro ser y cimiento
y cúspide de nuestra libertad; no su oponente. ¿Cómo el hombre mortal se va a fundar a sí mismo y cómo el hombre pecador se va a reconciliar a sí mismo? ¿Cómo es posible que se haya hecho silencio público sobre la realidad primera y esencial de la vida humana? ¿Cómo lo más determinante de ella puede ser recluido en la mera intimidad o remitido a la penumbra?
Los hombres no podemos vivir a oscuras, sin ver la luz del sol. Y, entonces, ¿cómo es posible que se le niegue a Dios, sol de las inteligencias, fuerza de las voluntades e imán de nuestros corazones, el derecho de proponer esa luz que disipa toda tiniebla? Por eso, es necesario que Dios vuelva a resonar gozosamente bajo los cielos de Europa; que esa palabra santa no se pronuncie jamás en vano; que no se pervierta haciéndola servir a fines que le son impropios. Es menester que se profiera santamente. Es necesario que la percibamos así en la vida de cada día, en el silencio del trabajo, en el amor fraterno y en las dificultades que los años traen consigo.
Europa ha de abrirse a Dios, salir a su encuentro sin miedo, trabajar con su gracia por aquella dignidad del hombre que habían descubierto las mejores tradiciones: además de la bíblica, fundamental en este orden, también las de época clásica, medieval y moderna, de las que nacieron las grandes creaciones filosóficas y literarias, culturales y sociales de Europa.
Ese Dios y ese hombre son los que se han manifestado concreta e históricamente en Cristo. A ese Cristo que podemos hallar en los caminos hasta llegar a Compostela, pues en ellos hay una cruz que acoge y orienta en las encrucijadas. Esa cruz, supremo signo del amor llevado hasta el extremo, y por eso don y perdón al mismo tiempo, debe ser nuestra estrella orientadora en la noche del tiempo. Cruz y amor, cruz y luz han sido sinónimos en nuestra historia, porque Cristo se dejó clavar en ella para darnos el supremo testimonio de su amor, para invitarnos al perdón y la reconciliación, para enseñarnos a vencer el mal con el bien. No dejéis de aprender las lecciones de ese Cristo de las encrucijadas de los caminos
y de la vida, en el que nos sale al encuentro Dios como amigo, padre y guía. ¡Oh Cruz bendita, brilla siempre en tierras de Europa!
Dejadme que proclame desde aquí la gloria del hombre, que advierta de las amenazas a su dignidad por el expolio de sus valores y riquezas originarios, por la marginación o la muerte infligidas a los más débiles y pobres. No se puede dar culto a Dios sin velar por el hombre su hijo y no se sirve al hombre sin preguntarse por quién es su Padre y responderle a
la pregunta por él. La Europa de la ciencia y de las tecnologías, la Europa de la civilización y de la cultura, tiene que ser a la vez la Europa abierta a la trascendencia y a la fraternidad con otros continentes, al Dios vivo y verdadero desde el hombre vivo y verdadero. Esto es lo que la Iglesia desea aportar a Europa: velar por Dios y velar por el hombre, desde la comprensión que de ambos se nos ofrece en Jesucristo.
Queridos amigos, levantemos una mirada esperanzadora hacia todo lo que Dios nos ha prometido y nos ofrece. Que Él nos dé su fortaleza, que aliente a esta Archidiócesis compostelana, que vivifique la fe de sus hijos y los ayude a seguir fieles a su vocación de sembrar y dar vigor al Evangelio, también en otras tierras.
En gallego:
Que Santiago, o Amigo do Señor, acade abundantes bendicións para Galicia, para os demais pobos de España, de Europa e de tantos outros lugares alén mar onde o Apóstolo e sinal de identidade cristiá e promotor do anuncio de Cristo.
[Que Santiago, el amigo del Señor, alcance abundantes bendiciones para Galicia, para los demás pueblos de España,de Europa y de tantos otros lugares allende los mares, donde el Apóstol es signo de identidad cristiana y promotor del anuncio
de Cristo.]
Plaza del Obradoiro
Santa Misa
Texto original
En gallego:
Benqueridos irmáns en Xesucristo:
Dou gracias a Deus polo don de poder estar aquí, nesta espléndida praza chea de arte, cultura e significado espiritual. Neste Ano Santo, chego como peregrino entre os peregrinos, acompañando a tantos deles que veñen ata aquí sedentos da fe en Cristo Resucitado. Fe anunciada e transmitida fielmente polos Apóstolos, como Santiago o Maior, ao que se venera en Compostela desde tempo inmemorial.
[Amadísimos Hermanos en Jesucristo:
Doy gracias a Dios por el don de poder estar aquí, en esta espléndida plaza repleta de arte, cultura y significado espiritual. En este Año Santo, llego como peregrino entre los peregrinos, acompañando a tantos como vienen hasta aquí sedientos de la fe en Cristo resucitado. Fe anunciada y transmitida fielmente por los Apóstoles, como Santiago el Mayor, a quien
se venera en Compostela desde tiempo inmemorial.]
Agradezco las gentiles palabras de bienvenida de Monseñor Julián Barrio Barrio, Arzobispo de esta Iglesia particular, y la amable presencia de Sus Altezas Reales los Príncipes de Asturias, de los Señores Cardenales, así como de los numerosos Hermanos en el Episcopado y el Sacerdocio. Vaya también mi saludo cordial a los Parlamentarios Europeos, miembros del intergrupo “Camino de Santiago”, así como a las distinguidas Autoridades Nacionales, Autonómicas y Locales que han querido estar presentes en esta celebración. Todo ello es signo de deferencia para con el Sucesor de Pedro y también del sentimiento entrañable que Santiago de Compostela despierta en Galicia y en los demás pueblos de España, que reconoce al Apóstol como su Patrón y protector. Un caluroso saludo igualmente a las personas consagradas, seminaristas y fieles que participan en esta Eucaristía y, con una emoción particular, a los peregrinos, forjadores del genuino espíritu jacobeo, sin el cual poco o nada se entendería de lo que aquí tiene lugar.
Una frase de la primera lectura afirma con admirable sencillez: «Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor con mucho valor» (Hch 4,33). En efecto, en el punto de partida de todo lo que el cristianismo ha sido y sigue siendo no se halla una gesta o un proyecto humano, sino Dios, que declara a Jesús justo y santo frente a la sentencia del tribunal humano que lo condenó por blasfemo y subversivo; Dios, que ha arrancado a Jesucristo de la muerte; Dios, que hará justicia a todos los injustamente humillados de la historia.
«Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que le obedecen» (Hch 5,32), dicen los apóstoles. Así pues, ellos dieron testimonio de la vida, muerte y resurrección de Cristo Jesús, a quien conocieron mientras predicaba y hacía milagros. A nosotros, queridos hermanos, nos toca hoy seguir el ejemplo de los apóstoles, conociendo al
Señor cada día más y dando un testimonio claro y valiente de su Evangelio. No hay mayor tesoro que podamos ofrecer a nuestros contemporáneos. Así imitaremos también a San Pablo que, en medio de tantas tribulaciones, naufragios y soledades, proclamaba exultante: «Este tesoro lo llevamos en vasijas de barro, para que se vea que esa fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros» (2 Co 4,7).
Junto a estas palabras del Apóstol de los gentiles, están las propias palabras del Evangelio que acabamos de escuchar, y que invitan a vivir desde la humildad de Cristo que, siguiendo en todo la voluntad del Padre, ha venido para servir, «para dar su vida en rescate por muchos» (Mt 20,28). Para los discípulos que quieren seguir e imitar a Cristo, el servir a los hermanos ya no es una mera opción, sino parte esencial de su ser. Un servicio que no se mide por los criterios mundanos de lo inmediato, lo material y vistoso, sino porque hace presente el amor de Dios a todos los hombres y en todas sus dimensiones, y da testimonio de Él, incluso con los gestos más sencillos. Al proponer este nuevo modo de relacionarse en la comunidad, basado en la lógica del amor y del servicio, Jesús se dirige también a los «jefes de los pueblos», porque donde no hay entrega por los demás surgen formas de prepotencia y explotación que no dejan espacio para una auténtica
promoción humana integral. Y quisiera que este mensaje llegara sobre todo a los jóvenes: precisamente a vosotros, este contenido esencial del Evangelio os indica la vía para que, renunciando a un modo de pensar egoísta, de cortos alcances, como tantas veces os proponen, y asumiendo el de Jesús, podáis realizaros plenamente y ser semilla de esperanza.
Esto es lo que nos recuerda también la celebración de este Año Santo Compostelano. Y esto es lo que en el secreto del corazón, sabiéndolo explícitamente o sintiéndolo sin saber expresarlo con palabras, viven tantos peregrinos que caminan a Santiago de Compostela para abrazar al Apóstol. El cansancio del andar, la variedad de paisajes, el encuentro con personas de otra nacionalidad, los abren a lo más profundo y común que nos une a los humanos: seres en búsqueda, seres necesitados de verdad y de belleza, de una experiencia de gracia, de caridad y de paz, de perdón y de redención. Y en lo más recóndito de todos esos hombres resuena la presencia de Dios y la acción del Espíritu Santo. Sí, a todo hombre que hace silencio en su interior y pone distancia a las apetencias, deseos y quehaceres inmediatos, al hombre que ora, Dios le alumbra para que le encuentre y para que reconozca a Cristo. Quien peregrina a Santiago, en el fondo, lo hace para encontrarse
sobre todo con Dios que, reflejado en la majestad de Cristo, lo acoge y bendice al llegar al Pórtico de la Gloria.
Desde aquí, como mensajero del Evangelio que Pedro y Santiago rubricaron con su sangre, deseo volver la mirada a la Europa que peregrinó a Compostela. ¿Cuáles son sus grandes necesidades, temores y esperanzas? ¿Cuál es la aportación específica y fundamental de la Iglesia a esa Europa, que ha recorrido en el último medio siglo un camino hacia nuevas configuraciones y proyectos? Su aportación se centra en una realidad tan sencilla y decisiva como ésta: que Dios existe y que es Él quien nos ha dado la vida. Solo Él es absoluto, amor fiel e indeclinable, meta infinita que se trasluce detrás de todos los bienes, verdades y bellezas admirables de este mundo; admirables pero insuficientes para el corazón del hombre. Bien comprendió esto Santa Teresa de Jesús cuando escribió: “Sólo Dios basta”.
Es una tragedia que en Europa, sobre todo en el siglo XIX, se afirmase y divulgase la convicción de que Dios es el antagonista del hombre y el enemigo de su libertad. Con esto se quería ensombrecer la verdadera fe bíblica en Dios, que envió al mundo a su Hijo Jesucristo, a fin de que nadie perezca, sino que todos tengan vida eterna (cf. Jn 3,16).
El autor sagrado afirma tajante ante un paganismo para el cual Dios es envidioso o despectivo del hombre: ¿Cómo hubiera creado Dios todas las cosas si no las hubiera amado, Él que en su plenitud infinita no necesita nada? (cf. Sab 11,24- 26). ¿Cómo se hubiera revelado a los hombres si no quisiera velar por ellos? Dios es el origen de nuestro ser y cimiento
y cúspide de nuestra libertad; no su oponente. ¿Cómo el hombre mortal se va a fundar a sí mismo y cómo el hombre pecador se va a reconciliar a sí mismo? ¿Cómo es posible que se haya hecho silencio público sobre la realidad primera y esencial de la vida humana? ¿Cómo lo más determinante de ella puede ser recluido en la mera intimidad o remitido a la penumbra?
Los hombres no podemos vivir a oscuras, sin ver la luz del sol. Y, entonces, ¿cómo es posible que se le niegue a Dios, sol de las inteligencias, fuerza de las voluntades e imán de nuestros corazones, el derecho de proponer esa luz que disipa toda tiniebla? Por eso, es necesario que Dios vuelva a resonar gozosamente bajo los cielos de Europa; que esa palabra santa no se pronuncie jamás en vano; que no se pervierta haciéndola servir a fines que le son impropios. Es menester que se profiera santamente. Es necesario que la percibamos así en la vida de cada día, en el silencio del trabajo, en el amor fraterno y en las dificultades que los años traen consigo.
Europa ha de abrirse a Dios, salir a su encuentro sin miedo, trabajar con su gracia por aquella dignidad del hombre que habían descubierto las mejores tradiciones: además de la bíblica, fundamental en este orden, también las de época clásica, medieval y moderna, de las que nacieron las grandes creaciones filosóficas y literarias, culturales y sociales de Europa.
Ese Dios y ese hombre son los que se han manifestado concreta e históricamente en Cristo. A ese Cristo que podemos hallar en los caminos hasta llegar a Compostela, pues en ellos hay una cruz que acoge y orienta en las encrucijadas. Esa cruz, supremo signo del amor llevado hasta el extremo, y por eso don y perdón al mismo tiempo, debe ser nuestra estrella orientadora en la noche del tiempo. Cruz y amor, cruz y luz han sido sinónimos en nuestra historia, porque Cristo se dejó clavar en ella para darnos el supremo testimonio de su amor, para invitarnos al perdón y la reconciliación, para enseñarnos a vencer el mal con el bien. No dejéis de aprender las lecciones de ese Cristo de las encrucijadas de los caminos
y de la vida, en el que nos sale al encuentro Dios como amigo, padre y guía. ¡Oh Cruz bendita, brilla siempre en tierras de Europa!
Dejadme que proclame desde aquí la gloria del hombre, que advierta de las amenazas a su dignidad por el expolio de sus valores y riquezas originarios, por la marginación o la muerte infligidas a los más débiles y pobres. No se puede dar culto a Dios sin velar por el hombre su hijo y no se sirve al hombre sin preguntarse por quién es su Padre y responderle a
la pregunta por él. La Europa de la ciencia y de las tecnologías, la Europa de la civilización y de la cultura, tiene que ser a la vez la Europa abierta a la trascendencia y a la fraternidad con otros continentes, al Dios vivo y verdadero desde el hombre vivo y verdadero. Esto es lo que la Iglesia desea aportar a Europa: velar por Dios y velar por el hombre, desde la comprensión que de ambos se nos ofrece en Jesucristo.
Queridos amigos, levantemos una mirada esperanzadora hacia todo lo que Dios nos ha prometido y nos ofrece. Que Él nos dé su fortaleza, que aliente a esta Archidiócesis compostelana, que vivifique la fe de sus hijos y los ayude a seguir fieles a su vocación de sembrar y dar vigor al Evangelio, también en otras tierras.
En gallego:
Que Santiago, o Amigo do Señor, acade abundantes bendicións para Galicia, para os demais pobos de España, de Europa e de tantos outros lugares alén mar onde o Apóstolo e sinal de identidade cristiá e promotor do anuncio de Cristo.
[Que Santiago, el amigo del Señor, alcance abundantes bendiciones para Galicia, para los demás pueblos de España,de Europa y de tantos otros lugares allende los mares, donde el Apóstol es signo de identidad cristiana y promotor del anuncio
de Cristo.]
viernes, 5 de noviembre de 2010
Lecturas del Domingo XXXII del Tiempo Ordinario, ciclo C:
XXXIIº Domingo del Tiempo Ordinario
Primera Lectura
Lectura del segundo libro de los Macabeos 7, 1-2. 9-14
En aquellos días, arrestaron a siete hermanos con su madre. El rey los hizo azotar con látigos y nervios para forzarlos a comer carne de cerdo, prohibida por la Ley.
Uno de ellos habló en nombre de los demás:
- «¿Qué pretendes sacar de nosotros? Estamos dispuestos a morir antes que quebrantar la ley de nuestros padres.»
El segundo, estando para morir, dijo:
- «Tú, malvado, nos arrancas la vida presente; pero, cuando hayamos muerto por su ley, el rey del universo nos resucitará para una vida eterna. »
Después se divertían con el tercero. Invitado a sacar la lengua, lo hizo en seguida, y alargó las manos con gran valor. Y habló dignamente:
- «De Dios las recibí, y por sus leyes las desprecio; espero recobrarlas del mismo Dios.»
El rey y su corte se asombraron del valor con que el joven despreciaba los tormentos.
Cuando murió éste, torturaron de modo semejante al cuarto. Y, cuando estaba para morir, dijo:
El rey y su corte se asombraron del valor con que el joven despreciaba los tormentos.
Cuando murió éste, torturaron de modo semejante al cuarto. Y, cuando estaba para morir, dijo:
- «Vale la pena morir a manos de los hombres, cuando se espera que Dios mismo nos resucitará. Tú, en cambio, no resucitarás para la vida. »
Palabra de Dios.
Salmo responsorial
Sal 16, 1. 5-6. 8 y 15 (R.: 15b)
R: Al despertar me saciaré de tu semblante, Señor.
Señor, escucha mi apelación,
atiende a mis clamores,
presta oído a mi súplica,
que en mis labios no hay engaño. R.
Mis pies estuvieron firmes en tus caminos,
y no vacilaron mis pasos.
Yo te invoco porque tú me respondes, Dios mío;
inclina el oído y escucha mis palabras. R.
Guárdame como a las niñas de tus ojos,
a la sombra de tus alas escóndeme.
Yo con mi apelación vengo a tu presencia,
y al despertar me saciaré de tu semblante. R.
Segunda Lectura
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses 2, 16-3, 5
Hermanos:
Que Jesucristo, nuestro Señor, y Dios, nuestro Padre, que nos ha amado tanto y nos ha regalado un consuelo permanente y una gran esperanza, os consuele internamente y os dé fuerza para toda clase de palabras y de obras buenas.
Por lo demás, hermanos, rezad por nosotros, para que la palabra de Dios, siga el avance glorioso que comenzó entre vosotros, y para que nos libre de los hombres perversos y malvados, porque la fe no es de todos.
El Señor, que es fiel, os dará fuerzas y os librará del Maligno.
Por el Señor, estamos seguros de que ya cumplís y seguiréis cumpliendo todo lo que os hemos enseñado.
Que el Señor dirija vuestro corazón, para que améis a Dios y tengáis la constancia de Cristo.
Palabra de Dios.
Palabra de Dios.
Aleluya Ap 1, 5a y 6b
Jesucristo es el primogénito de entre los muertos; a él la gloria y el poder por los siglos de los siglos.
Evangelio
Lectura del Santo Evangelio según San Lucas 20, 27-38
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos saduceos, que niegan la resurrección, y le preguntaron:
- «Maestro, Moisés nos dejó escrito: Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer, pero sin hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a su hermano. Pues bien, había siete hermanos: el primero se casó y murió sin hijos. Y el segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete murieron sin dejar hijos. Por último murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete han estado casados con ella.»
Jesús les contestó:
- «En esta vida, hombres y mujeres se casan; pero los que sean juzgados dignos de la vida futura y de la resurrección de entre los muertos no se casarán. Pues ya no pueden morir, son como ángeles; son hijos de Dios, porque participan en la resurrección.
Y que resucitan los muertos, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor "Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob". No es Dios de muertos, sino de vivos; porque para él todos están vivos.»
Palabra del Señor.
lunes, 1 de noviembre de 2010
Sólo los tontos son tristes...
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Dejarnos sorprender | El pensamiento chestertoniano tiene una característica que lo hace especialmente atractivo. Es alegre. Sus escritos tienen esa profundidad superficial que se opone diametralmente a lo que entendemos por un escrito académico. La fuente fundamental de esta alegría es una capacidad que todos los hombres tenemos escondida en el fondo del baúl de la inteligencia: el sentido común. Podríamos decir que el sentido común es la llave para leer con provecho los escritos de G.K. Chesterton, y por otra parte el fruto habitual que extraeremos de su lectura. Se basa en la inteligencia misma del hombre que busca la perfección de su propia naturaleza por medio del saber. Y el encontrar esos pequeños destellos de sabiduría produce en el hombre una cierta felicidad o alegría por la satisfacción del logro –siempre en parte– de este objetivo. Chesterton nos hace sentir esta satisfacción con total naturalidad. Llamémosla la “alegría del sentido común”. Para esto el hombre tiene que purificar primero el pensamiento estancado: tiene que estar preparado para dejarse sorprender por la realidad, descubrir la realidad con ojos nuevos. Y después, estar abierto para romper sus esquemas: estar abierto a que la verdad se asome por la ventana y que –literalmente– “nos tire la casa por la ventana”. Quizá esta sea la mayor dificultad que experimenta el pensamiento al verse invadido por el sentido común, que nos hace ver la realidad y descubrir la verdad. Nos cuesta ”romper esquemas”. El hombre de hoy muchas veces está atado a una suerte de presión sobre el pensamiento (una especie de terrorismo ejercido sobre su razón y su espíritu) encajonado en patrones de acción y pensamiento que un ambiente o grupo social le imponen. Y esto es muy cómodo. No te exige pensar por ti mismo. Pero es evidente que esta atadura del pensamiento reduce las aspiraciones del hombre, llevándole a una vida gris y autómata que cada día pierde más su sentido. Cada hombre debe hacer la experiencia de la verdad por sí mismo. Nadie la puede hacer por otro. Cada uno tiene que ejercer su propia capacidad de pensar… nadie puede pensar por otro. Para el hombre que se atreve a dar el valiente paso de enfrentarse al problema del pensamiento, una buena llave es esta “alegría del sentido común”. Es una manera de vivir la vida, que Chesterton ejercitó y predicó: usar el sentido común. |