miércoles, 20 de abril de 2011

Ayer por la noche fallecía una gran amiga mía y de San José María:

Estoy comiendo con un sacerdote amigo mío, Don José María Calderón Castro, que me ha aguantado mucho a lo largo de la vida, y me llaman por teléfono.
- Padre, soy Luis Parrella, ha fallecido mi tía Victoria.- No me sorprende, puesto que era muy mayor y últimamente la veía muy débil y descolocada. Me duele porque habíamos hablado de administrarle la unción de enfermos, aunque no corría peligro inminente. Todos los ancianos pueden recibirla cíclicamente. Pensaba dársela en la semana de Pascua. Además, habitualmente le llevo la comunión los martes, pero ayer no lo hice para que comulgara el Jueves Santo.

Parecen tontadas, pero a un cura le da cargo de conciencia que pasen estas cosas.

En definitiva, Victoria es una mujer encorvadilla, que cuando camina se va apoyando en las paredes. "Es que tengo una pierna un poco más corta que la otra. De joven no lo notaba, pero ahora ya no tengo seguridad". Me explica casi riéndose de sí misma.

He conocido a muchas personas mayores y Victoria me llamaba poderosamente la atención por su alegría. Es una mujer que vive sola y no ha tenido familia directa. Nunca se queja y siempre me habla de sus sobrinos que tanto la miman, y es cierto. Son unos sobrinos excepcionales que la llaman todos los días, le llevan las cuentas, se la llevan a una finca que tienen en Torrelodones, donde Victoria disfruta como una niña...

Es una mujer feliz que busca argumentos para la alegría y no para auto-compadecerse. Siempre me da las gracias, como si no tuviera derecho a comulgar. Siempre me sonríe. Me pide perdón por preguntar "¿quién es?" cada vez que me abre la puerta sin esperar a que conteste. "Es que si no pregunto se enfadan mis sobrinos". Una mujer excepcional. Chiquitita, encorvadita, sonriente y con un corazón tan grande que no le cabe en el pecho. Siempre me daba dinero para Cáritas y me decía siempre, siempre: "Es que lo están pasando tan mal..."

¿Cómo mueren las personas santas? Pues con toda sencillez. Al parecer, se estaba preparando la cena y se le paró el corazón. Al caer no se hizo ningún rasguño, fue como si la vida la depositara en el suelo sin más daños. Su sobrina se la encontró a la mañana siguiente. ¡Qué maravilla tener sobrinos que te van a visitar casi a diario! Hoy por hoy, que cada vez hay más personas que se encuentra su cadáver cuando ya huele mal, ¡qué grande es que te cuide la familia!

Un día me contó que en la guerra civil, un sacerdote se refugió en su casa. Todos los días rezaba el rosario arrodillado en una esquina de la mesa del comedor. Se levanta, me lleva al comedor y acariciando la esquina en cuestión me dice: "Justo aquí, aquí ponía los codos". Beso con reverencia la esquina de la mesa, pues es la reliquia de un santo y le pido a Dios la valentía para afrontar siempre su Voluntad sin dar un paso atrás.

Ese cura no es otro que el protagonista de "Encontrarás dragones". Le tenía muchísimo cariño, a pesar de que no pidió nunca la admisión al Opus Dei. Me cuenta que todos los años escribía a la familia. Me dice sonriendo, recordando con inmenso cariño a San José María Escrivá de Balaguer, que no era en absoluto distiante, que tenía mucho sentido del humor, que les hacía reir como locos y que a ella le tenía un afecto singular. Que sabía tratar con mucho cariño y tener detalles concretos con cada miembro de la familia... Guardaba algunas cartas que les había escrito y me cuenta que les ha hecho muchos favores. ahora no recuerdo si fue a ella o a una hermana suya, que había perdido la vista, la recuperó al encomendarse a sus oraciones.

En fin, tiene un sin fin de anécdotas. Y yo creo que en su momento final, Dios habrá permitido que su amigo sea quien la recoja para llevarla al Cielo junto con todos sus hermanos ya fallecidos y sus padres. Pues, aunque hubiera sido otro cura el refugiado, la generosidad de sus padres de jugarse la vida por esconder a un cura por ser cura en la guerra civil, habrá valido la salvación a toda la familia. Dios paga a los padres en sus hijos.

Foto que tomaron a San José María Escrivá de Balaguer,
"disfrazado" de laico (como le gustaba decir a él), en el año 1937,
para que pudiera falsificar lo papeles que le posibilitarían
esconderse en la Legación de Honduras.

Siempre creyó, aunque yo se lo negara, que yo era del Opus Dei y, a veces, me decía: "Es que me recuerda tanto al Padre..." En esos momentos, trago saliva, la sonrío y le pido que rece por mí. Nunca nos despedíamos sin que se lo pidiera y siempre me decía: "Lo hago todos los días".

Doña Victoria, no deje nunca de hacerlo. Si necesita algo llámeme, sea la hora que sea. Y nunca llamaba por no molestarme.

POR EL AMOR DE DIOS, MOLESTAD A LOS CURAS... ¡¡MATADLOS A TRABAJAR!!

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