AYUNO Y MORTIFICACIÓN (morir al pecado, morir a uno mismo para vivir para Dios) ¿Cómo se vive?
En esta charla no nos interesa qué es la Cuaresma. Tenemos poco tiempo y eso tienen que verlo en catequesis.
Durante la Cuaresma la Iglesia nos invita a convertirnos, utilizando unos medios clásicos de la ascesis cristiana: ORACIÓN, LIMOSNA Y AYUNO.
¿Qué es el ayuno? Es abstenernos de tomar alimento y bebida. ¿Por qué ayunamos? Algunos ayunan para tener un cuerpo bonito, otros por purificar el organismo. Un cristiano cuando ayuna o se mortifica lo hace por varios motivos:
1.- para pedirle perdón a Dios. Desde el Antiguo Testamento, cuando alguien había cometido un pecado mortal se vestía de saco (tela muy dura que raspa), se cubría la cabeza con ceniza y ayunaba. El ayuno es como rechazar todo lo bueno, hacer penitencia, llorar por los propios pecados, mostrar a Dios nuestro arrepentimiento. Hay que hacerlo de tal modo, que sólo Dios lo vea. No puede ser que lo hagamos y la gente nos aplauda. Sólo tiene que verlo el Señor. Hoy por hoy, tampoco está mal que se nos vea, porque va a ser un testimonio para la gente que ya no ayuna mas que por estar guapos. Nosotros ayunamos para Dios.
2.- para pedir un favor a Dios. Desde siempre cuando uno quería pedirle a Dios una gracia especial, hacía un tiempo de ayuno. Abstenernos de las cosas de este mundo para que Dios pueda entrar en nuestro corazón. Decirle a Dios que somos mendigos, ver nuestra debilidad y que sólo Dios puede socorrernos. ES un modo de orar con el cuerpo.
3.- para conocer su voluntad. Las cosas de este mundo pueden ir alejándonos poco a poco de Dios hasta el punto en que muchas veces ya no sabemos buscarle. Si quieres saber qué quiere Dios, si quieres encontrar a Dios, no hay nada mejor que abstenerte de las cosas de este mundo para acercarte a Él, para sintonizar en su misma onda. Es como vaciarte de todo para que el Señor pueda entrar y adueñarse de ti. No se conforma con compartir tu corazón, te quiere por entero. Si no le haces sitio nunca vas a poder encontrarte con Él. El lugar del encuentro con Dios en el Antiguo Testamento era el desierto, cuando renuncias a todo, estás completamente solo para acercarte a Dios.
4.- para prepararnos para cuando tengamos que aceptar la Cruz (como un entrenamiento). Del mismo modo que un atleta se tiene que entrenar para fortalecer los músculos, nosotros tenemos que aprender a renunciar a las cosas por Amor de Dios. Si nunca me niego nada, nunca sabré entregarme completamente por amor. Es un entrenamiento de la voluntad. Si nunca aparto la mirada, nunca sabré tenerla limpia.
5.- para evitar algo que nos induce al pecado o para purificar nuestra voluntad. Igual que un borracho tiene que ir expulsando el alcohol de su organismo para dejar la bebida, igual que un gordo tiene que dejar de tomar alimento para adelgazar, nosotros tenemos que renunciar a aquello que nos hace daño y pasar tiempo lejos de todo eso. Cualquiera puede ver la tele, pero si la tele a mí me impide cumplir con mis deberes, aunque todos puedan verla, yo tendré que renunciar a ella si quiero ser un hombre de provecho. No todo nos viene bien a todos. Algunas veces debemos renunciar a cosas que a los otros no les hacen daño, pero a nosotros sí.
6.- para identificarnos con Jesús en la Cruz. Nuestra meta es llegar al cielo, para eso nuestro corazón tiene que ser como el de Jesús. Tenemos que hacer lo que hizo Jesús, tenemos que llegar a ser Jesús y, para eso, tenemos que llegar a amar como amó Jesús, pero ¿cómo podré amar así si nunca renuncio a nada, si nunca me niego un capricho?
7.- para, de algún modo, compartir el dolor de la Cruz con Jesús, crucificarnos a su lado y hacérsela más llevadera. Acompañarle. Imagínate que la persona a la que más quieres en esta vida tuviera una enfermedad muy grave y sufriera mucho. ¿No querrías sufrir tú en vez de ella? Este argumento sólo lo entienden los que saben amar. Es un modo de acompañar a Jesús en el suplicio de la Cruz, sufrir con Él porque de alguna manera podemos corredimir con Él por los pecados del mundo. Si tú sufres un poco, a Jesús le duele menos la cruz. Se trata de compartir con Él el peso de la Cruz.
8.- corredimir por los pecados del mundo. Acompañar a Jesús en su Cruz tiene un efecto inesperado y es que le ayudas a pagar el precio de nuestra salvación. Le ayudas a salvar el mundo. Si te sacrificas y se lo ofreces a Dios por la salvación de una persona que no cree en Él o que ha pecado gravemente o que está lejos de Él o incluso por tus propios pecados, le estás ayudando a Jesús a salvarnos a todos, eres una parte de Cristo en la Cruz.
Si tenéis alguna duda, ya sabéis...
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