sábado, 28 de abril de 2012

Jornada de oración por las vocaciones:

Este fin de semana en el Seminario Diocesano de Madrid, está teniendo lugar la Jornada de Oración por las Vocaciones.

Desde que era seminarista acudía a estas Jornadas con chavales de mi parroquia, rezábamos, quedábamos con los amigos, nos juntábamos muchos y por fin nos íbamos a tomar un bocata de calamares y una cevecita a la Plaza Mayor.

Siempre he intentado ir el viernes con el arciprestazgo de San Miguel, el mismo en el que está la parroquia de Santa Casilda, con quienes empecé a acudir a esta cita anual.

Este año va a ser diferente, pues los jóvenes de mi parroquia no podían ir el viernes, así que hemos quedado para ir hoy. Vamos a tratar de quedar con un par de seminaristas amiguetes y a rezar un buen rato.

Muchas veces, cuando se habla de vocaciones parece que es necesario hablar de matrimonios... Estoy harto de estas asimilaciones. El matrimonio es una vocación natural, en principio, quien no esté llamado a alguna vocación "especial" está llamado al matrimonio. No hay que rezar demasiado para que nadie se sienta llamado a formar una familia, sólo los locos lo rechazan (y no todos). Si bien es cierto que Cristo lo elevó a sacramento, a signo de salvación y realmente es una vocación divina, pero mientras no falten católicos, no faltarán matrimonios. El problema es que necesitamos curas y religiosos con urgencia. Hay que rezar porque salgan, rogad porque el Padre envíe obreros a su mies...

Realmente es un momento para rezar por las vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa. Para esto sí que hay que estar abierto a la voluntad de Dios y realmente o rezamos o Dios no va a poder abrirse paso en la conciencia de las personas para mostrarles la belleza de esta vocación a Él mismo. ¿Os habéis dado cuenta qué maravilla es el que Dios te quiera para Sí, que quierea reservarte para disfrutarte sólo Él? ¿Qué tesoros escondidos debe tener esta llamada? Pues no os los voy a contar porque sería desvelar el secreto del rey. Si quieres probarlo, planteate en serio tu vida. ¿Para qué vas a vivir?, ¿Para quién vas a vivir?

Una frase se me quedó grabada de San Francisco de Borja, mi santo patrón: "No más serviré a señor que se me pueda morir". Dicho de otro modo, cualquier chica por guapa que sea va a envejecer, le va a cambiar el carácter y puede fallarte y al final morirse y dejarte solo. ¿Quieres asegurarte de estar con alguien que no envejece, nunca falla y siempre te va a amar y tú lo vas a ver cada día más y mejor? Sólo Dios, ¡SÓLO DIOS!

¡SÓLO DIOS!

Un abrazo y sed ambiciosos... ¡Aspirad a lo mejor!


jueves, 26 de abril de 2012

Punto y aparte sobre las apariciones de María...

    Es curioso... Llevo unos días y siempre que he hablado con un cura "con entendederas" de las apariciones marianas, me ha remitido al catecismo, a lo que dice la Iglesia que ya publicamos en su día sobre las "revelaciones particulares" y la "Revelación pública".

    ¿Por qué he hecho este experimento? Porque un amigo mío me dijo que siempre decimos lo mismo... pues ¡Gracias a Dios! Por lo menos todos coincidimos en hacer caso al Catecismo.

    Este amigo mío, con un cierto tono de reproche me dijo: "Ya, pero si es cierto que María se aparece, ¿no será que tiene algo que enseñarnos que quizás estemos dejando de vivir de la Revelación pública?

    Pues tienes toda la razón, evidentemente, muy pocas veces se predica ya de lo que María prefiere insistir. Quizás por eso, insista tanto.

    Que no vaya a decir nada nuevo, no significa que no nos descubra un Mediterráneo en la comprensión de lo que no sabemos... pero deberíamos saber ya porque está en la Biblia.

    Si os dais cuenta, en todas las apariciones, digamos "válidas" de María siempre insiste en varios puntos:
  1. Existencia del cielo, del purgatorio y del infierno y necesidad de rezar por los pecadores;
  2. Necesidad de la conversión;
  3. Necesidad de los sacramentos;
  4. Necesidad de la lectura y meditación de la Palabra de Dios;
  5. Necesidad de la oración;
  6. Necesidad del Rosario y de la devoción a María;
  7. Necesidad de la penitencia.
  8. Necesidad de cuidar a los hijos más pequeños de Dios.

    Efectivamente, cualquiera de estos temas es importantísimo. Sí, incluso el de rezar el Rosario. Mirad, nuestra fe católica se apoya en un trípode: Santísima Trinidad, Eucaristía, Meternidad divina de María. Si tocas cualquiera de estos puntos de apoyo, tu fe católica cae.

    Hagamos ahora el siguiente experimento: Id a vuestras parroquias durante un ciclo litúrgico y observad cuántas veces se habla de estos temas.

    Os hago una recomendación: Si sobre alguno de estos temas no se habla nunca; tomad lo del rosario por cualquier práctica de devoción a María; uede ser la coronilla, puede ser el Angelus o el Regina Coeli, el Acordaos o cualquier otro acto de amor a María. Simplemente, puede ser acudir con confianza a nuestra Madre...

    Pero si hay algún tema del que no se hable durante todo un año... Yo que vosotros no volvía a esa parroquia.

    ¿Son tan tremendos estos temas? ¿Es tan difícil predicar sobre estos temas?

    Pues sí porque a la gente no le gusta pensar en la posibilidad del infierno. Nos gusta pensar que si somos buenos vamos al Cielo, pero no basta, es necesario aceptar la salvación, son necesarios los sacramentos, la penitencia y la oración.

    Ayer mismo me decía una persona, que es muy buena, que el otro día no le gustó nada lo que prediqué, que le dió miedo... Pero se confesó. De eso se trata, no de meter miedo, sino de que cada uno contraste su vida con lo que Dios nos pide y nos ofrece y que tomemos cartas en el asunto. La predicación no puede consistir en clamar las conciencias, sino en decir lo que Dios quiere. 

    Para evitar sospechas, simplemente dije que no se trata de ser buenos, sino de vivir conforme a la Resurrección de Cristo. Que es necesario ir a Misa y vivir la comunidad de la Iglesia. Vivir la vida de Cristo, apoyarse en la fe de tus hermanos y que ellos puedan apoyarse en la tuya. Que los paganos son buenas personas, pero que eso no basta para salvarse. Que todos tenemos la exigencia moral de buscar la Verdad, no conformarnos con ser buenos.

martes, 24 de abril de 2012

Sobre la Javierada...

Hace unos meses peregrinamos al castillo de Javier, algunos miembros de esta insigne parroquia. Puede parecer que son noticias viejas, pero es que me pasaron este domingo las fotos, así que ahí van unas foticos para que veáis lo mucho que disfrutamos, fuimos con Acción Caótica, perdón, Católica y tuvimos la oportunidad de rezar y hablar un poco con Don Francisco Pérez, el obispo de Pamplona. Fueron unos días inolvidables, de hecho ya están pensando en montarla a lo grande el próximo año...







sábado, 21 de abril de 2012

¿Por qué en algunas apariciones, parece que Nuestra Señora habla con un lenguaje del siglo pasado?

Hablando con un amigo mío, le preguntaba que si las apariciones son un intento de nuestra Madre de explicar cómo vivir hoy el Evangelio; como queda claro en el texto de Ratzinguer que publiqué antes; ¿por qué cuando habla María en determinadas "apariciones" actuales parece que está hablando con un lenguaje decimonónico, difícil de entender hoy?

No me supo dar una respuesta válida, otro amigo mío trató de explicarme que las apariciones dependen de la subjetividad del "vidente". Me pareció razonable y estudiando lo que decía el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe podríamos explicarlo de este modo:

Una vez que hemos estudiado lo que dice el actual Santo Padre en el documento anterior vemos una explicación de cómo se producen las apariciones ante los "videntes":
"Ver interiormente no significa que se trate de fantasía, como si fuera sólo una expresión de la imaginación subjetiva. Más bien significa que el alma viene acariciada por algo real, aunque suprasensible, y es capaz de ver lo no sensible, lo no visible por los sentidos, una especie de visión con los « sentidos internos ». Se trata de verdaderos « objetos », que tocan el alma, aunque no pertenezcan a nuestro habitual mundo sensible. Para esto se exige una vigilancia interior del corazón que generalmente no se tiene a causa de la fuerte presión de las realidades externas y de las imágenes y pensamientos que llenan el alma. La persona es transportada más allá de la pura exterioridad y otras dimensiones más profundas de la realidad la tocan, se le hacen visibles."

De modo que la "aparición" ocurre realmente, pero depende de los modos de comprender y percibir esa realidad sobrenatural de la persona "vidente". De algún modo, el "vidente" explica, como puede, lo que ha visto y ha entendido.

Por eso, los mensajes de Medjugorje parece que tuvieran un lenguaje más actual porque las personas que los reciben tienen una estructura mental más actual que en otras ocasiones...

Esto es un simple intento de explicar los modos, giros y expresiones de las apariciones marianas. Es una tontería de entrada, pero bueno, a mí me ha parecido razonable...

Lo que dice la Iglesia sobre las apariciones de la Virgen...

     Realmente, las apariciones y las manifestaciones de Dios son muy frecuentes en las Sagradas Escrituras y en la Sagrada Tradición de la Iglesia, sin embargo, son fenómenos muy poco estudiados por la teología. De hecho, prácticamente no hay más que un parrafito en los estudios teológicos de un aspirante al sacerdocio sobre estas cuestiones.

     Sin embargo, son temas que interesan mucho en la "piedad popular" que como dice la misma Santa Madre Iglesia es la manifestación más clara de inculturación de la fe en una nación. ¿Por qué se estudia tan poco?

     Creo que es por un cierto rechazo intelectual. El catecismo dice que nada nuevo va a ser revelado desde que se cerró la inspiración de las Escrituras. También dice el Catecismo que una cosa es que no haya nada más que revelar y otra muy distinta que hayamos alcanzado la plenitud de comprensión de lo que ha sido revelado.

     Aquí entra en juego la sabiduría de las "revelaciones privadas". Son un modo de comprender hoy el depósito de la fe y hacerlo comprensible para todo el pueblo. Son modos de hacer actual las enseñanzas de toda la vida. Tal y como predicamos muchos curas, desde hace un tiempo, no me extraña que la Virgen María haya visto la absoluta necesidad de venir a la tierra para ayudarnos a discernir con claridad qué debemos hacer.

     No hace falta creer en ellas. No son objeto de fe católica, pero si son reales, ¿por qué no prestarles atención? Pueden ser una ayuda formidable para la vida cristiana. De hecho, los consejos de las apariciones de Medjugorje han ayudado a vivir la fe mejor a multitud de personas. La Virgen siempre está insistiendo en la necesidad de la oración, de la penitencia y de la conversión de los pecadores. Quizás por eso, haya tante gente que le repugnen las apariciones porque piensan que nadie se condena. ¿Para qué va a advertir la Virgen de algo que es imposible? Esas personas no han leído jamás el evangelio y realmente no son cristianas, sino otra cosa muy distinta.

     Precisamente, creo que si la Virgen se aparece, no habría mensaje más importante que este para anunciarnos: que volvamos a Dios, que nos quiere con locura y está deseando salvarnos, pero que nos tenemos que dejar salvar. Para eso no sólo hubo una aparición de Cristo, sino que Cristo mismo se hizo hombre, murió en una curz por nosotros y Resucitó al tercer día...

Por todo esto, os remito un texto del que fuera prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, cardenal Ratzinguer, explicando ciertos temas discutidos de las apariciones de Fátima. Es un poco largo, pero no tiene desperdicio:


Revelación pública y revelaciones privadas — su lugar teológico

Antes de iniciar un intento de interpretación, cuyas líneas esenciales se pueden encontrar en la comunicación que el Cardenal Sodano pronunció el 13 de mayo de este año al final de la celebración eucarística presidida por el Santo Padre en Fátima, es necesario hacer algunas aclaraciones de fondo sobre el modo en que, según la doctrina de la Iglesia, deben ser comprendidos dentro de la vida de fe fenómenos como el de Fátima.

La doctrina de la Iglesia distingue entre la « revelación pública » y las « revelaciones privadas ». Entre estas dos realidades hay una diferencia, no sólo de grado, sino de esencia. El término « revelación pública » designa la acción reveladora de Dios destinada a toda la humanidad, que ha encontrado su expresión literaria en las dos partes de la Biblia: el Antiguo y el Nuevo Testamento. Se llama « revelación » porque en ella Dios se ha dado a conocer progresivamente a los hombres, hasta el punto de hacerse él mismo hombre, para atraer a sí y para reunir en sí a todo el mundo por medio del Hijo encarnado, Jesucristo. No se trata, pues, de comunicaciones intelectuales, sino de un proceso vital, en el cual Dios se acerca al hombre; naturalmente en este proceso se manifiestan también contenidos que tienen que ver con la inteligencia y con la comprensión del misterio de Dios. El proceso atañe al hombre total y, por tanto, también a la razón, aunque no sólo a ella. Puesto que Dios es uno solo, también es única la historia que él comparte con la humanidad; vale para todos los tiempos y encuentra su cumplimiento con la vida, la muerte y la resurrección de Jesucristo. En Cristo Dios ha dicho todo, es decir, se ha manifestado así mismo y, por lo tanto, la revelación ha concluido con la realización del misterio de Cristo que ha encontrado su expresión en el Nuevo Testamento. El Catecismo de la Iglesia Católica, para explicar este carácter definitivo y completo de la revelación, cita un texto de San Juan de la Cruz: « Porque en darnos, como nos dio a su Hijo, que es una Palabra suya, que no tiene otra, todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola Palabra...; porque lo que hablaba antes en partes a los profetas ya lo ha hablado todo en Él, dándonos al Todo, que es su Hijo. Por lo cual, el que ahora quisiese preguntar a Dios, o querer alguna visión o revelación, no sólo haría una necedad, sino que haría agravio a Dios, no poniendo los ojos totalmente en Cristo, sin querer cosa otra alguna o novedad » (n. 65, Subida al Monte Carmelo, 2, 22).

El hecho de que la única revelación de Dios dirigida a todos los pueblos se haya concluido con Cristo y en el testimonio sobre Él recogido en los libros del Nuevo Testamento, vincula a la Iglesia con el acontecimiento único de la historia sagrada y de la palabra de la Biblia, que garantiza e interpreta este acontecimiento, pero no significa que la Iglesia ahora sólo pueda mirar al pasado y esté así condenada a una estéril repetición. El Catecismo de la Iglesia Católica dice a este respecto: « Sin embargo, aunque la Revelación esté acabada, no está completamente explicitada; corresponderá a la fe cristiana comprender gradualmente todo su contenido en el transcurso de los siglos » (n. 66). Estos dos aspectos, el vínculo con el carácter único del acontecimiento y el progreso en su comprensión, están muy bien ilustrados en los discursos de despedida del Señor, cuando antes de partir les dice a los discípulos: « Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello. Cuando venga Él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta... Él me dará gloria, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros » (Jn 16, 12-14). Por una parte el Espíritu, que hace de guía y abre así las puertas a un conocimiento, del cual antes faltaba el presupuesto que permitiera acogerlo; es ésta la amplitud y la profundidad nunca alcanzada de la fe cristiana. Por otra parte, este guiar es un « tomar » del tesoro de Jesucristo mismo, cuya profundidad inagotable se manifiesta en esta conducción por parte del Espíritu. A este respecto el Catecismo cita una palabra densa del Papa Gregorio Magno: « la comprensión de las palabras divinas crece con su reiterada lectura » (Catecismo de la Iglesia Católica, 94; Gregorio, In Ez 1, 7, 8). El Concilio Vaticano II señala tres maneras esenciales en que se realiza la guía del Espíritu Santo en la Iglesia y, en consecuencia, el « crecimiento de la Palabra »: éste se lleva a cabo a través de la meditación y del estudio por parte de los fieles, por medio del conocimiento profundo, que deriva de la experiencia espiritual y por medio de la predicación de « los obispos, sucesores de los Apóstoles en el carisma de la verdad » (Dei Verbum, 8).

En este contexto es posible entender correctamente el concepto de « revelación privada », que se refiere a todas las visiones y revelaciones que tienen lugar una vez terminado el Nuevo Testamento; es ésta la categoría dentro de la cual debemos colocar el mensaje de Fátima. Escuchemos aún a este respecto antes de nada el Catecismo de la Iglesia Católica: « A lo largo de los siglos ha habido revelaciones llamadas “privadas”, algunas de las cuales han sido reconocidas por la autoridad de la Iglesia... Su función no es la de... “completar” la Revelación definitiva de Cristo, sino la de ayudar a vivirla más plenamente en una cierta época de la historia » (n. 67). Se deben aclarar dos cosas:

1. La autoridad de las revelaciones privadas es esencialmente diversa de la única revelación pública: ésta exige nuestra fe; en efecto, en ella, a través de palabras humanas y de la mediación de la comunidad viviente de la Iglesia, Dios mismo nos habla. La fe en Dios y en su Palabra se distingue de cualquier otra fe, confianza u opinión humana. La certeza de que Dios habla me da la seguridad de que encuentro la verdad misma y, de ese modo, una certeza que no puede darse en ninguna otra forma humana de conocimiento. Es la certeza sobre la cual edifico mi vida y a la cual me confío al morir.

2. La revelación privada es una ayuda para la fe, y se manifiesta como creíble precisamente porque remite a la única revelación pública. El Cardenal Próspero Lambertini, futuro Papa Benedicto XIV, dice al respecto en su clásico tratado, que después llegó a ser normativo para las beatificaciones y canonizaciones: « No se debe un asentimiento de fe católica a revelaciones aprobadas en tal modo; no es ni tan siquiera posible. Estas revelaciones exigen más bien un asentimiento de fe humana, según las reglas de la prudencia, que nos las presenta como probables y piadosamente creíbles ». El teólogo flamenco E. Dhanis, eminente conocedor de esta materia, afirma sintéticamente que la aprobación eclesiástica de una revelación privada contiene tres elementos: el mensaje en cuestión no contiene nada que vaya contra la fe y las buenas costumbres; es lícito hacerlo publico, y los fieles están autorizados a darle en forma prudente su adhesión (E. Dhanis, Sguardo su Fatima e bilancio di una discussione, en: La Civiltà Cattolica 104, 1953, II. 392-406, en particular 397). Un mensaje así puede ser una ayuda válida para comprender y vivir mejor el Evangelio en el momento presente; por eso no se debe descartar. Es una ayuda que se ofrece, pero no es obligatorio hacer uso de la misma.

El criterio de verdad y de valor de una revelación privada es, pues, su orientación a Cristo mismo. Cuando ella nos aleja de Él, cuando se hace autónoma o, más aún, cuando se hace pasar como otro y mejor designio de salvación, más importante que el Evangelio, entonces no viene ciertamente del Espíritu Santo, que nos guía hacia el interior del Evangelio y no fuera del mismo. Esto no excluye que dicha revelación privada acentúe nuevos aspectos, suscite nuevas formas de piedad o profundice y extienda las antiguas. Pero, en cualquier caso, en todo esto debe tratarse de un apoyo para la fe, la esperanza y la caridad, que son el camino permanente de salvación para todos. Podemos añadir que a menudo las revelaciones privadas provienen sobre todo de la piedad popular y se apoyan en ella, le dan nuevos impulsos y abren para ella nuevas formas. Eso no excluye que tengan efectos incluso sobre la liturgia, como por ejemplo muestran las fiestas del Corpus Domini y del Sagrado Corazón de Jesús. Desde un cierto punto de vista, en la relación entre liturgia y piedad popular se refleja la relación entre Revelación y revelaciones privadas: la liturgia es el criterio, la forma vital de la Iglesia en su conjunto, alimentada directamente por el Evangelio. La religiosidad popular significa que la fe está arraigada en el corazón de todos los pueblos, de modo que se introduce en la esfera de lo cotidiano. La religiosidad popular es la primera y fundamental forma de « inculturación » de la fe, que debe dejarse orientar y guiar continuamente por las indicaciones de la liturgia, pero que a su vez fecunda la fe a partir del corazón.

Hemos pasado así de las precisiones más bien negativas, que eran necesarias antes de nada, a la determinación positiva de las revelaciones privadas: ¿cómo se pueden clasificar de modo correcto a partir de la Sagrada Escritura? ¿Cuál es su categoría teológica? La carta más antigua de San Pablo que nos ha sido conservada, tal vez el escrito más antiguo del Nuevo Testamento, la Primera Carta a los Tesalonicenses, me parece que ofrece una indicación. El Apóstol dice en ella: « No apaguéis el Espíritu, no despreciéis las profecías; examinad cada cosa y quedaos con lo que es bueno » (5, 19-21). En todas las épocas se le ha dado a la Iglesia el carisma de la profecía, que debe ser examinado, pero que tampoco puede ser despreciado. A este respecto, es necesario tener presente que la profecía en el sentido de la Biblia no quiere decir predecir el futuro, sino explicar la voluntad de Dios para el presente, lo cual muestra el recto camino hacia el futuro. El que predice el futuro se encuentra con la curiosidad de la razón, que desea apartar el velo del porvenir; el profeta ayuda a la ceguera de la voluntad y del pensamiento y aclara la voluntad de Dios como exigencia e indicación para el presente. La importancia de la predicción del futuro en este caso es secundaria. Lo esencial es la actualización de la única revelación, que me afecta profundamente: la palabra profética es advertencia o también consuelo o las dos cosas a la vez. En este sentido, se puede relacionar el carisma de la profecía con la categoría de los « signos de los tiempos », que ha sido subrayada por el Vaticano II: « ...sabéis explorar el aspecto de la tierra y del cielo, ¿cómo no exploráis, pues, este tiempo? » (Lc 12, 56). En esta parábola de Jesús por « signos de los tiempos » debe entenderse su propio camino, el mismo Jesús. Interpretar los signos de los tiempos a la luz de la fe significa reconocer la presencia de Cristo en todos los tiempos. En las revelaciones privadas reconocidas por la Iglesia —y por tanto también en Fátima— se trata de esto: ayudarnos a comprender los signos de los tiempos y a encontrar la justa respuesta desde la fe ante ellos.

La estructura antropológica de las revelaciones privadas

Una vez que con las precedentes reflexiones hemos tratado de determinar el lugar teológico de las revelaciones privadas, antes de ocuparnos de una interpretación del mensaje de Fátima, debemos aún intentar aclarar brevemente un poco su carácter antropológico (psicológico). La antropología teológica distingue en este ámbito tres formas de percepción o « visión »: la visión con los sentidos, es decir la percepción externa corpórea, la percepción interior y la visión espiritual (visio sensibilis – imaginativa – intellectualis). Está claro que en las visiones de Lourdes, Fátima, etc. no se trata de la normal percepción externa de los sentidos: las imágenes y las figuras, que se ven, no se hallan exteriormente en el espacio, como se encuentran un árbol o una casa. Esto es absolutamente evidente, por ejemplo, por lo que se refiere a la visión del infierno (descrita en la primera parte del « secreto » de Fátima) o también la visión descrita en la tercera parte del « secreto », pero puede demostrarse con mucha facilidad también en las otras visiones, sobre todo porque no todos los presentes las veían, sino de hecho sólo los « videntes ». Del mismo modo es obvio que no se trata de una « visión » intelectual, sin imágenes, como se da en otros grados de la mística. Aquí se trata de la categoría intermedia, la percepción interior, que ciertamente tiene en el vidente la fuerza de una presencia que, para él, equivale a la manifestación externa sensible.

Ver interiormente no significa que se trate de fantasía, como si fuera sólo una expresión de la imaginación subjetiva. Más bien significa que el alma viene acariciada por algo real, aunque suprasensible, y es capaz de ver lo no sensible, lo no visible por los sentidos, una especie de visión con los « sentidos internos ». Se trata de verdaderos « objetos », que tocan el alma, aunque no pertenezcan a nuestro habitual mundo sensible. Para esto se exige una vigilancia interior del corazón que generalmente no se tiene a causa de la fuerte presión de las realidades externas y de las imágenes y pensamientos que llenan el alma. La persona es transportada más allá de la pura exterioridad y otras dimensiones más profundas de la realidad la tocan, se le hacen visibles. Tal vez por eso se puede comprender por qué los niños son los destinatarios preferidos de tales apariciones: el alma está aún poco alterada y su capacidad interior de percepción está aún poco deteriorada. « De la boca de los niños y de los lactantes has recibido la alabanza », responde Jesús con una frase del Salmo 8 (v.3) a la crítica de los Sumos Sacerdotes y de los ancianos, que encuentran inoportuno el grito de « hosanna » de los niños (Mt 21, 16).

La « visión interior » no es una fantasía, sino una propia y verdadera manera de verificar, como hemos dicho. Pero conlleva también limitaciones. Ya en la visión exterior está siempre involucrado el factor subjetivo; no vemos el objeto puro, sino que llega a nosotros a través del filtro de nuestros sentidos, que deben llevar a cabo un proceso de traducción. Esto es aún más evidente en la visión interior, sobre todo cuando se trata de realidades que sobrepasan en sí mismas nuestro horizonte. El sujeto, el vidente, está involucrado de un modo aún más íntimo. Él ve con sus concretas posibilidades, con las modalidades de representación y de conocimiento que le son accesibles. En la visión interior se trata, de manera más amplia que en la exterior, de un proceso de traducción, de modo que el sujeto es esencialmente copartícipe en la formación como imagen de lo que aparece. La imagen puede llegar solamente según sus medidas y sus posibilidades. Tales visiones nunca son simples « fotografías » del más allá, sino que llevan en sí también las posibilidades y los límites del sujeto perceptor.

Esto se puede comprender en todas las grandes visiones de los santos; naturalmente, vale también para las visiones de los niños de Fátima. Las imágenes que ellos describen no son en absoluto simples expresiones de su fantasía, sino fruto de una real percepción de origen superior e interior, pero no son imaginaciones como si por un momento se quitara el velo del más allá y el cielo apareciese en su esencia pura, tal como nosotros esperamos verlo un día en la definitiva unión con Dios. Más bien las imágenes son, por decirlo así, una síntesis del impulso proveniente de lo Alto y de las posibilidades de que dispone para ello el sujeto que percibe, esto es, los niños. Por este motivo, el lenguaje imaginativo de estas visiones es un lenguaje simbólico. El Cardenal Sodano dice al respecto: « ... no se describen en sentido fotográfico los detalles de los acontecimientos futuros, sino que sintetizan y condensan sobre un mismo fondo, hechos que se extienden en el tiempo según una sucesión y con una duración no precisadas ». Esta concentración de tiempos y espacios en una única imagen es típica de tales visiones que, por lo demás, pueden ser descifradas sólo a posteriori. A este respecto, no todo elemento visivo debe tener un concreto sentido histórico. Lo que cuenta es la visión como conjunto, y a partir del conjunto de imágenes deben ser comprendidos los aspectos particulares. Lo que es central en una imagen se desvela en último término a partir del centro de la « profecía » cristiana en absoluto: el centro está allí donde la visión se convierte en llamada y guía hacia la voluntad de Dios.

Un intento de interpretación del secreto de Fátima

La primera y segunda parte del secreto de Fátima han sido ya discutidas tan ampliamente por la literatura especializada que ya no hay que ilustrarlas más. Quisiera sólo llamar la atención brevemente sobre el punto más significativo. Los niños han experimentado durante un instante terrible una visión del infierno. Han visto la caída de las « almas de los pobres pecadores ». Y se les dice por qué se les ha hecho pasar por ese momento: para « salvarlas », para mostrar un camino de salvación. Viene así a la mente la frase de la Primera Carta de Pedro: « meta de vuestra fe es la salvación de las almas » (1,9). Para este objetivo se indica como camino -de un modo sorprendente para personas provenientes del ámbito cultural anglosajón y alemán- la devoción al Corazón Inmaculado de María. Para entender esto puede ser suficiente aquí una breve indicación. « Corazón » significa en el lenguaje de la Biblia el centro de la existencia humana, la confluencia de razón, voluntad, temperamento y sensibilidad, en la cual la persona encuentra su unidad y su orientación interior. El «corazón inmaculado » es, según Mt 5,8, un corazón que a partir de Dios ha alcanzado una perfecta unidad interior y, por lo tanto, « ve a Dios ». La « devoción » al Corazón Inmaculado de María es, pues, un acercarse a esta actitud del corazón, en la cual el « fiat » —hágase tu voluntad— se convierte en el centro animador de toda la existencia. Si alguno objetara que no debemos interponer un ser humano entre nosotros y Cristo, se le debería recordar que Pablo no tiene reparo en decir a sus comunidades: imitadme (1 Co 4, 16; Flp 3,17; 1 Ts 1,6; 2 Ts 3,7.9). En el Apóstol pueden constatar concretamente lo que significa seguir a Cristo. ¿De quién podremos nosotros aprender mejor en cualquier tiempo si no de la Madre del Señor?

Llegamos así, finalmente, a la tercera parte del « secreto » de Fátima publicado íntegramente aquí por primera vez. Como se desprende de la documentación precedente, la interpretación que el Cardenal Sodano ha dado en su texto del 13 de mayo, había sido presentada anteriormente a Sor Lucia en persona. A este respecto, Sor Lucia ha observado en primer lugar que a ella misma se le dio la visión, no su interpretación. La interpretación, decía, no es competencia del vidente, sino de la Iglesia. Ella, sin embargo, después de la lectura del texto, ha dicho que esta interpretación correspondía a lo que ella había experimentado y que, por su parte, reconocía dicha interpretación como correcta. En lo que sigue, pues, se podrá sólo intentar dar un fundamento más profundo a dicha interpretación a partir de los criterios hasta ahora desarrollados.

Como palabra clave de la primera y de la segunda parte del « secreto » hemos descubierto la de « salvar las almas », así como la palabra clave de este « secreto » es el triple grito: « ¡Penitencia, Penitencia, Penitencia! ». Viene a la mente el comienzo del Evangelio: « paenitemini et credite evangelio » (Mc 1,15). Comprender los signos de los tiempos significa comprender la urgencia de la penitencia, de la conversión y de la fe. Esta es la respuesta adecuada al momento histórico, que se caracteriza por grandes peligros y que serán descritos en las imágenes sucesivas. Me permito insertar aquí un recuerdo personal: en una conversación conmigo Sor Lucia me dijo que le resultaba cada vez más claro que el objetivo de todas las apariciones era el de hacer crecer siempre más en la fe, en la esperanza y en la caridad. Todo el resto era sólo para conducir a esto.

Examinemos ahora más de cerca cada imagen. El ángel con la espada de fuego a la derecha de la Madre de Dios recuerda imágenes análogas en el Apocalipsis. Representa la amenaza del juicio que incumbe sobre el mundo. La perspectiva de que el mundo podría ser reducido a cenizas en un mar de llamas, hoy no es considerada absolutamente pura fantasía: el hombre mismo ha preparado con sus inventos la espada de fuego. La visión muestra después la fuerza que se opone al poder de destrucción: el esplendor de la Madre de Dios, y proveniente siempre de él, la llamada a la penitencia. De ese modo se subraya la importancia de la libertad del hombre: el futuro no está determinado de un modo inmutable, y la imagen que los niños vieron, no es una película anticipada del futuro, de la cual nada podría cambiarse. Toda la visión tiene lugar en realidad sólo para llamar la atención sobre la libertad y para dirigirla en una dirección positiva. El sentido de la visión no es el de mostrar una película sobre el futuro ya fijado de forma irremediable. Su sentido es exactamente el contrario, el de movilizar las fuerzas del cambio hacia el bien. Por eso están totalmente fuera de lugar las explicaciones fatalísticas del « secreto » que, por ejemplo, dicen que el atentador del 13 de mayo de 1981 habría sido en definitiva un instrumento del plan divino guiado por la Providencia y que, por tanto, no habría actuado libremente, así como otras ideas semejantes que circulan. La visión habla más bien de los peligros y del camino para salvarse de los mismos.

Las siguientes frases del texto muestran una vez más muy claramente el carácter simbólico de la visión: Dios permanece el inconmensurable y la luz que supera todas nuestras visiones. Las personas humanas aparecen como en un espejo. Debemos tener siempre presente esta limitación interna de la visión, cuyos confines están aquí indicados visivamente. El futuro se muestra sólo « como en un espejo de manera confusa » (cf. 1 Co 13,12). Tomemos ahora en consideración cada una de las imágenes que siguen en el texto del « secreto ». El lugar de la acción aparece descrito con tres símbolos: una montaña escarpada, una grande ciudad medio en ruinas y, finalmente, una gran cruz de troncos rústicos. Montaña y ciudad simbolizan el lugar de la historia humana: la historia como costosa subida hacia lo alto, la historia como lugar de la humana creatividad y de la convivencia, pero al mismo tiempo como lugar de las destrucciones, en las cuales el hombre destruye la obra de su propio trabajo. La ciudad puede ser el lugar de comunión y de progreso, pero también el lugar del peligro y de la amenaza más extrema. Sobre la montaña está la cruz, meta y punto de orientación de la historia. En la cruz la destrucción se transforma en salvación; se levanta como signo de la miseria de la historia y como promesa para la misma.

Aparecen después aquí personas humanas: el Obispo vestido de blanco (« hemos tenido el presentimiento de que fuera el Santo Padre »), otros Obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas y, finalmente, hombres y mujeres de todas las clases y estratos sociales. El Papa parece que precede a los otros, temblando y sufriendo por todos los horrores que lo rodean. No sólo las casas de la ciudad están medio en ruinas, sino que su camino pasa en medio de los cuerpos de los muertos. El camino de la Iglesia se describe así como un viacrucis, como camino en un tiempo de violencia, de destrucciones y de persecuciones. Se puede ver representada en esta imagen la historia de todo un siglo. Del mismo modo que los lugares de la tierra están sintéticamente representados en las dos imágenes de la montaña y de la ciudad y están orientados hacia la cruz, también los tiempos son presentados de forma compacta. En la visión podemos reconocer el siglo pasado como siglo de los mártires, como siglo de los sufrimientos y de las persecuciones contra la Iglesia, como el siglo de las guerras mundiales y de muchas guerras locales que han llenado toda su segunda mitad y han hecho experimentar nuevas formas de crueldad. En el « espejo » de esta visión vemos pasar a los testigos de la fe de decenios. A este respecto, parece oportuno mencionar una frase de la carta que Sor Lucia escribió al Santo Padre el 12 de mayo de 1982: « la tercera parte del “secreto” se refiere a las palabras de Nuestra Señora: “Si no (Rusia) diseminará sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones a la Iglesia. Los buenos serán martirizados, el Santo Padre tendrá que sufrir mucho, varias naciones serán destruidas” ».

En el viacrucis de este siglo, la figura del Papa tiene un papel especial. En su fatigoso subir a la montaña podemos encontrar indicados con seguridad juntos diversos Papas, que empezando por Pío X hasta el Papa actual han compartido los sufrimientos de este siglo y se han esforzado por avanzar entre ellas por el camino que lleva a la cruz. En la visión también el Papa es matado en el camino de los mártires. ¿No podía el Santo Padre, cuando después del atentado del 13 de mayo de 1981 se hizo llevar el texto de la tercera parte del « secreto », reconocer en él su propio destino? Había estado muy cerca de las puertas de la muerte y él mismo explicó el haberse salvado, con las siguientes palabras: « ...fue una mano materna a guiar la trayectoria de la bala y el Papa agonizante se paró en el umbral de la muerte » (13 de mayo de 1994). Que una « mano materna » haya desviado la bala mortal muestra sólo una vez más que no existe un destino inmutable, que la fe y la oración son poderosas, que pueden influir en la historia y, que al final, la oración es más fuerte que las balas, la fe más potente que las divisiones.

La conclusión del « secreto » recuerda imágenes que Lucía puede haber visto en libros de piedad y cuyo contenido deriva de antiguas intuiciones de fe. Es una visión consoladora, que quiere hacer maleable por el poder salvador de Dios una historia de sangre y lágrimas. Los ángeles recogen bajo los brazos de la cruz la sangre de los mártires y riegan con ella las almas que se acercan a Dios. La sangre de Cristo y la sangre de los mártires están aquí consideradas juntas: la sangre de los mártires fluye de los brazos de la cruz. Su martirio se lleva a cabo de manera solidaria con la pasión de Cristo y se convierte en una sola cosa con ella. Ellos completan en favor del Cuerpo de Cristo lo que aún falta a sus sufrimientos (cf. Col 1,24). Su vida se ha convertido en Eucaristía, inserta en el misterio del grano de trigo que muere y se hace fecundo. La sangre de los mártires es semilla de cristianos, ha dicho Tertuliano. Así como de la muerte de Cristo, de su costado abierto, ha nacido la Iglesia, así la muerte de los testigos es fecunda para la vida futura de la Iglesia. La visión de la tercera parte del « secreto », tan angustiosa en su comienzo, se concluye pues con un imagen de esperanza: ningún sufrimiento es vano y, precisamente, una Iglesia sufriente, una Iglesia de mártires, se convierte en señal orientadora para la búsqueda de Dios por parte del hombre. En las manos amorosas de Dios no han sido acogidos únicamente los que sufren como Lázaro, que encontró el gran consuelo y representa misteriosamente a Cristo que quiso ser para nosotros el pobre Lázaro; hay algo más, del sufrimiento de los testigos deriva una fuerza de purificación y de renovación, porque es actualización del sufrimiento mismo de Cristo y transmite en el presente su eficacia salvífica.

Hemos llegado así a una última pregunta: ¿Qué significa en su conjunto (en sus tres partes) el « secreto » de Fátima? ¿Qué nos dice a nosotros? Ante todo, debemos afirmar con el Cardenal Sodano: « ...los acontecimientos a los que se refiere la tercera parte del « secreto » de Fátima, parecen pertenecer ya al pasado ». En la medida en que se refiere a acontecimientos concretos, ya pertenecen al pasado. Quien había esperado en impresionantes revelaciones apocalípticas sobre el fin del mundo o sobre el curso futuro de la historia debe quedar desilusionado. Fátima no nos ofrece este tipo de satisfacción de nuestra curiosidad, del mismo modo que la fe cristiana por lo demás no quiere y no puede ser un mero alimento para nuestra curiosidad. Lo que queda de válido lo hemos visto de inmediato al inicio de nuestras reflexiones sobre el texto del « secreto »: la exhortación a la oración como camino para la « salvación de las almas » y, en el mismo sentido, la llamada a la penitencia y a la conversión. 

Quisiera al final volver aún sobre otra palabra clave del « secreto », que con razón se ha hecho famosa: « mi Corazón Inmaculado triunfará ». ¿Qué quiere decir esto? Que el corazón abierto a Dios, purificado por la contemplación de Dios, es más fuerte que los fusiles y que cualquier tipo de arma. El fiat de María, la palabra de su corazón, ha cambiado la historia del mundo, porque ella ha introducido en el mundo al Salvador, porque gracias a este « sí » Dios pudo hacerse hombre en nuestro mundo y así permanece ahora y para siempre. El maligno tiene poder en este mundo, lo vemos y lo experimentamos continuamente; él tiene poder porque nuestra libertad se deja alejar continuamente de Dios. Pero desde que Dios mismo tiene un corazón humano y de ese modo ha dirigido la libertad del hombre hacia el bien, hacia Dios, la libertad hacia el mal ya no tiene la última palabra. Desde aquel momento cobran todo su valor las palabras de Jesús: « padeceréis tribulaciones en el mundo, pero tened confianza; yo he vencido al mundo » (Jn 16,33). El mensaje de Fátima nos invita a confiar en esta promesa.

Joseph Card. Ratzinger
Prefecto de la Congregación
para la Doctrina de la Fe


viernes, 20 de abril de 2012

Catequesis de los chavales del próximo domingo:


¿Qué es la Pascua? Una realidad, una posibilidad y una promesa.

Hemos entrado en el tiempo litúrgico más glorioso y encantador que tenemos en la Iglesia.

1.    La Pascua es el paso de Jesús de este mundo al Padre.
2.     La Pascua también es nuestro paso de la muerte y del pecado a la Vida con Jesús, la vida de la gracia.
3.      La Pascua también es nuestro paso de esta vida a la Vida eterna.

Con la Resurrección de Jesús, Dios nos ha salvado definitivamente, pero no está todo hecho. Falta algo. Tenemos experiencia real de que aún pecamos y sufrimos en nuestras vidas. ¿Entonces qué pasa, que es todo una bonita mentira piadosa? No. Lo cierto es que Jesús ha demostrado con su Resurrección que el pecado, la injusticia y la muerte no tienen la última palabra, Él ha Resucitado y lo que a Él le ha pasado es una promesa para nosotros. Tú también Resucitarás… si eres fiel.

Aún podemos condenarnos. Cuántos chavales hay que después de comenzar a ir por grupos y de apuntarse a convivencias ven que la vida cristiana no es tan fácil como parecía en la convivencia,  que todavía queda sufrir, que aún estás bajo el peso de tus pecados, faltas que te agobian y te humillan y pensabas que te las quitarías con un poco de voluntad y ves que sigues cayendo en lo mismo, que la gente no es tan “guay” como parecía y te vas desanimando hasta que terminas por abandonar. Faltas un día, luego faltas varios seguidos y acabas dejando a un lado tu vida cristiana porque te han seducido los placeres de este mundo. Aún podemos dejarnos llevar y condenarnos.

Esto no es el cielo. Cristo nos ha salvado, pero aún falta algo para completar su salvación en tu vida: Tu perseverancia hasta el final.

Estás en el Camino hacia el cielo, pero es un camino duro y difícil, negarlo sería mentir. Pero también es cierto, que vamos teniendo experiencia de que este Camino está también lleno de alegrías y es el único modo en el que la vida merece la pena ser vivida. La pelea no es contra los enemigos de la Iglesia, esos luchan contra Dios. Tu pelea es contigo mismo, luchando cada día por ser mejor. No por ser bueno, sino por amar más y servir mejor a Jesucristo.

Una pelea diaria por sacar un ratito de oración, por ir a Misa cada vez sabiendo mejor lo que significa cada rito, por confesarte una y otra vez de los  mismos pecados y vencer la humillación de darte a conocer tal y como eres. Luchando a brazo partido por hacer la vida más fácil a los que te rodean, en vez de intentar que sean ellos quienes te hagan feliz a ti.

Peleando por estudiar cada vez más y mejor, no sólo para sacar mejores notas, sino para ofrecer a Dios un trabajo bien hecho. Llevando a la plenitud todas tus capacidades, para llegar a ser la mejor versión de ti mismo, no por mejorar tú, sino para poder servir mejor.

Luchando a brazo partido contra tus egoísmos, venciendo en las batallas de la pureza… En definitiva, luchar por ser santo, por llegar al cielo, por salvarnos. Ten en cuenta que si luchas por ser fiel a Dios habrá mucha gente que te odie sin motivo, que no te entienda, que te diga que eres imbécil y un fanático. El mundo no obedece a Dios, hace caso al Demonio y van a tratar de seducirte engañarte y arrastrarte a una vida infra-humana como la que ellos llevan.

Somos pocos los que nos damos cuenta de las cosas, porque lo fácil es pactar, el camino fácil de ser “buenecito” y no complicarte la vida. Cuántas personas que no van a Misa, que no se confiesan… piensan que aman a Dios porque tienen un vago sentimiento hacia Él, aunque jamás le obedecen porque se pasan la vida justificando sus pecados y creyendo que son buenos. ¡No te dejes engañar!

Jesús nos dejó muy clarito que si queremos ser sus amigos tenemos que hacer lo que Él nos mande, cumplir la Voluntad de su Padre, cumplir los mandamientos. Más claro agua.

¿Ahora creéis? Mirad que llega la hora (y ha llegado ya) en que os dispersaréis cada uno por vuestro lado y me dejaréis solo. Pero no estoy solo, porque el Padre está conmigo. Os he dicho estas cosas para que tengáis paz en mí. En el mundo tendréis tribulación. Pero ¡ánimo! yo he vencido al mundo.” (Jn. 16, 29-33)

Nadie puede eximirnos de esas luchas. La Resurrección de Jesucristo no las ha suprimido. Lo que nos ha traído Jesús es la posibilidad de vencer. Antes era imposible, ahora contamos con la ayuda de su Gracia que aumenta de día en día en nosotros, gracias a:

1.      la frecuencia de los sacramentos,
2.      a la oración,
3.      a la meditación de la Palabra de Dios
4.      y a la fidelidad en el día a día, que poco a poco nos va fortaleciendo.

Podemos ser santos porque Cristo nos da su energía, su fuerza, su gracia y su capacidad para amar cada día. Esta es la novedad del evangelio. El Demonio es un “pringao” que no puede arrancarte del Corazón de Cristo cuando te empeñas en ser fiel a Dios.

Muchas veces pensarás que siempre caes en lo mismo, que no tiene sentido luchar tanto cuando eres tan débil. Sentirás la tentación del desánimo. No te preocupes, no se trata de vencer, sino de que Cristo te encuentre luchando, cayendo y levantándote constantemente y al final, te salvará.

La Resurrección de Cristo es también una promesa de que no todo termina en esta vida, sino que luego te ha preparado un lugar en el cielo. Que si eres fiel, si no le niegas, si luchas y te levantas constantemente, Él te salvará, te llevará al Cielo y Resucitarás para siempre. Que el pecado y la muerte tienen un final y que a ti te pasará un día lo que le pasó a Él.

Cuando Jesús resucitó su cuerpo no volvió a la vida, sino que fue transformado en un cuerpo glorioso. Un cuerpo físico, pero no sometido a las leyes de la naturaleza. No necesita comer, ni dormir, no padece, no se somete al espacio-tiempo, sino que va donde quiere sin que le limiten las paredes…

Eso mismo, nos pasará a nosotros el día del Juicio Final, cuando venga Cristo con gran poder y gloria, al final de los tiempos para juzgar a todos. Los que estén en el Cielo Resucitarán para la Vida eterna, los que estén en el purgatorio llegarán al cielo y también Resucitarán para la Vida eterna y quienes estén en el infierno, también Resucitarán, pero para condenarse para siempre.


Sólo tenemos una vida para merecer, para llegar al cielo… ¡APROVÉCHALA!

jueves, 19 de abril de 2012

Muchas gracias a todos los que han sacado la conviviencia adelante:


Primero, quiero dar las gracias a nuestras fantásticas cocineras, que si llegan a decir que no vienen, no habríamos montado todo esto. Para que una convivencia triunfe, los chavales tienen que comer, si es posible, mejor que en sus propias casas. ¡Primer objetivo, superado! Gracias a Mamen y a Marian y a la familia supernumerosa de Marian, especialísimamente a su marido, que nos dejó a su mujer y a tres hijos durante un fin de semana. ¡Qué grande eres!

     No sólo han preparado unas comidas fantásticas, sino que nos hemos podido apoyar en sus consejos discretos, cuando se lo pedíamos y sin forzar situaciones.

     En segundo lugar, dar las gracias a quienes nos han embarcado a todos en esta movida, Carmen (la jefa de mandos) y Vero (una de las mandos). Este curso me había comprometido con Don Manuel a no montar nada más, porque en un sólo curso, la hemos liado parda. Pues bien, Vero y Carmen me dijeron un día que había que montar una convivencia y que tenía que ser del 13 al 15 de abril, dicho así, ¿cómo vas a negarte?

      Carmen ha sido uno de los mejores jefes de convivencias que he tenido. Siempre al loro de los chavales y de los mandos, dispuesta con flexibilidad a cambiar lo que fuera necesario y con una docilidad pasmosa. Una organizadora nata y encima ni se queja, ni habla mal de nadie. Así da gusto...

      Vero y José Antonio, no pudieron venir desde el principio, pero cuando llegaron se notó. Son los que más tiempo llevan cuidando a los chavales de la parroquia, les quieren y son queridos por ellos. Además, muy amigos del resto de los mandos, lo han hecho todo más fácil y han servido fenomenal. Además, José Antonio, ha tenido la humildad de servir como un mando más, cuando está acostumbrado a ir de jefe, pero dándose cuenta de que dentro de poco se casará y tendrá que dejarlo, se ha puesto a las órdenes de Carmen, de un modo estupendo. Vero ha sido la perfecta mano derecha de Carmen.

     Después vienen Álex (que es la primera vez que se lo curra con chavales y no pudo estar en las preparaciones), JJ y Dani. Nuestra mano de obra o carne de cañón. Han sido la base de la convivencia y sin ellos, habríamos tenido que suspenderla. Han trabajado como jabatos, se los han pasado pipa y estaban dispuestos a renunciar a todo por los demás.

     Ahora, me fijo en Ramón, de quien ya hablé. Ramón es quien me dijo que pensaba ser un niño más en los juegos y un adulto responsable fuera. ¡Ha cumplido su palabra!

     Por fin, viene Bárbara, el fichaje de última hora. Necesitábamos alguna mando más porque venían más niñas que niños, muchas más. Sin conocer realmente a ningún mando, ni siquiera al cura, quiso venir con valentía y ha demostrado que la necesitábamos.


     Para terminar miramos ahora hacia las "premonitoras", 2 chicas de diecisiete años, Myriam y María, que se han comportado como 2 monitoras estupendas. No hemos tenido que llamarles la atención en nada, estaban pendientes de los niños y haciendo fácil la convivencia de los mandos. Realmente, no he tenido que pensar demasiado en ellas, ¡es un exitazo! ¿Cómo no vamos a contar con ellas en las actividades de la parroquia en el futuro?


     Sinceramente, con responsables así me voy a donde haga falta. ¡Qué maravilla! Teníais que haber visto el ambiente entre los mandos. Un ambiente fantástico de cordialidad, trabajo, estar pendientes de los niños, renunciar a uno mismo por los demás y encima han dado claro testimonio de fe y de piedad. Han rezado como cristianos y han ayudado a los niños a entrar en un clima de fe en la convivencia. No ha habido un sólo problema entre ellos, ni el menor mosqueo... Además, ha sido la primera vez que los mandos han accedido a dormir entre los niños. Han renunciado a las bromas y a charlar un poco entre ellos por cuidar a los niños. Llevábamos chavales pequeñitos... Vino bien, porque una niña se cayó de la litera de arriba y las mandos pudieron socorrerla inmediantamente. Son esos pequeños detalles que mejoran la calidad de una convivencia.


Realmente, no ha sido la mejor convivencia de todas (nieve, granizo, lluvia, ventisca...), pero sí que han sido los mejores mandos. ¡GRACIAS CHICOS! Os habéis merecido la cenita.



Un abrazo y si queréis mandar a vuestros hijos a un lugar donde van a cuidarles, ahora sí puedo decirlo con verdad: VENID A LA PARROQUIA DE LA VISITACIÓN DE LAS ROZAS. 

P.D.- Vinieron 4 de mis sobrinas y mis hermanos me han dicho que es la convivencia en la que mejor se lo han pasado, de la que más contentas han salido, y venían diciendo que habían comido mejor que en casa. Lo siento por mis hermanos y mis cuñadas, que cocinan fenomenal, pero es que Mamen y Marian son mucho Mamen y Marian...

En fin... Y eso, que mis sobrinas han ido ya a varias convivencias distintas. Si es que somos "Grand Class"...

También es cierto, que al margen de los mandos, los chavales que llevábamos son lo mejor de Madrid. La mejor de todos, Gloria. "Gloria es de todos"