martes, 21 de agosto de 2012

Ante la desesperanza que nos rodea, manual para conseguir una sonrisa, o conversaciones con un cenizo...

Del mismo modo que el volcán islandés, un cenizo lo llena todo de ceniza  a su alrededor. De tal forma que es imposible sobrevolarlo porque quien lo intenta ve cómo sus motores revientan y caen en picado.

Un amargado, amarga al más pintado. Un cenizo lo recubre todo de una fina o, no tan fina, capa de polvo que impide reconocer los colores.

Date cuenta de que todo empieza por una tontería y se va complicando. Al revés que en un volcán que no hay modo de evitarlo, en el carácter de una persona sí se puede pinchar la válvula a presión para conseguir que la lava de la mala leche salga por donde nosotros queremos y así evitemos que destruya todo cuanto nos rodea.

Una posible conversación con un cenizo siempre empieza con una queja, a la que sigue otra y otra... hasta que llega un juicio definitivo sobre lo mal que va todo y que encima no hay posiblidad de cambiarlo. En ese momento tienes dos alternativas: dejarle en paz, seguir tu camino y hacer el firme propósito de saludar al cenizo la próxima vez que le veas para que no te amrgue el día o ayudarle a superar su amargura.

Al final, si eliges esta última opción llegáis a un callejón sin salida en el que no te queda más remedio que decirle: "Mira, no consigo hacerte ver las cosas desde otra perspectiva. Quizás tengas razón y todo sea una mierda, pero por mucho que te quedes olisqueando con cara de asco no vas a cambiar nada y lo único que estás consiguiendo es ser un triste y que todos los que te rodean te rehuyan... Tú verás qué es lo que quieres de la vida..."

Y te vas deseando haber tomado la primera opción...

¿Y qué se puede hacer cuando eres tú el cenizo?

Si te das cuenta de que todo el mundo te rehuye, si todo te amrga, si piensan que no hay solución, si descubres que no haces otra cosa en la vida que quejarte por todo... Date cuenta de que eres un cenizo con todas las letras.

Pues mira, abre los oídos porque en este tema yo se bastante. He sido un auténtico profesional en eso de echar cenizas sobre todo. Sólo hay un camino posible. MORTIFICACIÓN INTERIOR.

Cuando vayas a proferir la primera queja, muérdete la lengua y piensa: ¿Qué voy a conseguir? Como mucho que tengan lástima de mí... ¡Qué cosa más cutre! Yo no quiero la lástima de la gente. Normalmente, lo que consigo es que se cabreen conmigo y no vuelvan a cogerme el teléfono para quedar...

Así que uno comienza a decidir callarse en vez de quejarse. Poco a poco, te vas quejando menos, vas siendo más fuerte por dentro. Te das cuenta de que tienes pocos temas de conversación. Abundan demasiados silencios, puesto que te habías acostumbrado a llenar el silencio con quejas.

Entonces llega un día en el que decides dar un paso más. Has descubierto otro defecto que tenías: No haces más que reprocharle a la gente sus defectos. Así que decides que no sólo te vas a callar (eso es otro tipo de queja, más desagradable si cabe...) sino que además por cada cosa mala que se te ocurra, vas a decir al otro algo bueno. Al principio, te cuesta ver nada bueno en los demás, pero como quieres decir algo, vas tomando la dinámica de pensar siempre en algo positivo o bueno que decir y dando tiempo al tiempo lo vas consiguiendo y ves con sorpresa que donde antes sólo había miradas cargadas de desilusión y decepción, la gente que te rodea comienza a sonreír y a alegrarse cuando te ven.

Ha cambiado algo en el mundo. Has cambiado tú. Al final, ya no se te ocurren tantas quejas, sino cosas buenas que decir. Haces felices a los que te rodean y tú mismo acabas viviendo con más alegría. Todo porque un día se te ocurrió dejar de quejarte y decir algo positivo para variar. Quizás no consigas cambiar el mundo, pero tú vas a ser más feliz. ¡No es tan difícil, inténtalo!

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