miércoles, 23 de enero de 2013

Catequesis de los Domingos: La sinceridad

Sinceridad:

Hay un tema que muchas veces no nos damos cuenta, pero es muy importante. En demasiadas ocasiones, buscamos más que nos quieran que querer nosotros a los demás. Que nos comprendan a comprender nosotros a los demás.

Por ejemplo, muchas veces, los adolescentes se quejan de que sus padres no les comprenden. ¿Alguna vez se han parado ellos a ver si comprenden las razones que tienen sus padres para decirles lo que les dicen? Imagínate que tienes un hijo de tu edad. ¿Qué consejos le darías?. Si tuvieras un hijo como tú, ¿te podrías fiar de él? Si tu hijo te miente, ¿cómo podrías poner tu cinfianza en él? Si no te contara lo que le ocurre, ¿cómo podrías entender lo que le pasa?

De algún modo, si quieres que tus padres te comprendan, cuántales tus cosas. Si siempre pasas de ellos, no les dedicas un minuto de tu tiempo y nunca les hablas de tus afanes y tus amigos, ¿cómo vas a poder hacerse cargo de la situación?

Eso por un lado, y nos da pie para hablar de un tema fundamental. Imagínate que tienes un amigo que te miente, que te dice que está castigado y que no puede salir y una hora después te lo encuentras en la calle, que ha quedado con otros amigos... ¿Qué pensarías de él? Pues ahora, párate a pensar por qué mientes a tus amigos.

Todos tenemos algún amigo exagerado, el típico "flipao". Cuando se pone a contarte lo que han costado sus vaqueros , o dónde ha ido de viaje o que su padre es el jefazo una multinacional... ¿qué piensas de él? Pues párate a pensar en las razones que a ti te llevan a mentir a tus amigos por quedar bien.

¿Tanto cuesta decir: "mira, no me apetece nada salir hoy"?, ¿tanto cuesta no faltar a la confianza?

No hay nada que cueste más que recuperar la congfianza perdida. Cuando te sientes traicionado, el otro tiene que demostrarte más de una vez que ha cambiado, antes de que puedas volver a confiarle nada. ¿Por qué nos arriesgamos a perder la confianza de los demás con tanta ligereza?

Cuando te quedas solo, no es porque Dios te castigue, sino porque has sido tan imbécil que has traicionado a tus amigos hasta que ya no te soportan. A lo mejor, tienes que pararte y pensar, ¿qué me compensa en esta vida? Y puedes decidir entre mentir o decir la verdad.

Es que se van a enfadar. ¿Qué prefieres tú que te digan la verdad o que te engañen?

Mi cuñado es cura (¡ése soy yo, Elenita!) y detecta perfectamente cuándo le mienten y prefiere mil veces que le digan: "No me apetece nada ir al grupo" que el que le mientan. Cuando alguien le dice la verdad, el sacerdote sabe que es una persona super-noble, que merece la pena y que quiere que cuente con él. Cuando le mienten, no vuelve a llamar a esa persona, porque no merece la pena. Es una deslealtad, es una estupidez y no consigues tus objetivos. Al final, siempre te pillan antes o después. Es mil veces mejor enfadarse con los amigos un día, que ponerse colorado muchas veces.

Cuando alguien te miente puedes hacer dos cosas, soportarle con paciencia (aunque claramente ya no te fías) o mandarle a tomar por (...). Pues a eso mismo te expones cuando eres tú el mentiroso.

Además de ser una estupidez y una deslealtad, también es una absoluta cobardía y reflejas que tú tampoco te fías de tus amigos. No les das la posibilidad de demostrarte que te quieren más que simplemente salir contigo.

Huid de los mentirosos y huid de la mentira. Cuando uno se acostumbra a la mentira, llega un momento en el que pierde la capacidad de decir la verdad y se pasa la vida entera soltando pequeñas o grandes trolas porque es más cómodo. Así ya no es necesario afrontar la verdad de la vida, ni las consecuencias de nuestros actos.

Tened mucho cuidado con acostumbraros a decir mentiras o dentro de poco ya no podréis parar. 

¿Qué ocurre en cambio cuando una persona dice siempre la verdad? Que tu palabra es ley. Si nunca mintieras a tus padres, ellos sabrían  perfectamente que pueden fiarse de ti y tendrías menos problemas. Tu palabra sería ley. Tus amigos sabrían que pueden fiarse de ti y tu palabra tendría peso. Es más, se avergonzarían si algún día te mintieran, pues a ellos les quedaría muy claro que tú siempre les has dicho la verdad.

Cuando uno dice la verdad, aprende también otras muchas virtudes. Habitualmente, un mentiroso tampoco es discreto. ¿A qué me refiero? Hay determinadas personas que cuando les cuentas un secreto sabes perfectamente que a los cico minutos se lo han contado a todo el mundo. Esas personas suelen ser también muy metirosas y desde luego negarán que han traicionado la confianza del amigo.

La discreción es una virtud de los sinceros. Te han prometido silencio y lo cumplirán sin excusas porque viven en la verdad.

Hay un dicho que dice: "Uno es dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras" Que estemos más prontos a escuchar que a hablar. Que cada palabra dicha a la ligera tiene un precio que cuesta mucho pagar. Que la confianza de tu familia y de tus amigos vale demasiado para que la perdamos por una chorrada. Que las excusas son como el culo, todo el mundo tiene una.

¡Qué gozada es ser libre! Pues el precio de la libertad es la sinceridad. Cuando uno miente se enrolla al cuello una cadena y con cada mentira le va dando vueltas y más vueltas hasta que al final él mismo se ahorca en sus propias mentiras. Piensa un poco, cuando has dicho una mentira tienes que recordarla y seguir con ella hasta el final o hasta que ya no pudiendo más, te paras y reconoces la verdad. Siempre será mejor eso que no que te pillen y se enteren por otro lado.

Si eres muy listo y nunca te han pillado las mentiras. Piensa si quieres pasarte la vida entera viviendo así. Busca si de verdad tienes amigos que se fíen de ti y de los que tú puedas fiarte y reflexiona sobre si en verdad quieres que todas tus relaciones sean frívolas y superficiales, no vaya a ser que te conozcan de verdad y no les guste la podredumbre que está anidando en tu corazón.

¿Qué vida quieres llevar, cómo quieres vivir? Y cuál es el precio que estás dispuesto a pagar.

Perdonadme, me ha salido un pelín dura, pero si así conseguimos arrancar la mentira de algún corazón... ¡Bendito sea Dios! 

Un último apunte: A veces te encuentras con gente que con la excusa de ser sinceros te dicen unas animaladas brutales. Eso tampoco es ser sincero. La sinceridad brota del amor y por lo mismo hay ciertas cosas que no te hacen más "auténtico", sino más garrulo.

Cuando uno trata de corregir a un amigo tiene que plantearse lo que el amigo puede cambiar, eso es prudencia. Hay ciertas cosas que uno no es capaz de dominar o corregir y contrrastarlo sólo sirve para que pase un mal rato. Si tú le dices a alguien: "¡Eres un borracho!", no estás siendo sincero, sino cruel. La verdad tiene que ir acompañada de la caridad. No hay verdad sin amor. Por eso mismo, más que simplemente echarle los trastos, deberíamos buscar ayudarle. "Tienes que darte cuenta de que tienes un problema que tú solo no puedes arreglar. Aquí estamos los demás para echarte una mano... Pero eres tú quien tiene que desear cambiar". ¡Qué distinto que te escupan las verdades a que te ayuden a cargar con la verdad!, ¿no es cierto? 
  
Bueno, Elena, espero que no haya sido demasiado largo y haber tocado lo fundamental del tema. si quieres una cita bíblica: (Santiago. 3, 1-12)

      
3:1 Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación.
3:2 Porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo.
3:3 He aquí nosotros ponemos freno en la boca de los caballos para que nos obedezcan, y dirigimos así todo su cuerpo.
3:4 Mirad también las naves; aunque tan grandes, y llevadas de impetuosos vientos, son gobernadas con un muy pequeño timón por donde el que las gobierna quiere.
3:5 Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡cuán grande bosque enciende un pequeño fuego!
3:6 Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno.
3:7 Porque toda naturaleza de bestias, y de aves, y de serpientes, y de seres del mar, se doma y ha sido domada por la naturaleza humana;
3:8 pero ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal.
3:9 Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios.
3:10 De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así.
3:11 ¿Acaso alguna fuente echa por una misma abertura agua dulce y amarga?
3:12 Hermanos míos, ¿puede acaso la higuera producir aceitunas, o la vid higos? Así también ninguna fuente puede dar agua salada y dulce.



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