Evidentemente, no me da miedo que se digan "oficial y definitivamente" herejías. Dios no permitiría que el Magisterio definitivo de la Iglesia o incluso el evangelio mismo fueran contradichos, pero sí da miedo que puedan tomarse resoluciones prácticas que lo contradigan extraoficialmente: doctrinas realmente divorcistas en los procesos de nulidad...
Llega un momento en el que uno se da cuenta de que el Espíritu Santo existe y asiste a su Iglesia. A lo largo de la historia ha habido papas nefastos que pudiendo destruir la Iglesia apenas han dejado huella en la historia. Eso sí que es fruto de la acción del Espíritu Santo en su Iglesia. Yo no me fío de los hombres, me fío de Dios. Aunque es cierto que puede desviarse la atención, hacer daño a los sencillos y que surjan algunas iniciativas que enrarezcan el matrimonio, sigo considerando que Dios también puede influir y sacar mucho bien de todo esto. Todo lo que permite Dios es porque va a sacar un bien mayor.
Pues vamos a rezar, como nos ha pedido el obispo por los frutos del Sínodo. Que no se cumplan las expectativas de los pesimistas y que Dios nos regale una pastoral familiar por la que merezca la pena vivir cosas grandes.
Realmente, hace falta un Sínodo que hable y trate efectivamente muchos problemas que afectan a mucha gente. Lo que no podemos hacer es decir que algo es bueno cuando realmente es malo sólo porque haya mucha gente que no quiera vivir la verdad de sus vidas. Yo le pido a Dios que este Sínodo sobre todo sea una ayuda para que mucha gente que tiene dificultades en sus familias, que a veces viven el heroísmo en sus vidas, puedan verse alentados por sus pastores en esa entrega cotidiana siendo la argamasa que une familias a veces al borde del abismo.
Espero que por pasar la mano por el lomo a algunos, no nos olvidemos de aquellos que necesitan una inspiración en sus vidas, un aliento, un decirles: lo estáis haciendo bien, seguid así, Dios os necesita en vuestras familias.
Mientras que huyendo del dolor, de la cruz, sólo truncas vidas dando una falsa apariencia de normalidad. Si ya no hay cristianos dispuestos a sufrir por amor, ¿dónde queda la Cruz redentora de nuestro Señor en nuestros tiempos? Yo, por mi parte, sigo manteniendo que vale la pena amar, aunque haya que sufrir y que no estoy dispuesto a seguir mintiéndome a mí mismo, por mucho que la mentira sea más fácil.
Una vez, me dijo mi madre: "Mira, Borja, en la vida hay que sufrir." Y realmente, sólo el que está dispuesto a pagar el precio se merece la plenitud de lo que la vida puede dar. Al final, ¿me fío de Dios o sólo de lo que soy capaz? Si la cruz no tiene sentido ya en nuestros días yo, a día de hoy, ya no ejercería el ministerio. Y los santos más que héroes, serían imbéciles.
Pues eso, recemos para que este Sínodo de las Familias de mucho fruto, que sea un aliento vivo de Dios que nos haga respirar con la confianza en que es posible vivir de otro modo a como dicta el mundo, que nuestros pastores nos conduzcan hacia los verdes pastos que Dios ha preparado para nosotros y que juntos podamos acoger, rezar y acompañar a tantas familias que sufren y luchan y vencen... y caen. Que incluso cuando hemos caído podemos vivir según el plan de Dios si nos fiamos de Él y tenemos un poco de esperanza en lo que su gracia puede hacer en nosotros y nuestras familias.
Que este Sínodo sea un brindis para celebrar a las familias y cuidar especilísimamente con caridad y verdad a los que sufren.
¡Es posible amar hasta el final incluso cuando haya que sufrir!
¡Que Dios os bendiga!
No hay comentarios:
Publicar un comentario