Algunas personas se han sobresaltado con lo que el Papa dijo en la homilía del EMF en Milán.
Algunos medios de comunicación comentaban que el Papa quiere cambiar la doctrina de la Iglesia sobre el acceso a los sacramentos de personas divorciadas y vueltas a casar (por lo civil, se entiende, esto último).
Por otra parte, algunas personas me han pedido que explique un poco la situación eclesial de estas personas.
Antes de nada, comentar que yo estoy en una situación parecida (¡uy! qué horror un sacerdote divorciado de Dios!). No es eso. Mi hermano mayor se ha divorciado y creo yo que no descartaría volver a casarse, espero que se le quite la tontería, pero bueno. Cuando "sufrió" el divorcio no quería comulgar porque pensaba que el cura le negaría el acceso a la comunión.
Es cierto que la Iglesia no considera "real" el divorcio más que en determinadas circunstancias (los llamados privilegios paulino y petrino) y también podría considerarse asi el llamado matrimonio rato y no consumado.
¿Cómo va a romperse lo que es indisoluble? El divorcio es una ficción jurídica, las personas tenemos la capacidad de entregarnos para siempre (tema de otra entrada que haremos dentro de poco).
¿Qué es el matrimonio rato y no consumado? Es aquel matrimonio en el que se ha celebrado la boda, pero no han llevado a su plenitud la entrega del cuerpo. Esto es, simplificando, se casaron, pero no realizaron el acto sexual.
Por la importancia que tiene para el matrimonio la entrega de la vida, del alma y del cuerpo, se entiende que si no se han unido carnalmente, el "contrato" matrimonial no se ha plenificado o completado y, por eso, pueden romper el papel porque no se han entregado la vida. Así que un conato de matrimonio muere antes de completarse.
Los llamados privilegios petrino y paulino sí son realmente divorcios admitidos por la Iglesia.
¿Cómo puede la Iglesia admitir divorcios? Antes expliquemos en qué consisten estos privilegios para poder luego juzgar la situación.
Imaginaos que no estáis bautizados y os casáis con otra persona no cristiana. En un momento de la vida te conviertes y decides vivir conforme al evangelio, pero la persona con la que te casaste te lo impide. La autoridad del Papa puede romper el matrimonio civil que te ligaba para que puedas practicar con libertad la religión (éste es el paulino).
El privilegio petrino es que si eres un infiel polígamo, estás casado con varias, cuando te conviertes al cristianismo y te bautizas puedes elegir con quién de tus mujeres te quedas o rechazarlas a todas o casarte con otra distinta.
Se entiende que la potestad de la Iglesia y del Romano Pontífice es superior a los efectos del matrimonio civil previo. En el caso del matrimonio polígamo, ni siquiera se entiende como un verdadero matrimonio ya que se rechazan las notas que hacen válido cualquier matrimonio natural (un único matrimonio, para toda la vida y ordenado a la procreación y educación de los hijos), no hablemos ya del sobrenatural...
Visto todo esto, ¿ha cambiado en algo la actitud del Papa sobre los divorciados?
En nada, una persona que se casa y se divorcia no puede volverse a casar con otra distinta porque la Iglesia (fuera de estos privilegios que hemos explicado) no entiende posible la ruptura. Te has casado y vas a seguir casado con esa persona, aunque te divorcies por lo civil.
Imaginaos que uno ha sufrido un divorcio y era la parte inocente. Piensa que tú te has desvivido por sacar adelante el matrimonio, has hecho todo lo posible y aún así tu cónyuge decide irse. ¿Cómo no vas a poder comulgar? Esa persona, mientras sepa que sigue vinculado de por vida con la desgraciada/o que le ha dejado tirado, puede, debe y el Señor está encantado de poder absolverle los pecados y dársele en la comunión. Es el que más necesita a Dios.
Por otro, imagínate que eres el desgraciado que ha dejado tirada a tu mujer o viceversa, pero llega un momento en el que te arrepientes y decides cambiar, pero ¡ay amigo! tu cónyuge ya no quiere volver a tu lado. Tú estás arrepentido y quieres vivir conforme al evangelio. Puedes confesarte, por supuesto, ¡qué más puede querer Dios que el pecador se arrepienta y viva! y una vez confesado también puedes comulgar.
Imaginemos una cosa más, que los dos tenéis la culpa y al final os vais cada uno por vuestra cuenta, pues antes de comulgar tendrás que arrepentirte y confesarte de tus pecados (¿y si no puedo volver si no cambia la persona con la que me casé?). La Iglesia admite la posibilidad de la separación, siempre y cuando entiendas que tu vínculo con tu cónyuge perdura, aunque no podáis volver a convivir. En todo caso, si te arrepientes de tus pecados puedes confesarte y comulgar, por supuesto.
¿Entonces quién es el que no puede comulgar? La persona que una vez que se ha divorciado se case o conviva maritalmente con otra persona distinta de su verdadero cónyuge (aunque se casara por lo civil, la Iglesia nunca considera válido ese segundo matrimonio hasta que muera tu cónyuge real).
¿Por qué no puede comulgar?, ¿está excomulgado?, ¿Ya no forma parte de la Iglesia?
Conviene aclarar lo primero de todo que no está excomulgado: puede participar en grupos de formación, puede y debe venir a Misa, puede rezar y participar públicamente en actividades de la Iglesia... La única razón por la que esta persona no puede recibir los sacramentos es porque vive en pecado.
Imaginaos que yo peco mortalmente (no hace falta mucha imaginación) y no me arrepiento de mi pecado. Pues, no puedo comulgar porque para poder comulgar hace falta ser consciente de a quién recibes; no haber comido una hora antes de comulgar; y estar en gracia. Como estoy en pecado no puedo comulgar. Necesito arrepentirme y confesarme y entonces ya podré comulgar.
Si un cura sabe que estoy en pecado, tiene que darme la comunión porque es un pecado que no es público. Nadie tiene por qué saber si he confesado o no. Yo no debo comulgar, pero el cura no puede negarme la comunión si yo me acerco en la Misa.
Imaginaos que no sólo he pecado, sino que lo he hecho públicamente, por ejemplo, calumniando públicamente a mi párroco. Pues, en este caso, el cura no puede darme la comunión hasta que yo me retracte públicamente porque el pecado ha sido público. Si yo me pongo en la fila de la comunión, el cura debe negarse a dármela hasta que yo me retracte públicamente.
Como el matrimonio civil es un asunto público, igual que la convivencia en pecado, el sacerdote debe negar la comunión a las personas que hayan obtenido el divorcio y estén conviviendo maritalmente con otra.
Aquí surge un problema: en la sociedad actual, ¿quién conoce a cada uno de sus feligreses? No me cabe la menor duda de que seguramente yo haya dado la comunión a muchos divorciados que se han vuelto a casar porque no les conozco y no sé la situación en la que vive cada uno de mis feligreses.
Desde luego, no están excomulgados, no pueden comulgar porque no viven conforme al Evangelio, pero siguen siendo hijos de la Iglesia. Lo único que deberían hacer es convertirse y vivir conforme a la verdad de sus vidas y así podrían acceder a los sacramentos. Del mismo modo que si yo paso absolutamente de mi párroco y le denigro públicamente, como condición para la absolución deberían ponerme que me retracte públicamente y sólo después podrían absolverme y darme la comunión.
¿Cómo debe tratar la Iglesia a estas personas?
Una persona que se ha divorciado y se ha vuelto a casar no está excomulgado, es un hijo de la Iglesia. Bien mirado, ¿cuántas personas viven hoy en pecado? Celebras un matrimonio o un funeral y muchísimas personas no comulgan porque saben que están en pecado y no se ha confesado. Muchos no van a Misa el domingo, alguno pone los cuernos a su mujer o a su marido; otros se han peleado con sus hermanos por una herencia; unos pocos roban en sus trabajos y se aprovechan de sus empleados.... ¿Por qué íbamos a tratar de otro a estos pobres divorciados vueltos a casar?
La Iglesia trata con amor de Madre a cada uno de su hijos y vela de un modo muy especial por quienes más lo necesitan. Estas personas tienen derecho y obligación de rezar, de ir por algún grupo a recibir formación, tienen que seguir yendo a Misa aunque no puedan comulgar porque no pueden recibir la absolución. Pueden también participar en actividades de la Iglesia públicamente, no son apestados. Incluso algunos tratan de confesarse sabiendo que el cura no les puede dar la absolución... Están deseando recibir a Dios, pero no tienen fuerzas para cambiar de situación.
En muchos casos son situaciones dolorosísimas, aman realmente a la persona con la que conviven y viven una situación extremadamente forzada. No entienden por qué Dios no les permite comulgar y tienen grandes tentaciones de echarle la culpa a la Iglesia, pensando que una cosa es Dios y otra las normas de la Iglesia.
Habrá que acompañarles, alentarles y sostenerles, rezar por ellos y muy importante no engañarles con soluciones fáciles, pero sin juzgarles. ¡Yo no sé cómo actuaría en su situación! Lo único que sé es que la Verdad se puede mostrar con muchísimo cariño y comprensión. La verdad y la caridad van de la mano. Una mentira fácil con el pretexto de la caridad y la comprensión es una falta gravísima contra la lealtad a esas personas que tienen derecho a conocer la verdad de su situación y unas palabras dichas de un modo duro y severo, rompen la verdad que pudieran contener y se transforman en una mentira brutal.
¿Cómo salir de esta situación?
Con el evangelio, aceptando la liberación que sólo Dios puede traernos y viviendo conforme a la verdad. En muchos casos, sólo dejando a la mujer o el hombre con el que convives puede hacer que caigan las razones por las que no puedes recibir la absolución. cuando decides abandonar tu pecado y vivir conforme a la verdad que Dios te revela.
El algunas ocasiones, si tienes hijos con esa persona que no es tu cóyuge, por el bien de los hijos se acepta que sigáis conviviendo, pero abandonando cualquier conducta marital. Esto es, que no durmáis en la misma cama y que decidáis no volver a uniros carnalmente. ¿Por qué se permite esto? Por el bien de los hijos, que tienen derecho a convivir en un hogar con sus padres. La Iglesia considera muy importante a los niños, aunque en aras de una supuesta libertad al estado de derecho español actual le importa bastante poco que los niños ya no tengan familia, ni hogar cuando sus padres se divorcian. La Iglesia prefiere que te expongas a pecar (conviviendo con esa persona que no es tu cónyuge) con tal de que los hijos que tenéis en común puedan disfrutar de la propia familia y del propio hogar. La Iglesia sí sabe amar y dar importancia a lo que la tiene. Si te acuestas con esa persona tendrás que confesarte porque no es tu cónyuge, pero si decidís vivir la verdad de vuestra relación (no estáis casados y por eso no tenéis derecho sobre el otro) podéis convivir por el bien de los hijos.
Hay alguna otra razón grave para aceptar esa situación, como puede ser la imposiblidad de acceder a otra casa.
En todo, se exige el querer vivir al modo de Dios. Aceptando la ley divina sobre el matrimonio y la familia y aceptando la verdad de tu vida.
Pero ¡qué difícil es no engañarse ni ponerse excusas!, ¿verdad?
Espero haber contestado a las preguntas que me habéis formulado estos días, aunque me ha salido pelín largo he resumido cuanto he podido, aún a riesgo de simplificar demasiado una realidad muy compleja.
Un fuerte abrazo para todos.
Por otra parte, algunas personas me han pedido que explique un poco la situación eclesial de estas personas.
Antes de nada, comentar que yo estoy en una situación parecida (¡uy! qué horror un sacerdote divorciado de Dios!). No es eso. Mi hermano mayor se ha divorciado y creo yo que no descartaría volver a casarse, espero que se le quite la tontería, pero bueno. Cuando "sufrió" el divorcio no quería comulgar porque pensaba que el cura le negaría el acceso a la comunión.
Es cierto que la Iglesia no considera "real" el divorcio más que en determinadas circunstancias (los llamados privilegios paulino y petrino) y también podría considerarse asi el llamado matrimonio rato y no consumado.
¿Cómo va a romperse lo que es indisoluble? El divorcio es una ficción jurídica, las personas tenemos la capacidad de entregarnos para siempre (tema de otra entrada que haremos dentro de poco).
¿Qué es el matrimonio rato y no consumado? Es aquel matrimonio en el que se ha celebrado la boda, pero no han llevado a su plenitud la entrega del cuerpo. Esto es, simplificando, se casaron, pero no realizaron el acto sexual.
Por la importancia que tiene para el matrimonio la entrega de la vida, del alma y del cuerpo, se entiende que si no se han unido carnalmente, el "contrato" matrimonial no se ha plenificado o completado y, por eso, pueden romper el papel porque no se han entregado la vida. Así que un conato de matrimonio muere antes de completarse.
Los llamados privilegios petrino y paulino sí son realmente divorcios admitidos por la Iglesia.
¿Cómo puede la Iglesia admitir divorcios? Antes expliquemos en qué consisten estos privilegios para poder luego juzgar la situación.
Imaginaos que no estáis bautizados y os casáis con otra persona no cristiana. En un momento de la vida te conviertes y decides vivir conforme al evangelio, pero la persona con la que te casaste te lo impide. La autoridad del Papa puede romper el matrimonio civil que te ligaba para que puedas practicar con libertad la religión (éste es el paulino).
El privilegio petrino es que si eres un infiel polígamo, estás casado con varias, cuando te conviertes al cristianismo y te bautizas puedes elegir con quién de tus mujeres te quedas o rechazarlas a todas o casarte con otra distinta.
Se entiende que la potestad de la Iglesia y del Romano Pontífice es superior a los efectos del matrimonio civil previo. En el caso del matrimonio polígamo, ni siquiera se entiende como un verdadero matrimonio ya que se rechazan las notas que hacen válido cualquier matrimonio natural (un único matrimonio, para toda la vida y ordenado a la procreación y educación de los hijos), no hablemos ya del sobrenatural...
Visto todo esto, ¿ha cambiado en algo la actitud del Papa sobre los divorciados?
En nada, una persona que se casa y se divorcia no puede volverse a casar con otra distinta porque la Iglesia (fuera de estos privilegios que hemos explicado) no entiende posible la ruptura. Te has casado y vas a seguir casado con esa persona, aunque te divorcies por lo civil.
Imaginaos que uno ha sufrido un divorcio y era la parte inocente. Piensa que tú te has desvivido por sacar adelante el matrimonio, has hecho todo lo posible y aún así tu cónyuge decide irse. ¿Cómo no vas a poder comulgar? Esa persona, mientras sepa que sigue vinculado de por vida con la desgraciada/o que le ha dejado tirado, puede, debe y el Señor está encantado de poder absolverle los pecados y dársele en la comunión. Es el que más necesita a Dios.
Por otro, imagínate que eres el desgraciado que ha dejado tirada a tu mujer o viceversa, pero llega un momento en el que te arrepientes y decides cambiar, pero ¡ay amigo! tu cónyuge ya no quiere volver a tu lado. Tú estás arrepentido y quieres vivir conforme al evangelio. Puedes confesarte, por supuesto, ¡qué más puede querer Dios que el pecador se arrepienta y viva! y una vez confesado también puedes comulgar.
Imaginemos una cosa más, que los dos tenéis la culpa y al final os vais cada uno por vuestra cuenta, pues antes de comulgar tendrás que arrepentirte y confesarte de tus pecados (¿y si no puedo volver si no cambia la persona con la que me casé?). La Iglesia admite la posibilidad de la separación, siempre y cuando entiendas que tu vínculo con tu cónyuge perdura, aunque no podáis volver a convivir. En todo caso, si te arrepientes de tus pecados puedes confesarte y comulgar, por supuesto.
¿Entonces quién es el que no puede comulgar? La persona que una vez que se ha divorciado se case o conviva maritalmente con otra persona distinta de su verdadero cónyuge (aunque se casara por lo civil, la Iglesia nunca considera válido ese segundo matrimonio hasta que muera tu cónyuge real).
¿Por qué no puede comulgar?, ¿está excomulgado?, ¿Ya no forma parte de la Iglesia?
Conviene aclarar lo primero de todo que no está excomulgado: puede participar en grupos de formación, puede y debe venir a Misa, puede rezar y participar públicamente en actividades de la Iglesia... La única razón por la que esta persona no puede recibir los sacramentos es porque vive en pecado.
Imaginaos que yo peco mortalmente (no hace falta mucha imaginación) y no me arrepiento de mi pecado. Pues, no puedo comulgar porque para poder comulgar hace falta ser consciente de a quién recibes; no haber comido una hora antes de comulgar; y estar en gracia. Como estoy en pecado no puedo comulgar. Necesito arrepentirme y confesarme y entonces ya podré comulgar.
Si un cura sabe que estoy en pecado, tiene que darme la comunión porque es un pecado que no es público. Nadie tiene por qué saber si he confesado o no. Yo no debo comulgar, pero el cura no puede negarme la comunión si yo me acerco en la Misa.
Imaginaos que no sólo he pecado, sino que lo he hecho públicamente, por ejemplo, calumniando públicamente a mi párroco. Pues, en este caso, el cura no puede darme la comunión hasta que yo me retracte públicamente porque el pecado ha sido público. Si yo me pongo en la fila de la comunión, el cura debe negarse a dármela hasta que yo me retracte públicamente.
Como el matrimonio civil es un asunto público, igual que la convivencia en pecado, el sacerdote debe negar la comunión a las personas que hayan obtenido el divorcio y estén conviviendo maritalmente con otra.
Aquí surge un problema: en la sociedad actual, ¿quién conoce a cada uno de sus feligreses? No me cabe la menor duda de que seguramente yo haya dado la comunión a muchos divorciados que se han vuelto a casar porque no les conozco y no sé la situación en la que vive cada uno de mis feligreses.
Desde luego, no están excomulgados, no pueden comulgar porque no viven conforme al Evangelio, pero siguen siendo hijos de la Iglesia. Lo único que deberían hacer es convertirse y vivir conforme a la verdad de sus vidas y así podrían acceder a los sacramentos. Del mismo modo que si yo paso absolutamente de mi párroco y le denigro públicamente, como condición para la absolución deberían ponerme que me retracte públicamente y sólo después podrían absolverme y darme la comunión.
¿Cómo debe tratar la Iglesia a estas personas?
Una persona que se ha divorciado y se ha vuelto a casar no está excomulgado, es un hijo de la Iglesia. Bien mirado, ¿cuántas personas viven hoy en pecado? Celebras un matrimonio o un funeral y muchísimas personas no comulgan porque saben que están en pecado y no se ha confesado. Muchos no van a Misa el domingo, alguno pone los cuernos a su mujer o a su marido; otros se han peleado con sus hermanos por una herencia; unos pocos roban en sus trabajos y se aprovechan de sus empleados.... ¿Por qué íbamos a tratar de otro a estos pobres divorciados vueltos a casar?
La Iglesia trata con amor de Madre a cada uno de su hijos y vela de un modo muy especial por quienes más lo necesitan. Estas personas tienen derecho y obligación de rezar, de ir por algún grupo a recibir formación, tienen que seguir yendo a Misa aunque no puedan comulgar porque no pueden recibir la absolución. Pueden también participar en actividades de la Iglesia públicamente, no son apestados. Incluso algunos tratan de confesarse sabiendo que el cura no les puede dar la absolución... Están deseando recibir a Dios, pero no tienen fuerzas para cambiar de situación.
En muchos casos son situaciones dolorosísimas, aman realmente a la persona con la que conviven y viven una situación extremadamente forzada. No entienden por qué Dios no les permite comulgar y tienen grandes tentaciones de echarle la culpa a la Iglesia, pensando que una cosa es Dios y otra las normas de la Iglesia.
Habrá que acompañarles, alentarles y sostenerles, rezar por ellos y muy importante no engañarles con soluciones fáciles, pero sin juzgarles. ¡Yo no sé cómo actuaría en su situación! Lo único que sé es que la Verdad se puede mostrar con muchísimo cariño y comprensión. La verdad y la caridad van de la mano. Una mentira fácil con el pretexto de la caridad y la comprensión es una falta gravísima contra la lealtad a esas personas que tienen derecho a conocer la verdad de su situación y unas palabras dichas de un modo duro y severo, rompen la verdad que pudieran contener y se transforman en una mentira brutal.
¿Cómo salir de esta situación?
Con el evangelio, aceptando la liberación que sólo Dios puede traernos y viviendo conforme a la verdad. En muchos casos, sólo dejando a la mujer o el hombre con el que convives puede hacer que caigan las razones por las que no puedes recibir la absolución. cuando decides abandonar tu pecado y vivir conforme a la verdad que Dios te revela.
El algunas ocasiones, si tienes hijos con esa persona que no es tu cóyuge, por el bien de los hijos se acepta que sigáis conviviendo, pero abandonando cualquier conducta marital. Esto es, que no durmáis en la misma cama y que decidáis no volver a uniros carnalmente. ¿Por qué se permite esto? Por el bien de los hijos, que tienen derecho a convivir en un hogar con sus padres. La Iglesia considera muy importante a los niños, aunque en aras de una supuesta libertad al estado de derecho español actual le importa bastante poco que los niños ya no tengan familia, ni hogar cuando sus padres se divorcian. La Iglesia prefiere que te expongas a pecar (conviviendo con esa persona que no es tu cónyuge) con tal de que los hijos que tenéis en común puedan disfrutar de la propia familia y del propio hogar. La Iglesia sí sabe amar y dar importancia a lo que la tiene. Si te acuestas con esa persona tendrás que confesarte porque no es tu cónyuge, pero si decidís vivir la verdad de vuestra relación (no estáis casados y por eso no tenéis derecho sobre el otro) podéis convivir por el bien de los hijos.
Hay alguna otra razón grave para aceptar esa situación, como puede ser la imposiblidad de acceder a otra casa.
En todo, se exige el querer vivir al modo de Dios. Aceptando la ley divina sobre el matrimonio y la familia y aceptando la verdad de tu vida.
Pero ¡qué difícil es no engañarse ni ponerse excusas!, ¿verdad?
Espero haber contestado a las preguntas que me habéis formulado estos días, aunque me ha salido pelín largo he resumido cuanto he podido, aún a riesgo de simplificar demasiado una realidad muy compleja.
Un fuerte abrazo para todos.