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Su sencillo ministerio desde la ventana | Tommy era un chiquillo inválido que vendía periódicos, cuyo cuerpo deforme y casi imposibilitado yacía lastimosamente en un camastro de una vieja casa de apartamentos que daba a una concurrida calle de una gran ciudad del este de los EE.UU. Le había pedido a otro chiquillo repartidor de periódicos amigo suyo que le llevara el libro que hablaba del Hombre que fue por todas partes haciendo el bien. El chiquillo buscó y rebuscó ese libro sin nombre para su amigo inválido, hasta que por fin un librero se dio cuenta de que debía de referirse a la Biblia y a la historia de Jesús. El chiquillo reunió los pocos centavos que tenía y el amable librero le dio un ejemplar del Nuevo Testamento, que él se apresuró a llevar a Tom a su camastro del tercer piso. Comenzaron a leerlo juntos, hasta que Tommy se salvó gracias a las palabras que leyó en el libro, y él también quiso hacer el bien como el Hombre del libro. Pero estaba inválido y ni siquiera podía salir del apartamento de una sola habitación en el que vivía con su anciana tía. Pero oró pidiéndole a Dios que le ayudara, ¡y el Señor le mostró un plan! Se puso a garabatear penosamente versículos de la Biblia que podían ayudar a la gente en pedacitos de papel que luego tiraba desde su ventana del tercer piso y que revoloteaban hasta caer en la concurrida calle. Los transeúntes los veían caer y, movidos por la curiosidad, los recogían para ver qué decían. Así leían las Palabras del Hombre que fue por todas partes haciendo el bien: ¡Cristo Jesús! Ese chiquillo ayudó, animó y consoló a muchas personas, que hasta llegaron a salvarse gracias a su sencillo ministerio de la Biblia desde su ventanita. | |||||
El origen de los papelitos | Cierto día, un rico hombre de negocios tuvo una conversión maravillosa al leer uno de aquellos versiculitos. Tras encontrar a Cristo, regresó al lugar donde había recogido el trocito de papel gracias al cual había conocido al Señor para tratar de averiguar cómo había llegado hasta allí. Y de pronto vio caer revoloteando en la acera otro papelito; y una pobre y cansada anciana se agachó trabajosamente a recogerlo. Observó que se le iluminaba el rostro al leerlo. ¡Y cuando reemprendió la marcha, parecía que caminara con nuevas fuerzas! El hombre se quedó clavado donde estaba, sin dejar de mirar hacia arriba, decidido a averiguar el origen de aquellos papelitos. Tuvo que esperar mucho rato, porque el pobre Tommy, que estaba inválido, tardaba mucho en garabatear penosamente aunque sólo fuera un versículo en uno de aquellos papelitos. De pronto, el hombre de negocios fijó la vista en una ventana de donde alguien extendía una manecita menuda y delgada para tirar un papelito que parecía igual a los que había visto antes, e igual al que le había proporcionado a él toda una nueva vida. Se fijó bien donde estaba la ventana, subió corriendo las escaleras de la mugrosa casa, y por fin encontró el cuchitril de Tommy, ¡el misionero de la acera! | |||||
Un ofrecimiento muy sugerente y atractivo | Esta historia es verídica, y ojalá me acordara de como se llamaba el hombre, pero si mal no recuerdo era fabricante de sombreros en Filadelfia. El y Tom se hicieron enseguida muy amigos, y él le proporcionó a Tom toda la ayuda y cuidados médicos que pudo. Al final le invito a irse a vivir con él a una mansión suntuosa que tenia en una zona residencial. Pero con gran asombro suyo, Tom le respondió: «Tendré que consultarlo con mi amigo.» ¡Se refería a Jesús! Al día siguiente, el hombre regresó, esperando ansiosamente la respuesta de Tommy. Curiosamente, Tom le hizo algunas preguntas extrañas: «¿Dónde dijo que estaba su casa?» «Está muy lejos, en el campo», dijo el hombre, «es una finca muy grande y muy hermosa; tendrás una habitación muy bonita para ti, criados que te atenderán, comidas deliciosas, una buena cama, todas las comodidades y cuidados y todo lo que siempre has soñado. Mi mujer y yo te querremos mucho y te criaremos como a nuestro propio hijo». Tom volvió a preguntar, con tono vacilante: «¿Pasará alguien por delante de mi ventana?» Sorprendido y algo desconcertado, el hombre contestó: «Pues... claro que no, sólo algún criado de vez en cuando, y quizás el jardinero. ¿Comprendes, Tom? Es una finca preciosa, lejos de los ruidos, el ajetreo de la ciudad y del barullo de la gente. Tendrás tranquilidad y podrás descansar, leer y hacer todo lo que quieras, lejos de toda la suciedad, el humo, el ruido y la agitación de la gente». | |||||
Ahora alguien está pasando | Después de pasar un largo rato callado y pensativo, la cara de Tom se puso muy triste, pues no quería herir a su nuevo amigo. Pero por fin dijo con voz baja, pero firme, y con los ojos llenos de lágrimas: «Lo siento, pero comprenda usted que no podría vivir donde nadie pasara por delante de mi ventana». Esta es la historia verídica de un chico que era tan ignorante y estaba tan desvalido y aislado que a nadie se le habría ocurrido que pudiera realizar un ministerio, y que aparentemente tenía todo tipo de excusas para no servir a los demás, dado que más bien necesitaba que le sirvieran a él. ¡Pero el amor dio con la solución! ¡Ahora mismo, alguien está pasando por la ventana de nuestra vida! ¿Ha encontrado nuestro amor una forma de ayudarle? ¿Les hemos mostrado el amor de Dios? Él lo hará sin que importen las limitaciones de cada uno, porque Dios también tiene una ventana, y ha prometido que si le obedecemos y abrimos a los demás las ventanas de nuestra vida, "Él abrirá las ventanas de los cielos y derramará bendición hasta que sobreabunde" (Mal.3:10). | |||||
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