Por la gracias de Dios, o por las vueltas que da la vida, he pasado de estar en la mejor parroquia de Madrid a estar destinado en dos parroquias del centro de Madrid. Os cuento y me decís si os parece exagerado que saliera de la mejor parroquia de Madrid:
Es una parroquia con muchísima población joven, familias jóvenes, niños, adolecentes, universitarios... Con una formación religiosa más que aceptable, con muchísimos grupos, mucho movimiento... Tanto que va gente de todo Madrid. Es la parroquia con más confesiones y comuniones de toda la Diócesis. ¡Vamos, te sientas a confesar y no paras! Tienen que sacarte con una espátula.
Una parroquia con un párroco muy humano, que sabe lo que quiere y es fiel a la Iglesia. Es un tipo noble donde los haya, que cuida a sus curas, como si fuera su madre y les defiende a capa y espada. Además predica de una manera que ¡se le entiende todo! Con un equipo sacerdotal, que además de compañeros son amigos. ¿Dónde se ha visto que los curas se quieran? Además tienen muy buena formación y unas ganas locas de trabajar. Podría seguir escribiendo sobre ellos toda la noche porque después de todo son de mis mejores amigos, pero basta una nota: valen tanto, que yo no duré allí ni un año entero. Jua, jua...
Pues bien, salí de esa parroquia fascinante y fui a dar con mis huesos en dos parroquias del centro de Madrid, acogido y recogido por uno de los sacerdotes más buenos que os podáis imaginar.
Son dos parroquias, que entre las dos no superamos los tres mil habitantes, con una media de edad considerable y las pocas familias jóvenes que hay, viven su fe o bien en la parroquia de la que he salido o bien en Schönsttat. Creo que lo he escrito mal, pero eso les pasa por provenir de un alemán. Son parroquias que por mucho que te sientes a confesar nunca tendrás una cola de espera.
Mi principal cometido es distribuir la comunión a los ancianitos y enfermos. Al principio me costaba un mundo, pero llevándomelo a la oración descubrí que todas estas personas son las que realmente importan en la Iglesia. Todo el mundo quiere trabajar con jóvenes y con matrimonios, pero ¿quién cuida de nuestros mayores?
Son los que han perseverado en la fe y en las pruebas de la vida, son los que han luchado toda su vida por sacar la parroquia y sus familias adelante. Son los que ya no tienen apenas fuerzas, sus hijos no les hacen mucho caso, y sufren como locos viendo cómo muchos dejan de creer y alegrándose un montón cuando alguien se acerca a Dios. Son los que saben realmente de qué va la vida.
Ahora tengo el privilegio de poder cuidarles. Piensa un poco. Cuando seas viejo y necesites que un cura te acerque la comunión a casa, ¿no te resultará útil que un cura joven esté destinado en tu parroquia de viejos? Ésta es la previsión que ha hecho Don Antonio María Rouco Varela conmigo.
Por si no fuera bastante, los curas que atienden a los jóvenes, ¿a cuántos acompañan hasta el cielo? Pues bien, tengo el santo orgullo y el tremendo honor de haber acompañado; sólo durante este curso que termina; a más de diez feligreses de mis parroquias hasta el cielo con los sacramentos y la indulgencia plenaria en peligro de muerte.
Decidme, si no estoy en uno de los mejores puestos de la Iglesia Católica. Vamos, mucho mejor que Santa María de Caná son Santa Elena y Santa Bárbara, mis dos joyitas.
P.D.- De hecho, muchos de mis feligreses son los abuelos de los niños de Caná.
Un fuerte abrazo
.
Es una parroquia con muchísima población joven, familias jóvenes, niños, adolecentes, universitarios... Con una formación religiosa más que aceptable, con muchísimos grupos, mucho movimiento... Tanto que va gente de todo Madrid. Es la parroquia con más confesiones y comuniones de toda la Diócesis. ¡Vamos, te sientas a confesar y no paras! Tienen que sacarte con una espátula.
Una parroquia con un párroco muy humano, que sabe lo que quiere y es fiel a la Iglesia. Es un tipo noble donde los haya, que cuida a sus curas, como si fuera su madre y les defiende a capa y espada. Además predica de una manera que ¡se le entiende todo! Con un equipo sacerdotal, que además de compañeros son amigos. ¿Dónde se ha visto que los curas se quieran? Además tienen muy buena formación y unas ganas locas de trabajar. Podría seguir escribiendo sobre ellos toda la noche porque después de todo son de mis mejores amigos, pero basta una nota: valen tanto, que yo no duré allí ni un año entero. Jua, jua...
Pues bien, salí de esa parroquia fascinante y fui a dar con mis huesos en dos parroquias del centro de Madrid, acogido y recogido por uno de los sacerdotes más buenos que os podáis imaginar.
Son dos parroquias, que entre las dos no superamos los tres mil habitantes, con una media de edad considerable y las pocas familias jóvenes que hay, viven su fe o bien en la parroquia de la que he salido o bien en Schönsttat. Creo que lo he escrito mal, pero eso les pasa por provenir de un alemán. Son parroquias que por mucho que te sientes a confesar nunca tendrás una cola de espera.
Mi principal cometido es distribuir la comunión a los ancianitos y enfermos. Al principio me costaba un mundo, pero llevándomelo a la oración descubrí que todas estas personas son las que realmente importan en la Iglesia. Todo el mundo quiere trabajar con jóvenes y con matrimonios, pero ¿quién cuida de nuestros mayores?
Son los que han perseverado en la fe y en las pruebas de la vida, son los que han luchado toda su vida por sacar la parroquia y sus familias adelante. Son los que ya no tienen apenas fuerzas, sus hijos no les hacen mucho caso, y sufren como locos viendo cómo muchos dejan de creer y alegrándose un montón cuando alguien se acerca a Dios. Son los que saben realmente de qué va la vida.
Ahora tengo el privilegio de poder cuidarles. Piensa un poco. Cuando seas viejo y necesites que un cura te acerque la comunión a casa, ¿no te resultará útil que un cura joven esté destinado en tu parroquia de viejos? Ésta es la previsión que ha hecho Don Antonio María Rouco Varela conmigo.
Por si no fuera bastante, los curas que atienden a los jóvenes, ¿a cuántos acompañan hasta el cielo? Pues bien, tengo el santo orgullo y el tremendo honor de haber acompañado; sólo durante este curso que termina; a más de diez feligreses de mis parroquias hasta el cielo con los sacramentos y la indulgencia plenaria en peligro de muerte.
Decidme, si no estoy en uno de los mejores puestos de la Iglesia Católica. Vamos, mucho mejor que Santa María de Caná son Santa Elena y Santa Bárbara, mis dos joyitas.
P.D.- De hecho, muchos de mis feligreses son los abuelos de los niños de Caná.
Un fuerte abrazo
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