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La vida de un sacerdote en Madrid es algo compleja, hacemos lo que podemos y que Dios ponga el resto. Si quieres contribuir pide a Dios que nos envíe más sacerdotes.

Un fuerte abrazo

miércoles, 5 de octubre de 2011

Y la peregrinación fue un éxito...

Aunque todavía no tengo las fotos, ya os las enseñaré.

Mi hermano mayor me advirtió de que no me fuera de viaje sólo con mi párroco, que era una locura y que podía terminar siendo la causa de mi marcha de la nueva parroquia. ¡Gracias a Dios se equivocó!

Hemos estado desde el lunes hasta el sábado a las 16:58, de peregrinación. Salimos para Zaragoza con destino a la basílica del Pilar. Viaje sin incidentes. Rezábamos una media de tres partes del Rosario cada día, hacíamos la oración en los lugares de peregrinación y rezábamos lo habitual de un cura obediente y sencillo. De modo especial orábamos y pedíamos por todas las personas de la parroquia, de modo especial por los sacerdotes y de un modo privado compartíamos una intención más: dos niños a quienes tenemos mucho cariño, Manuel (un chaval con síndrome de Down que está muy malito) y un amigo mío muy querido, también recién nacido que se llama Javier y nació con sus órganos fuera del cuerpo. Por Manuel y Javier y por sus padres, que sufren más que ellos.

Pudimos orar ante la Virgen del Pilar (he de reconocer que aunque siempre me ha costado reza ante la Virgen del Pilar, esta vez fue estupendo, como si María tuviera reservado para mí una dedada de miel), besamos el Pilar y seguimos nuestro camino. Una cosa curiosa que me fijé es que la corona que le hemos puesto es más grande que la propia imagen. ¡Qué diferentes somos de Dios! A Dios le gusta lo sencillo y lo pequeño y nosotros lo doramos todo.

Esa noche la pasábamos en Torreciudad, llegamos pensando que ya estaría cerrada y aún pudimos hacer otro rato de oración ante el Cristo vivo de la capilla del Santísimo. Fue un momento muy emotivo, como si volviera a casa. Algo raro que no me pasa desde hace mucho.

Fuimos a un restaurante que Don Manuel recordaba para cenar y como no nos gustó nos fuimos a "Las Acacias" y cenamos como reyes. Después pasamos la noche en un apartamento del Grado que nos consiguió don Luis Miguel, el segundo de a bordo de Torreciudad.

Advierto que ha sido un plan muy relajado. Hemos hecho lo que nos ha dado la gana, hemos comido siempre  fenomenal y hemos rezado como campeones. En todos los lugares de peregrinación, Dios nos tenía reservada alguna sorpresita.

A la mañana siguiente desayunamos en el mismo sitio donde cenáramos la noche antes y pudimos hacer la oración tranquilamente ante la Virgen de Torreciudad en el santuario, con el fantástico retablo que recorre los misterios de María. ¡Qué guspa es María! En toda la peregrinación pude orar sin utilizar ningún libro, Dios nos cuidaba especialísimamente. Al terminar celebramos la Misa en la capilla de la Sagrada Familia, con el mimo y buen gusto litúrgico que caracteriza al Opus Dei. Es una capilla circular, decorada con mosaicos que muestra la vida de la Sagrada Familia, cuando Jesús es todavía Niño. Apretaditos caben unas cincuenta personas. No sé por qué, pero me venía a la cabeza y el corazón muchos momentos vividos en este santuario, incluso cuando nos tirábamos desde una roca al pantano, cuando éramos unos chavales insconscientes de las maravillas que Dios iba a hacer con nosotros. Ha sido uno de los momentos claves de esta peregrinación, para mí.

Al terminar, nos poníamos en camino hacia Lourdes. El túnel de Bielsa estaba cerrado, por lo que hicimos algún kilómetro más. Comimos antes de llegar a Francia, en un lugar de Cataluña y comimos muy bien, ¡qué bien les sale la crema catalana! Don Manuel me iba poniendo cd's por turnos entre los suyos y los míos. Tuvimos muy buenas conversaciones, nos reímos cuanto quisimos y también hicimos kilómetros en silencio, dando gracias y pidiendo por esta nueva etapa que se abre en la parroquia. El resumen, como dice don Manuel sería: "Gracias, perdón y ayúdanos más", que repetía con frecuencia San José María.

Llegábamos a Lourdes con tiempo de sobra y rezamos mucho tiempo ante la gruta. No visitamos en ningún momento la basílica. Del mismo modo que en Torreciudad tampoco visitamos nada más que el santuario y la capilla del Santísimo. Este era un viaje para centrarnos en lo esencial y sin perdernos en ver cosas, poder estar junto a María y el Señor. Don Manuel se iba acercando "peligrosamente" a la cueva, mientras que yo me quedaba a una prudente distancia.

Coincidimos con un encuentro internacional de una de las asociaciones que más enfermos traen a Lourdes y era impresionante ver a todo el mundo desfilando con sencillez por la gruta, buscando a María. ¡Qué guapa es María!

Cenamos en la misma casa donde nos alojamos, en la asociación "Ave María". Todo extremadamente barato. Llegamos con tiempo de sobra para ver la procesión de las antorchas. Un Rosario precioso y un espectáculo estupendo ver desfilar las antorchas de un sitio para otro por toda la plaza. Nos pusimos en lo alto de la basílica para poder ver con perspectiva la procesión. Una maravilla.

A la mañana siguiente celebrábamos la Misa, después de desayunar y rezar, en la gruta con tres sacerdotes más (de Argentina y Colombia) y un obispo chileno. Pudimos ver el manantial, recordamos la historia de Santa Bernardette y continuamos nuestro viaje.

Sinceramente, a todo el mundo le gusta más Lourdes que Fátima. A mí me parece mucho más sencilla y guapa la Señora de Fátima. A lo mejor es que soy más cutre, pero la sencillez, pobreza y hasta cierta miseria de Fátima me tiran más que la europea y cosmopolita Lourdes. Siempre he podido rezar con más cariño en Fátima, quizás sea porque conozco mejor la imagen de María que se venera en Fátima y porque los tres pastorcillos me caen mejor que Bernardette. ¡Qué le vamos a hacer! Quizás porque es más fácil llegar a la "capelinha" y a la capilla del Santísimo, que en Lourdes. De todos modos, del mismo modo que la otra vez que estuve en Lourdes me costó muchísimo rezar, esta vez me resultó mucho más fácil estar con María y con Jesús.

Esta vez nos detuvimos a mitad de camino en un pueblecito cercano a Montpellier, Méze. Un pueblecito a orillas del Mediterraneo donde nos bañamos en la playa, hicimos la oración en la playa, dormimos en una pensión para transportistas que habia en un pueblo cercano llamado Loupian el Viejo. Y nos dejamos un pastón en una cena normalita. Don Manuel se puso negro con tanto sol.

Al amanecer salimos para Montpellier, porque pensamos que allí encontraríamos más fácilmente una parroquia y así fue. Celebramos en una parroquia que cinco minutos después de haber entrado cerraba sus puertas al público. Dios no nos dejaba sin Misa. Rezamos mucho por las futuras vocaciones de Francia y de nuestra parroquia y repetimos nuestras intenciones de siempre.

Ese día tratamos de encontrar un santuario mariano de la patrona de Languedoc, pero no fuimos capaces de encontrarlo. En su lugar oramos ante una imagen de María que encontramos en el pórtico de la catedral dedicada a San Pedro. Sin más tardanzas nos pusimos en camino hacia Ars.

Llegamos quince minutos después de que tuvieran que haber cerrado la casa del santo cura, pero nos la encontramos abierta. Pudimos verla y rezar. Éste es el otro gran polo de mi peregrinación.

Hicimos un gran rato de oración ante los restos del Cura de Ars. Nos abrieron la capilla y rezamos justo al lado de su tumba. Sinceramente, me hubiera quedado allí para siempre. A la mañana siguiente pudimos celebrar en el altar de su capilla con su propio cáliz. Celebramos la Misa con el cáliz que usaba el cura de Ars. Además, don Manuel casi hasta me obligó a presidir a mí. Vamos, que casi no tocaba el suelo con mis pies.

En Ars cenamos fantásticamente bien y por un precio más que razonable para lo que se estila en Francia. Lo mejor los "desserts". Nos alojamos en la residencia de la "Providence", el colegio que fundó el santo para niñas pobres. Nos cuidaron muy bien. El chaval que atendía la sacristía era majísimo. No era para nada el típico sacristán clerical. Un chaval muy majo. ¡Qué bien cantaban las monjitas que atienden el santuario! Parecía que estábamos en el cielo... 

Salimos tempranito para llegar a Montserrat a una hora razonable. Al llegar los monjes nos invitaron a cenar con ellos (cena frugal de viernes con abstinencia: berzas, ensalada, tomate con un poquito de queso y más verduras... (Pude constatar que ésa no es mi vocación), como no tenían sitio en la hospedería, pues estaba de obras, hicieron gestiones para que nos alojáramos en el Parador por el precio que costaría la hospedería. No contentos con eso, pudimos rezar Completas con ellos, nos enseñaron un papiro del S.II con un fragmento del evangelio en griego de San Mateo, que al parecer es el más antiguo que se conoce. ¡Lo tuvimos en nuestras manos!, protegido por un cristalito y nos mostraron la estupenda colección que tienen de papiros y telas de la época. ¡Formidable! Al final, pudimos rezar un rato ante la Virgen de Montserrat que es mucho más guapa de lo que aparece en la fotos y tienen unas sonrisas María y el Niño extraordinariamente amables y simpáticas. Menudo día. El mismo día hemos vivido cosas estupendas en Ars y en Montserrat. Y no sólo eso, sino que antes de llegar a Montserrat hicimos una paradita en Blanes para que don Manuel se bañara por última vez en el mar y yo pudiera disfrutar de un paseo marítimo espectacular.

Al día siguiente, no celebramos Misa en Monserrat porque teníamos que llegar a la Misa de las Comunidades Neocatecumenales de la parroquia. Con las mínimas paradas, calculamos que llegaríamos a las 17:00 y llegamos finalmente a las cinco menos dos minutos.

El único momento de tensión fue una vez que nos perdimos y tras pasar tres veces por el mismo sitio, decidimos apagar el Tom-Tom y decidir nosotros la ruta. Sin enfados.

Lo mejor de la peregrinación han sido dos cosas: las caricias de Dios que en cosas que pueden parecer concidencias, nosotros veíamos la providencia y ya hasta nos reíamos. "Ya verás como todavía está abierta la casa del cura de Ars" y, efectivamente, seguía abierta para nosotros... Y lo bien que hemos congeniado don Manuel y yo. No hay nada mejor que la unidad sacerdotal. Seguramente, nos tiraremos de los pelos muchas veces en la parroquia, pero lo que no puedo negar es que me he topado con una persona con mucho sentido común, mucha calma y normalidad y un gran sentido del humor. Además, me he dado cuenta de lo mucho que tiendo a criticar. Cuando te pasas seis días a solas con una persona que siempre dice cosas buenas de los demás y busca la parte buena de todo, resalta más que tú no eres así. ¡Qué le vamos a hacer! A ver si se me pega algo de mis nuevos compañeros...

Gracias a Dios y a su felicísima Madre por estos días de vacaciones-peregrinación que me han regalado con don Manuel. Así se empieza en la parroquia de otro modo, ¿verdad?

Un fuerte abrazo y buenas noches.

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