¿Qué es la Pascua? Una
realidad, una posibilidad y una promesa.
Hemos entrado en el tiempo litúrgico
más glorioso y encantador que tenemos en la Iglesia.
1. La Pascua es el paso de Jesús de este
mundo al Padre.
2. La Pascua también es nuestro paso de
la muerte y del pecado a la Vida con Jesús, la vida de la gracia.
3. La Pascua también es nuestro paso de
esta vida a la Vida eterna.
Con la Resurrección de Jesús, Dios
nos ha salvado definitivamente, pero no está todo hecho. Falta algo. Tenemos
experiencia real de que aún pecamos y sufrimos en nuestras vidas. ¿Entonces qué
pasa, que es todo una bonita mentira piadosa? No. Lo cierto es que Jesús ha
demostrado con su Resurrección que el pecado, la injusticia y la muerte no
tienen la última palabra, Él ha Resucitado y lo que a Él le ha pasado es una
promesa para nosotros. Tú también Resucitarás… si eres fiel.
Aún podemos condenarnos. Cuántos
chavales hay que después de comenzar a ir por grupos y de apuntarse a
convivencias ven que la vida cristiana no es tan fácil como parecía en la
convivencia, que todavía queda sufrir,
que aún estás bajo el peso de tus pecados, faltas que te agobian y te humillan
y pensabas que te las quitarías con un poco de voluntad y ves que sigues
cayendo en lo mismo, que la gente no es tan “guay” como parecía y te vas
desanimando hasta que terminas por abandonar. Faltas un día, luego faltas
varios seguidos y acabas dejando a un lado tu vida cristiana porque te han
seducido los placeres de este mundo. Aún podemos dejarnos llevar y condenarnos.
Esto no es el cielo. Cristo nos ha
salvado, pero aún falta algo para completar su salvación en tu vida: Tu
perseverancia hasta el final.
Estás en el Camino hacia el cielo,
pero es un camino duro y difícil, negarlo sería mentir. Pero también es cierto,
que vamos teniendo experiencia de que este Camino está también lleno de
alegrías y es el único modo en el que la vida merece la pena ser vivida. La
pelea no es contra los enemigos de la Iglesia, esos luchan contra Dios. Tu
pelea es contigo mismo, luchando cada día por ser mejor. No por ser bueno, sino
por amar más y servir mejor a Jesucristo.
Una pelea diaria por sacar un ratito
de oración, por ir a Misa cada vez sabiendo mejor lo que significa cada rito,
por confesarte una y otra vez de los
mismos pecados y vencer la humillación de darte a conocer tal y como
eres. Luchando a brazo partido por hacer la vida más fácil a los que te rodean,
en vez de intentar que sean ellos quienes te hagan feliz a ti.
Peleando por estudiar cada vez más y
mejor, no sólo para sacar mejores notas, sino para ofrecer a Dios un trabajo
bien hecho. Llevando a la plenitud todas tus capacidades, para llegar a ser la
mejor versión de ti mismo, no por mejorar tú, sino para poder servir mejor.
Luchando a brazo partido contra tus
egoísmos, venciendo en las batallas de la pureza… En definitiva, luchar por ser
santo, por llegar al cielo, por salvarnos. Ten en cuenta que si luchas por ser
fiel a Dios habrá mucha gente que te odie sin motivo, que no te entienda, que
te diga que eres imbécil y un fanático. El mundo no obedece a Dios, hace caso
al Demonio y van a tratar de seducirte engañarte y arrastrarte a una vida
infra-humana como la que ellos llevan.
Somos pocos los que nos damos cuenta
de las cosas, porque lo fácil es pactar, el camino fácil de ser “buenecito” y
no complicarte la vida. Cuántas personas que no van a Misa, que no se confiesan…
piensan que aman a Dios porque tienen un vago sentimiento hacia Él, aunque jamás
le obedecen porque se pasan la vida justificando sus pecados y creyendo que son
buenos. ¡No te dejes engañar!
Jesús nos dejó muy clarito que si
queremos ser sus amigos tenemos que hacer lo que Él nos mande, cumplir la
Voluntad de su Padre, cumplir los mandamientos. Más claro agua.
“¿Ahora
creéis? Mirad que llega la hora (y ha llegado ya) en que os dispersaréis cada
uno por vuestro lado y me dejaréis solo. Pero no estoy solo, porque el Padre
está conmigo. Os he dicho estas cosas
para que tengáis paz en mí. En el mundo tendréis tribulación. Pero ¡ánimo! yo
he vencido al mundo.” (Jn. 16,
29-33)
Nadie puede eximirnos de esas luchas.
La Resurrección de Jesucristo no las ha suprimido. Lo que nos ha traído Jesús
es la posibilidad de vencer. Antes era imposible, ahora contamos con la ayuda
de su Gracia que aumenta de día en día en nosotros, gracias a:
1. la frecuencia de los sacramentos,
2. a la oración,
3. a la meditación de la Palabra de Dios
4. y a la fidelidad en el día a día, que
poco a poco nos va fortaleciendo.
Podemos ser santos porque Cristo nos
da su energía, su fuerza, su gracia y su capacidad para amar cada día. Esta es
la novedad del evangelio. El Demonio es un “pringao” que no puede arrancarte del Corazón de Cristo cuando te empeñas en ser fiel a Dios.
Muchas veces pensarás que siempre
caes en lo mismo, que no tiene sentido luchar tanto cuando eres tan débil. Sentirás
la tentación del desánimo. No te preocupes, no se trata de vencer, sino de que
Cristo te encuentre luchando, cayendo y levantándote constantemente y al final,
te salvará.
La Resurrección de Cristo es también
una promesa de que no todo termina en esta vida, sino que luego te ha preparado
un lugar en el cielo. Que si eres fiel, si no le niegas, si luchas y te
levantas constantemente, Él te salvará, te llevará al Cielo y Resucitarás para
siempre. Que el pecado y la muerte tienen un final y que a ti te pasará un día
lo que le pasó a Él.
Cuando Jesús resucitó su cuerpo no
volvió a la vida, sino que fue transformado en un cuerpo glorioso. Un cuerpo
físico, pero no sometido a las leyes de la naturaleza. No necesita comer, ni
dormir, no padece, no se somete al espacio-tiempo, sino que va donde quiere sin
que le limiten las paredes…
Eso mismo, nos pasará a nosotros el
día del Juicio Final, cuando venga Cristo con gran poder y gloria, al final de
los tiempos para juzgar a todos. Los que estén en el Cielo Resucitarán para la
Vida eterna, los que estén en el purgatorio llegarán al cielo y también
Resucitarán para la Vida eterna y quienes estén en el infierno, también
Resucitarán, pero para condenarse para siempre.
Sólo tenemos una vida para merecer,
para llegar al cielo… ¡APROVÉCHALA!
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