Aunque el temario que estamos tocando trata sobre las virtudes para proseguir nuestro viaje debemos tocar este tema, que a mí me parece, fundamental.
Tal y como sea nuestra relación con Dios , así será lo que debamos hacer para vivir conforme a su Voluntad. No es lo mismo un esclavo que un amigo y un amigo que un hermano y un hermano que un hijo, ¿no os parece? Yo no le pido lo mismo a un hijo que a un desconocido. Dependerá de quién soy yo para Dios el modo en el que pueda relacionarme con Él.
En principio, si Dios es el Único y es Todopoderoso, me debería bastar con ser su esclavo. Eso significaría que por lo menos me utiliza para algo, que no soy algo de lo que se pueda prescindir. Sin embargo, en nuestro corazón vemos que una relación de esclavitud respecto de Dios no nos basta. Esto sería quedarse en el Islam. Nuestra religión no tendría por qué ser una relación personal con Dios, bastaría obedecerle y someternos a Él.
Vemos que en la Sagrada Escritura, Dios no trata a Israel como a un esclavo, sino que es su Pueblo Elegido, algo más que una amistad les une. La palabra que mejor define la relación de Dios con su Pueblo es la de ALIANZA. A lo largo de la historia de la Salvación Dios ha sellado diferentes Alianzas con su Pueblo. Israle tenía que ser fiel, pero nunca lo consiguió. También notamos que esa relación de los israelitas con Dios se queda muy pobre. Nosotros vemos que Dios sigue siendo fiel aunque nosotros seamos infieles y tendría todo el derecho del mundo para abandonarnos.
¿Por qué no lo hace? Porque la verdadera relación que Dios quiere tener con nosotros se basa en el AMOR. Dios nos Ama y nunca dejará de amarnos, aunque nunca nos lo merezcamos. Ésta es la razón por la que los protestantes y los testigos de Jehová se equivocan. Si Dios nos repudiara dejaría de ser fiel a sí mismo. Nos ha jurado Amor eterno. Por eso, nosotros mismos seguimos considerando al Pueblo de Israel el primogénito de las promesas y nuestros hermanos mayores en la fe. dios nos les ha repudiado y está esperando que vuelvan a Él. De hecho, una antigua tradición basada en los textos de San Pablo dice que la Parusía no llegará hasta que Israel admita a Cristo como el Mesías.
En todo caso, vemos que en la pedagogía de Dios que ha ido mostrándonos cada vez más su amor por nosotros, llega un momento en que ese Amor se hace absoluto y manifiesto, con la Encarnación de Cristo y luego con su vida, con su Cruz y su Resurrección. Ahí tenemos el momento más grande. Es imposible que Dios pueda hacer algo más por nosotros. Por eso, ese momento histórico se perpetúa y se hace eterno y contemporáneo a todos los días de nuestra vida por medio de los sacramentos.
A partir de ese momento y con el envío del Espíritu Santo, somo hechos hijos en el Hijo. Como diría San Juan, ya es grande que pudiéramos llamarnos hijos de Dios, ¡pues realmente lo somos!
¿Qué implica el ser hijos?
1.- Somos parte de la familia de Dios. Un ser humano que no esté bautizado, sólo puede llamarse hijo de Dios en un sentido lato, en cuanto Dios es su Creador y última causa. Un bautizado ha sido transformado por la gracia santificante y ya no es una mera criatura compartimos la misma vida intratrinitaria de Dios. Su fuerza y su vida son nuestras. Estamos insertos en las relaciones entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. La gracia de Dios corre por nuestras venas (metafóricamente, claro)
2.- Somos herederos de la Gloria. Nuestro destino es el Cielo. Somo hijos del dueño de cuanto existe y nustro destino es Reinar con Cristo para siempre. Nuestra es la Gloria y el Poder y el Reino. Cristo es la Cabeza del Cuerpo que es la Iglesia y compartimos su mismo destino.
3.- Somos familiares de Dios, también en cuanto que Dios nos escucha, como escucha al Unigénito, a Jesucristo. De hecho, en la liturgia Jesús habla por nuestra boca. De algún modo es como si Dios nos confundiera con Jesús.
4.- Si yo soy hijo de Dios y tú también eres hijo de Dios, entonces tú y yo... ¡somos hermanos!
5.- Si esa persona que pasa de Dios es también hijo de Dios, si esa persona que vive triste es también hijo de Dios; si ese desgraciado que me ha hecho daño es también hijo de Dios entonces... ¡Dios les quiere tanto como a mí! Quizás me esté pidiendo que sepa acercarme a sus hijos y mostrarles ese Amor que Dios les tiene.
Todas estas prerrogativas no nos las merecemos, nos las ha merecido Cristo por su Pasión, Muerte y Resurrección. Son un grandísimo regalo que Dios nos ha hecho. No hay que pagar nada por él, sólo tenemos que aceptarlo en nuestra vida.
Si somos hijos de Dios, si Dios nos Ama tanto que nos ha hecho sus hijos, entonces la vida podemos vivirla con una confianza básica indescriptible. ¿A qué voy a tener miedo si mi padre es Dios? Si Dios es Omnipotente y me quiere con amor de Padre, estoy seguro de que me va a proteger. ¿Qué puede pasarme que no esté en los planes de Dios? y si está en sus planes y me quiere tanto, estaré convencido de que pase lo que pase siempre va a ser para mi bien.
Al final, junto con la humildad, esta certeza de que somos hijos de Dios se convierte en el tesoro más grande de nuestra espiritualidad. Si soy su hijo entonces Dios me quiere aunque no de la talla, como una madre quiere más al hijo más tonto. De modo que siemrpe va a tener misericordia para mí. Siempre voy a poder contar con su protección; siempre estará allí para darme las fuerzas necesarias para crecer y amar cada día más...
De hecho, si soy su hijo no necesito fórmulas complicadas para dirigirme a Él, ni necesito que nadie me acerque a Él, sino que tengo derecho a verle cuando le necesite y puedo tener con Él un trato sencillo y directo. No necesito hacerle cumplidos para que me favorezca. Puedo confiar en Él y abandonarme en sus brazos. Incluso puedo enfadarme con Él cuando haya algo que no entienda, siempre y cuando siga mirándole a la cara. Dios me ha dado confianza. Siempre va a tener tiempo para mí y me lleva siempre en su corazón. ¡No puede dejar de amarme!
Es la certeza más grande que puede llenarnos de alegría. Piénsalo despacio y saca tus propias conclusiones:
1.- Dios existe;
2.- Dios es Omnipotente;
3.- Dios te Ama más que a su propia vida.
¡Explota de alegría!
En principio, si Dios es el Único y es Todopoderoso, me debería bastar con ser su esclavo. Eso significaría que por lo menos me utiliza para algo, que no soy algo de lo que se pueda prescindir. Sin embargo, en nuestro corazón vemos que una relación de esclavitud respecto de Dios no nos basta. Esto sería quedarse en el Islam. Nuestra religión no tendría por qué ser una relación personal con Dios, bastaría obedecerle y someternos a Él.
Vemos que en la Sagrada Escritura, Dios no trata a Israel como a un esclavo, sino que es su Pueblo Elegido, algo más que una amistad les une. La palabra que mejor define la relación de Dios con su Pueblo es la de ALIANZA. A lo largo de la historia de la Salvación Dios ha sellado diferentes Alianzas con su Pueblo. Israle tenía que ser fiel, pero nunca lo consiguió. También notamos que esa relación de los israelitas con Dios se queda muy pobre. Nosotros vemos que Dios sigue siendo fiel aunque nosotros seamos infieles y tendría todo el derecho del mundo para abandonarnos.
¿Por qué no lo hace? Porque la verdadera relación que Dios quiere tener con nosotros se basa en el AMOR. Dios nos Ama y nunca dejará de amarnos, aunque nunca nos lo merezcamos. Ésta es la razón por la que los protestantes y los testigos de Jehová se equivocan. Si Dios nos repudiara dejaría de ser fiel a sí mismo. Nos ha jurado Amor eterno. Por eso, nosotros mismos seguimos considerando al Pueblo de Israel el primogénito de las promesas y nuestros hermanos mayores en la fe. dios nos les ha repudiado y está esperando que vuelvan a Él. De hecho, una antigua tradición basada en los textos de San Pablo dice que la Parusía no llegará hasta que Israel admita a Cristo como el Mesías.
En todo caso, vemos que en la pedagogía de Dios que ha ido mostrándonos cada vez más su amor por nosotros, llega un momento en que ese Amor se hace absoluto y manifiesto, con la Encarnación de Cristo y luego con su vida, con su Cruz y su Resurrección. Ahí tenemos el momento más grande. Es imposible que Dios pueda hacer algo más por nosotros. Por eso, ese momento histórico se perpetúa y se hace eterno y contemporáneo a todos los días de nuestra vida por medio de los sacramentos.
A partir de ese momento y con el envío del Espíritu Santo, somo hechos hijos en el Hijo. Como diría San Juan, ya es grande que pudiéramos llamarnos hijos de Dios, ¡pues realmente lo somos!
¿Qué implica el ser hijos?
1.- Somos parte de la familia de Dios. Un ser humano que no esté bautizado, sólo puede llamarse hijo de Dios en un sentido lato, en cuanto Dios es su Creador y última causa. Un bautizado ha sido transformado por la gracia santificante y ya no es una mera criatura compartimos la misma vida intratrinitaria de Dios. Su fuerza y su vida son nuestras. Estamos insertos en las relaciones entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. La gracia de Dios corre por nuestras venas (metafóricamente, claro)
2.- Somos herederos de la Gloria. Nuestro destino es el Cielo. Somo hijos del dueño de cuanto existe y nustro destino es Reinar con Cristo para siempre. Nuestra es la Gloria y el Poder y el Reino. Cristo es la Cabeza del Cuerpo que es la Iglesia y compartimos su mismo destino.
3.- Somos familiares de Dios, también en cuanto que Dios nos escucha, como escucha al Unigénito, a Jesucristo. De hecho, en la liturgia Jesús habla por nuestra boca. De algún modo es como si Dios nos confundiera con Jesús.
4.- Si yo soy hijo de Dios y tú también eres hijo de Dios, entonces tú y yo... ¡somos hermanos!
5.- Si esa persona que pasa de Dios es también hijo de Dios, si esa persona que vive triste es también hijo de Dios; si ese desgraciado que me ha hecho daño es también hijo de Dios entonces... ¡Dios les quiere tanto como a mí! Quizás me esté pidiendo que sepa acercarme a sus hijos y mostrarles ese Amor que Dios les tiene.
Todas estas prerrogativas no nos las merecemos, nos las ha merecido Cristo por su Pasión, Muerte y Resurrección. Son un grandísimo regalo que Dios nos ha hecho. No hay que pagar nada por él, sólo tenemos que aceptarlo en nuestra vida.
Si somos hijos de Dios, si Dios nos Ama tanto que nos ha hecho sus hijos, entonces la vida podemos vivirla con una confianza básica indescriptible. ¿A qué voy a tener miedo si mi padre es Dios? Si Dios es Omnipotente y me quiere con amor de Padre, estoy seguro de que me va a proteger. ¿Qué puede pasarme que no esté en los planes de Dios? y si está en sus planes y me quiere tanto, estaré convencido de que pase lo que pase siempre va a ser para mi bien.
Al final, junto con la humildad, esta certeza de que somos hijos de Dios se convierte en el tesoro más grande de nuestra espiritualidad. Si soy su hijo entonces Dios me quiere aunque no de la talla, como una madre quiere más al hijo más tonto. De modo que siemrpe va a tener misericordia para mí. Siempre voy a poder contar con su protección; siempre estará allí para darme las fuerzas necesarias para crecer y amar cada día más...
De hecho, si soy su hijo no necesito fórmulas complicadas para dirigirme a Él, ni necesito que nadie me acerque a Él, sino que tengo derecho a verle cuando le necesite y puedo tener con Él un trato sencillo y directo. No necesito hacerle cumplidos para que me favorezca. Puedo confiar en Él y abandonarme en sus brazos. Incluso puedo enfadarme con Él cuando haya algo que no entienda, siempre y cuando siga mirándole a la cara. Dios me ha dado confianza. Siempre va a tener tiempo para mí y me lleva siempre en su corazón. ¡No puede dejar de amarme!
Es la certeza más grande que puede llenarnos de alegría. Piénsalo despacio y saca tus propias conclusiones:
1.- Dios existe;
2.- Dios es Omnipotente;
3.- Dios te Ama más que a su propia vida.
¡Explota de alegría!
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