Siento mucho los retrasos, actualizaré el blog de vez en cuando, pero tened paciencia, please:



La vida de un sacerdote en Madrid es algo compleja, hacemos lo que podemos y que Dios ponga el resto. Si quieres contribuir pide a Dios que nos envíe más sacerdotes.

Un fuerte abrazo

jueves, 13 de enero de 2022

¿Qué imagen de Dios tengo? ¿El único camino para alcanzar a Dios es el sufrimiento?


A veces, cuando leo libros de espiritualidad, o incluso lo que el Señor le ha dicho a distintos santos... ¡Me da miedo!

Pareciera como que el Señor quiere que suframos, como que es imposible ser feliz en esta vida, como que el único camino es la penitencia... sí y no.

No fue esto para lo que nos creó Dios. Sé, y Dios me lo ha confirmado, que nos creó para ser felices con Él, para la comunión con Él y sé que en esta vida sí se puede ser feliz. El único problema es el pecado. En varias vertientes:

1.- La más directa. Si yo tiendo al pecado y deseo el pecado, efectivamente va a ser imposible que sea feliz. Imaginaos que mi pasión son los coches o consigo una fortuna o no voy a disfrutarlos. De hecho, a veces, desearé lo que me aparta de mi verdadera felicidad, como el estúpido del protagonista de la novela "El alquimista" que difiere entregarse al amor de su vida por un tesoro.

Quienes nos encontramos en esta tesitura, aquellos que posponemos la oración o la Misa (Al Señor mismo) por ver una película o una serie, efectivamente vamos a tener que sufrir para arrancarnos toda esa basura de encima. El único camino es desear lo que te hace feliz y tenemos una cierta inclinación (concupiscencia, dice el catecismo) al mal, al desorden a lo que nos hace daño.

¡Cuántas veces nos complicamos la vida y nos metemos en caminos nefastos por elegir mal, simplemente porque deseamos lo nocivo. Aquí sí que vamos a necesitar una gran penitencia. Yo no sé por qué necesito comer más de lo que debo y alimentos que no me hacen bien, pues tendré que aprender a sufrir, a privarme de todo eso.

2.- No se trata sólo de que desee mal, sino que además, una vez que empiezo a desear bien, veo que mi historial delictivo (mis pecados personales) me lastran para hacer el bien que empiezo a querer. ¡Cuántas veces me propongo amar, quiero amar... y no me sale amar en concreto! necesito purificar todas mis tendencias, no sólo conscientes, sino también inconscientes. Es lo que dice San Ignacio en la oración sólita. "Pedir gracia a Dios nuestro Señor para que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de su Divina Majestad". 

Hasta que no consiga desear el bien y ordenar todo mi ser para poder realizarlo no voy a estar a punto para ser realmente feliz. Y vemos que todo esto no se consigue sin sanación, sin oración, sin gracia, sin esfuerzo, sin sufrimiento, al fin y al cabo.

3.- El pecado de los demás. No sólo me amarga mi propio pecado, sino que una vez que empiezo a mar me encuentro el pecado de los demás y me frustra. Una vez un niño escuchó una meditación del sacerdote de su colegio que les hablaba de amar y servir en casa, se propuso hacerlo con todas su fuerzas y al cabo de dos semanas buscó al sacerdote y le propuso: "Padre, ¿por qué no le da esa charla también a mi hermano mayor?".

Es tremendo, pero efectivamente, a veces, la experiencia del pecado a nuestro alrededor nos puede quitar la ilusión para amar y volver a encerrarnos en nuestro egoísmo. Y eso, también hace sufrir.

Con todo vemos que parece que tienen razón: Sólo sufriendo se puede ser feliz y alcanzar a Dios. Sin embargo, con esta premisa yo jamás me pondría a buscar a Dios. Prefiero conformarme con un poquito y ya está.

¿Entonces por qué con todos tus fracasos sigues queriendo responder a Dios y sigues siendo sacerdote?

Te voy a responder con otra pregunta: Si te contara todos los problemas de la vida en pareja tampoco parecería muy apetecible, sin embargo, casi todo el mundo elige esa vida. ¿Por qué? Nadie se casa para sufrir, pero lo que puede aportar la vida en pareja es superior a su precio: el sufrimiento.

Es la misma razón por la cual buscamos al Señor, por Él mismo, porque merece la pena, porque es una gozada ser de Dios y saber que Dios está contigo porque siempre aporta más de lo que pide y aquí está la clave. Él es mucho más generoso y al final, todo merece la pena con tal de ser suyo.

Al final, no se trata de ver lo que te va a costar, exigir... Se trata de elegirle a Él y todo irá rodado. Yo no voy viendo lo que tengo que sufrir, tampoco trato de buscar sufrir. Lo que el Señor me pide es que AME y haciendo esto no siempre tengo que sufrir. Es más, cuanto más amemos, menos tendremos que sufrir para avanzar. Así que la clave para el encuentro con Cristo, no es sufrir, sino amar. Todavía puedo dar un paso más.

Me tengo que dejar amar por Él y por los demás y sólo así podré aprender a amar como Él quiere que ame.

Es necesario cambiar el chip, no se trata de sufrir, sino de plantearse la vida como un trato de amor. Así es como Dios me ha seducido y lo que me va enseñando. De hecho, tiene una paciencia infinita con mi incapacidad para sufrir.

En definitiva, creo sinceramente y Dios me da la razón de que la mejor penitencia que podemos hacer en esta vida es amar, amar más, amar más al que peor nos cae, amar más a quien nos hace daño, amar hasta el final, amar como locos, amar con Cristo.

¿Crees que Dios quiere que sufras? Te digo rotundamente que no. NO. Dios quiere que ames aunque comporte sufrir, eso sí. La medida de la penitencia no es el sufrimiento, la medida es el amor. Lo que satisface por nuestros pecados no es el sufrimiento, es unirnos al amor de Dios. Eso sí.