Siento mucho los retrasos, actualizaré el blog de vez en cuando, pero tened paciencia, please:



La vida de un sacerdote en Madrid es algo compleja, hacemos lo que podemos y que Dios ponga el resto. Si quieres contribuir pide a Dios que nos envíe más sacerdotes.

Un fuerte abrazo

martes, 29 de enero de 2013

Catequesis de los domingos: Alegría

“La alegría es el amor disfrutado; es su primer fruto. Cuanto más grande es el amor, mayor es la alegría"(SANTO TOMÁS, Suma Teológica).

¡Qué grande es el Magister! Menuda definición de la alegría. Siempre da en el clavo. Si os dais cuenta cuándo estamos alegres y cuál es la razón de las mayores alegrías. Habitualmente, uno recuerda que sus mayores alegrías han sido el ser correspondido en el amor o incluso descubrir un amor que no sospechábamos.

Al final, el triste es el que no se siente amado.  Uno de los libros de la tradición cristiana más antiguos dice: "Una persona alegre obra el bien, gusta de las cosas buenas y agrada a Dios. En cambio, el triste siempre obra el mal" (PASTOR DE HERMAS, Mand. 10, 1).

Es cierto, cuando uno se amarga ya no quiere que los demás sean felices. Al final, una de las cosas que más pueden amargar en la vida es los celos o la envidia. Pensadlo despacito. Cuando estás cabreado, te fastidia sobremanera que los demás sean felices y haces lo que haga falta para jorobarles. A la postre, el remedio para evitar que los amargados puedan hacer daño sería que pudieran descubrir que alguien les quiere con locura, sólo así olvidarían sus maldades.

¡Qué necesario es el apostolado de la sonrisa y de la alegría! Si nos empeñáramos en la vida a amar un poco más, qué felices haríamos a los que nos rodean. Si en vez de devolver mal por mal, alguien rompiera la cadena y amara gratuitamente, cómo mejorarían nuestras vidas. Piénsalo: ¿no te ha pasado que alguna vez que estuvieras amargado hast descubierto que alguien ha tenido un detalle contigo que no te merecieras o simplemente te ha sonreído? Entonces parece que se te aliviara el corazón y eres capaz de sonreír a tu vez, ¿no es verdad?

Cuando estamos con gente amable, nos volvemos más positivos y cuando estamos con cenizos que sólo saben mirarse el ombligo, nos amargamos. Y sinceramente, no cuesta tanto obligarse a sobreponerse y sonreír.

Cuántas veces nos encontramos con adolescentes que parece que van perdonando la vida a todo el mundo. Se han levantado de mal café y lo peor de todo es que ni siquiera saben por qué están enfadados, simplemente la neurona que tienen llena de hormonas no funciona esa mañana correctamente y se sienten en la obligación de compartir con todo el mundo con quien se topan su enfado. ¡Guárdatelo en el bolsillo! Una de las cosas en las que se diferencia un niño pequeño de un hombre y de una mujer no es en la independencia. Los hombres y mujeres de verdad son los que sostienen a sus familias y no pueden tomarse un minuto de independencias. La auténtica diferencia está en el autocontrol. De hecho, el verdadero hombre, la mujer de verdad, son los que saben comerse sus enojos y sonreír, aunque no tengan ningunas ganas. Eso no es falta de sinceridad o naturalidad, eso es pura y llana caridad.

Ocurre una cosa más y es que cuanto más tardes en obligarte a sobreponerte de tu enojo, más enfadado estarás. Es una pescadilla que se muerde la cola y tiene mucho que ver con el autocontrol y el egoísmo. No pienses tanto en ti y date cuenta de que los demás se emrecen otra cosa de ti. 


Estad siempre alegres. 17 Orad sin cesar. 18 Dad gracias por todo, porque eso es lo que Dios quiere de vosotros en Cristo Jesús. 19 No extingáis el Espíritu, 20 ni despreciéis las profecías; 21 sino examinad todas las cosas, retened lo bueno 22 y apartaos de toda clase de mal.
23 Que Él, Dios de la paz, os santifique plenamente, y que vuestro ser entero —espíritu, alma y cuerpo— se mantenga sin mancha hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo. 24 El que os llama es fiel, y por eso lo cumplirá. Dice San Pablo. La señal del cristiano es el amor y como hemos dicho al comienzo de este tema, el sello y la prueba del amordisfrutado es la alegría. Cuánto nos ayuda cuando lo pasamos más la confianza en que todo eso pasará tarde o temprano y lo único que quedará, lo único que podré llevarme a la tumba, más que nada es lo que haya sido capaz de amar y ser amado.
Si lo piensas fríamente, nadie quiere estar con alguien amargado. Así que si quieres que los demás se te acerquen, haz el favor de dejar de pensar sólo en ti mismo, échate agua por la cara y trata de sonreír aunque te duela verás que en poco tiempo, no sólo tendrás más gente a tu alrededor y entonces serás más feliz, sino que poco a poco irás aprendiendo a dominarte y al final tendrás una técnica impresionante que es necesaria para vivir, la de relativizar las cosas, respirar dos veces y seguir viviendo haciendo felices a los que te rodean, que es lo único que puede procurarte la alegría. Piensa si no me crees en esto otro: ¿de verdad crees que por mostrar a todo el mundo tu disgusto va a cambiar algo en tu vida? Sobreponte y lucha por un mundo nuevo, lucha por la verdad, pero con dos dedos de frente y con el corazón lleno. ¿No te parece más productivo?
Dice el Apóstol Santiago en su carta: "¿Sufre (está triste) alguno entre vosotros? Que ore. ¿Está alguno alegre? Que cante salmos" ¡Qué importante es la oración para vivir con alegría! Allí nos encontramos con la persona que más nos quiere en esta vida, podemos disfrutar con Él un ratito, nos promete la vida enterna y nos damos cuenta de que Él está con nosotros a cada instante, todos los días hasta el fin del mundo. Realmente, si estás triste y vas con la persona que te quiere de verdad, tu corazón se alivia. En el fondo, detrás de cualquier tristeza hay un pecado escondido. Detéctalo, expúlsalo de ti y descubrirás la alegría de la salvación...
Si hacemos un examen de conciencia nos daremos cuenta de que realmente, el Apóstol Santiago tiene razón, cuando nos hemos puesto tristes siempre ha habido algo que no funcionaba en nuestro corazón o hemos dado demasiada importancia a que alguien que no es Dios no nos amara como pensábamos que nos merecíamos. En todo caso, también es cierto, que luego nos hemos dado cuenta de que era una injusticia estar de morros con todo el mundo. De modo que, al final, nos hemos sorbido los mocos, hemos tirado "palante" y al final, hemos redescubierto la alegría.
¡Ayyyy...! Que yo no sabía que en esta vida no todo son cosas buenas y me ha pasado una desgracia...
Pues sí, a veces la vida duele, ¿verdad? A veces se nos muere el padre, la madre, un hermano o un hijo, ¿verdad? Cuando pasa eso entonces ¿qué hay que hacer? Tienes 2 opciones: la primera es renunciar a vivir, arrinconarse en una esquina y hacer ver a todo el mundo lo mal que lo estás pasando. Para eso es mejor suicidarse. La segunda opción es quizás más difícil, pero a la larga es la recomendable: buscar las razones que necesitamos para poder seguir viviendo.
Una vez que te has dado cuenta de que no puedes pegarte un tiro. Si creemos en Dios sabemos que no es planteable:
- primero, porque es pecado y encima de sufrir y suicidarte, encima te condenas.
- segundo, porque es un acto de egoísmo brutal. Siempre hay alguien que te quiere y a quien partirías el corazón al hacerlo y si no hay nadie en tu familia o no tienes amigos, siempre tendrás el amor de Dios. 
- tercero, porque no hemos elegido nacer, de modo que nuestra vida es una inversión que tenemos que rendir y sin ti el mundo ya no sería lo que podría llegar a ser contigo.
- cuarto, porque después de esperarte unos años en el cielo tus familiares muertos tienen derecho a disfrutar de ti en el cielo y si te condenas no van a poder. Esto es, ten un pco de esperanza, que la vida no es muy larga y después volverás a ver a los tuyos junto a Dios.
- Dios existe, es Omnipotente y te quiere con locura. A veces no entendemos por qué permite las cosas o por qué las hace, pero sé que al final, siempre va a ser lo mejor para mí, aunque no lo comprenda. Me fío de Dios y me anadono en sus brazos. Podré cagarme en todo, podré enfadarme con Él, pero no puedo dar la espalda a quien sé bien que me quiere con locura.

Así que no me queda más remedio que seguir viviendo aunque haya que sufrir, así que deberé buscar el mejor modo para vivir renunciando a la amargura y a ciertos pensamientos que me llevan a ser un cenizo. Eso se llama mortificación interior porque el resto de mi familia (o el resto del mundo) se lo merece. Pueden esperar otra cosa de mí.

En todo caso, esta catequesis no va sobre las grandes tragedias de la vida, que habitualmente no serán lo corriente, sino a esas tristezas que en el fondo son tentaciones para arrebatarte el tesoro de los cristianos.

De todos modos, a veces pensamos que la alegría es vivir sin problemas, la alegría estúpida de quien no se fija en los problemas. Hemos dicho que la alegría es el amor disfrutado. Piensa, pase lo que pase, venga lo que venga, ocurra lo que ocurra. ¿No crees que puedes vivir con alegría el dolor si sabes que vives amando y siendo amado? La alegría no es ausencia de problemas, no es que todo vaya bien. En el fondo, la alegría del cristiano es una consecuencia de la filiación divina. Te das cuenta de que Dios te quiere personalmente y se fija en ti. Eso hace que te des cuenta de que siempre podrás contar con su Omnipotencia y te llena de alegría. ¡No estoy solo! ¡Tengo quien vele por mí!

La diferencia entre un cristiano y un pagano es que el pagano necesita que todo le vaya bien para poder vivir con alegría y el cristiano sólo necesita conocer y experimentar el amor de Dios. Si de verdad nos embarga el amor de Dios, podemos afrontar cualquier dificultad con alegría porque sabemos que Él nunca nos va a abandonar y siemrpe contaremos con su fuerza para superar cualquier dificultad y al final, si esa dificultad en la muerte de quien amamos, es una separación temporal. La muerte no tiene la última palabra porque tras esta vida está la eternidad.

Puedes tener un problema gordísimo, si te sabes amado vivirás con alegría incluso cuando se te caigan dos lagrimones gordos provocados por el dolor. Alguien dijo alguna vez que la alegría hunde sus raíces en forma de Cruz. Es la Cruz el signo de finitivo del amor de Dios por nosotros y todos, en algún momento, probaremos la Cruz. ¿No te das cuenta de que allí te está esperando tu Salvador?

Acepta tu cruz de cada día, cárgala con garbo, pon una sonrisa en tu cara y trata de hacer felices a los demás.

(Aquí se les podría poner el ejemplo de algún cristiano que en su enfermedad tratara de hacer sonreír a quienes vienen a verle o de alguna familia cristiana que en medio de las lágrimas haya podido seguir viviendo tras la muerte de un hijo. Todos conocemos a alguien, ¿verdad?).
Al final de todo, San Francisco cuando recibió los estigmas (la señal de todo el dolor que había soportado por amor, los pecados de sus hermanos de religión, el pecado de tanta gente...) decía: "Señor hazme capaz de Amar como Tú Amas, hazme capaz de sufrir como Tú sufres..."

Sólo quien Ama es capaz de sufrir. O dicho de otro modo: En la vida hay que sufrir, lo importante es saber por quién estás dispuesto a sufrir.

Un fuerte abrazo
 

(Mc. 1, 43- 45) Jesús despide al leproso

Comenzamos nuestro ratito de oración poniéndonos en presencia de Dios como solemos y le suplicamos que el Espíritu Santo descienda sobre nosotros para que podamos amarle más y servirle mejor, todos los días de nuestra vida.
Es espectacular poder disfrutar de estos ratitos junto al Señor. Hay veces que sin más preliminares tomamos su Palabra porque, por lo menos me pasa a mí, ya no tengo nada que contarle y prefiero que sea Él quien me hable. Tengo tanto que preguntarle, hay tanto que conocer de lo que Él quiere y piensa... ¡que para qué voy a perder tiempo contándole lo que ya sabe!...

El otro día dejábamos a Jesús con el leproso recién curado. Y ahora nos encontramos que Jesús le dice...


43. Le despidió al instante prohibiéndole severamente:
44. «Mira, no digas nada a nadie, sino vete, muéstrate al sacerdote y haz por tu purificación la ofrenda que prescribió Moisés para que les sirva de testimonio.»
45. Pero él, así que se fue, se puso a pregonar con entusiasmo y a divulgar la noticia, de modo que ya no podía Jesús presentarse en público en ninguna ciudad, sino que se quedaba a las afueras, en lugares solitarios. Y acudían a él de todas partes.


Le prohíbe severamente que se lo diga a nadie. ¿Por qué esea secretismo de Jesús? Pues muy sencillo. Si todos pregonan los milagros de Jesús van a acudir a Él para que les solucione la vida y ya no va a poder predicar, anunciar el Evangelio y sobretodo mostrarnos la misericordia de Dios. Jesus no quiere obrar portentos, quiere realizar signos de que la salvación está ya entre nosotros. No le interesa tanto curar los cuerpos como los corazones desgarrados.


De hecho, en cuanto esta persona se pone a pregonar por todas partes lo que Jesús ha hecho, ya no podía entrar en ninguna ciudad y tenía que quedarse a las afueras... Por la falta de obediencia de un hombre. ¡Cuándo aprenderemos a obedecer! Este hombre creyó que lo hacía por humildad y metió la pata hasta el fondo. Cuántas veces ocurre que por desobedecer una orden que consideras que es contraproducente destrozas las posibilidades apostólicas en un lugar. Piensa que si alguien ha sido constituído en autoridad es porque sabe más que tú. Acepta con humildad lo que se te diga y no quieras ser más listo que Dios.

Menos mal que se lo prohibió con severidad, si no ¡este hombre curado por Jesús habría revolucionado Palestina entera!

Es curioso, entonces Jesús mandaba que no dijeran nada... y no le hacían caso. Todos iban gritando lo que Jesús había hecho. Hoy es al revés, tenemos su mandato imperativo de "id al mundo entero y anunciad el evangelio"y aquí no se mueve ni Perry. ¡Qué desolación! ¿Cuándo te haremos caso, Señor? Ojalá suscites en nosotros esas ansias de salir al encuentro de todo el mundo anunciando a voz en cuello lo que Jesús ha hecho por nosotros.

Lo que antes era un secreto, hoy ya podemos y debemos anunciarlo a los cuatro vientos. En aquella época, Jesús exigía silencio porque todavía no había llegado la Hora de la Cruz. Se podía malinterpretar sus acciones y podían buscarle como rey terrenal. Hoy, ya tenemos la sabiduría de la Cruz. sabemos que Cristo reina desde la pobreza y la sencillez y ha llegado la hora de que todo el mundo lo proclame como el Hijo de Dios que tenía que venir y convirtiéndose a Él se salven.

Señor, ¿qué pensaste cuando te diste cuenta de lo que había provocado este hombre? Pues seguramente, mucha compasión por todas las personas que se quedaron sin oír tu Palabra. ¿Qué piensas, Señor, cuando yo no obedezco? ¿Cuánta gente no ha podido acercarse a ti por mi culpa? Perdóname, Señor.  Ojalá sea instrumento de tu presencia, en vez del culpable por quien la gente se aleja. ¡Cuántas veces por mi carácter he podido alejar a alguien! Dios mío, perdóname.

Es impresionante que tengamos la capacidad de acercar o alejar personas de Jesús. ¿Cómo es posible que te hayas fiado tanto de nosotros?, ¿cómo es posible que me hayas confiado a mí el depósito de la fe para darlo a conocer a tus hijos?

Dios te necesita para perpetuar su salvación, Cristo te necesita porque sin tu voz Él está mudo. Él ha querido contar con nosotros. La salvación del mundo pasa por nuestras manos. ¡Qúe gran responsabilidad! Dios mío no me sueltes de tu mano, concédeme tu Espíritu para que siempre sea fiel y socórreme en mis miserias. Que mis pecados no conduzcan a nadie a renegar de Ti, sino que viendo mis miserias se den cuenta de que aún  en ellas Tú actúas con gran poder.

Dice el evangelio que el Señor ya no podía entrar en las ciudades y que tenía que quedarse fuera, "en lugares solitarios". Realmente, hoy pasa como ayer. Jesús está fuera, en lugares solitarios y para buscarle tienes que salir de tu egoísmo, de tu soberbia, de tu búsqueda de tus propias necesidades. Es necesario salir de la "ciudad" para encontrarse con Jesús. Parece mentira que Él ha venido para estar con nosotros y que nosotros hayamos expulsado a Dios de nuestro lado porque siempre que le buscamos sea para que nos arregle la vida. Él no quiere eso, no busca ser el "chapuzas" de nuestra vida. Quiere ser el Señor de tu vida. La diferencia fundamental estriba en que algunos buscan a Jesús para que les resuelva su vida. Esto es, ellos saben muy bien qué quieren de la vida y buscan la bendición de Jesús. Los cristianos de verdad se acercan al Señor no para decirle lo que ellos quieren de Él, sino para que Jesús les diga lo que quiere de ellos. ¿Tú en cuál te encuadras? ¿Tiene que irse Jesús de tus ocupaciones diarias, de tu trabajo, de tu familia y esperarte en el desierto para luego satisfacer lo que quieras pedirle? ¿O te encuentra en todo momento atento a escucharle y a cumplir su Voluntad?

Dios mío, te suplico que nunca sea tan estúpido como para hacer mi proyecto al margen de Ti y luego te busque para que me resuelvas la papeleta. ¡Cuántas veces lo hago incluso siendo cura! y me embarco en proyectos, grupos, reuniones... sin consultarte a Ti, incluso buscándome a mí mismo, bucando mi vanagloria, quedar bien... En ese momento te estoy expulsando de mi ministerio sacerdotal y te quedas en lugares solitarios esperando que te necesite.

¡Qué tonto soy! Dios mío dame luces para abandonarme en tus brazos. Sólo quiero vivir contigo, cumplir tu Voluntad. Que mi ministerio sea servirte a Ti en mis hermanos y no servir a mis hermanos por mi propia satisfacción de ver lo bien que hago todo.

Cuando me ordené, me mandaron a una parroquia donde estaba colaborando un sacerdote fantástico, muy mayor, que había sido todo en la diócesis y ahora todo el mundo le había olvidado. Pues bien, cuando este amigo mío, don Secundino Jiménez Rodrigo estaba para morir, me decía en guasa: "Me he pasado la vida queriendo que Dios haga lo que a mí me diera la gana... ¡Y al final lo he conseguido!" Y se reía y tosía... Yo creo que ahora se estará riendo.

Me solía contar que santa Teresa de Lisieux decía al morir que se había pasado la vida intentado que su voluntad se adecuara a la Voluntad de Dios y que por fin lo logró al final y por eso él me decía eso. En el fondo era lo mismo que Santa Teresa, pero él lo convertía en una broma haciendo ver que no era santo, sino todo lo contrario. ¡Cuánto he aprendido yo de este sacerdote!

Pues bien, se trata de esto: ¿Quieres cumplir su Voluntad o que Él cumpla la tuya? Tú verás qué será lo que más te conviene. Jesús se deja expulsar al desierto, se deja expulsar de tu vida y aún se deja encontrar para que puedas pedirle lo que sea, una vez que salgas de tu propio egoísmo... ¡Qué grande es, cómo nos quiere!

Como decía Alexia, una niña de 14 años que murió con una sonrisa y super-feliz, "Jesús que yo haga siempre lo que Tú quieras".

Por otro lado, me inspira muchísimo ese estar el Señor en lugares apartados, como la foto que he elegido para esta entrada. ¿Qué pinta una misión en el desierto?, ¿qué pintan los critianos y los misioneros en lugares donde nadie quiere oir la Palabra de Dios?

Había una vez un fraile que se ponía todos los días en la plaza del pueblo a predicar y jamás nadie le escuchaba. Cierto día, el alcalde le conminó: "¡Oiga, padre! Ya ve que nadie le escucha, ¿por qué siempre está aquí dando la barrila? Váyase a su casa y descanse o haga otra cosa más provechosa".

A lo que contestó el sacerdote: "Mira, hijo mío, yo no he venido por propia voluntad, sino que Dios mismo me ha enviado a vosotros. Si porque no me escuchéis yo incumplo mi vocación y me voy, entonces sois vosotros los que me habríais influido a mí y no al revés. Lo que Dios me ha pedido es que os predique, no que tenga éxito".

Ese día el pueblo comenzó a cambiar.

Piensa si tú te habrías ido. ¿Cuántas veces te han mandado a la porra cuando has intentado buscar lo mejor para tus amigos? ¿Cuántas veces te has dejado influir por el desánimo y has dejado de evangelizar porque nadie te haga caso? ¡Lo nuestro es evangelizar, no triunfar! El éxito sólo es de Dios, lo mío es ser fiel. Hacer lo que Él me pida, éso es lo que a mí me corresponde.

Vamos terminando ya nuestro ratito de oración, le damos gracias a Dios por todo y rezamos un avemaría, que sea nuestra Madre la que nos conceda siempre y en todo "hacer lo que Él os diga", como siempre nos aconseja.

Un abrazo muy fuerte.

miércoles, 23 de enero de 2013

Catequesis de los Domingos: La sinceridad

Sinceridad:

Hay un tema que muchas veces no nos damos cuenta, pero es muy importante. En demasiadas ocasiones, buscamos más que nos quieran que querer nosotros a los demás. Que nos comprendan a comprender nosotros a los demás.

Por ejemplo, muchas veces, los adolescentes se quejan de que sus padres no les comprenden. ¿Alguna vez se han parado ellos a ver si comprenden las razones que tienen sus padres para decirles lo que les dicen? Imagínate que tienes un hijo de tu edad. ¿Qué consejos le darías?. Si tuvieras un hijo como tú, ¿te podrías fiar de él? Si tu hijo te miente, ¿cómo podrías poner tu cinfianza en él? Si no te contara lo que le ocurre, ¿cómo podrías entender lo que le pasa?

De algún modo, si quieres que tus padres te comprendan, cuántales tus cosas. Si siempre pasas de ellos, no les dedicas un minuto de tu tiempo y nunca les hablas de tus afanes y tus amigos, ¿cómo vas a poder hacerse cargo de la situación?

Eso por un lado, y nos da pie para hablar de un tema fundamental. Imagínate que tienes un amigo que te miente, que te dice que está castigado y que no puede salir y una hora después te lo encuentras en la calle, que ha quedado con otros amigos... ¿Qué pensarías de él? Pues ahora, párate a pensar por qué mientes a tus amigos.

Todos tenemos algún amigo exagerado, el típico "flipao". Cuando se pone a contarte lo que han costado sus vaqueros , o dónde ha ido de viaje o que su padre es el jefazo una multinacional... ¿qué piensas de él? Pues párate a pensar en las razones que a ti te llevan a mentir a tus amigos por quedar bien.

¿Tanto cuesta decir: "mira, no me apetece nada salir hoy"?, ¿tanto cuesta no faltar a la confianza?

No hay nada que cueste más que recuperar la congfianza perdida. Cuando te sientes traicionado, el otro tiene que demostrarte más de una vez que ha cambiado, antes de que puedas volver a confiarle nada. ¿Por qué nos arriesgamos a perder la confianza de los demás con tanta ligereza?

Cuando te quedas solo, no es porque Dios te castigue, sino porque has sido tan imbécil que has traicionado a tus amigos hasta que ya no te soportan. A lo mejor, tienes que pararte y pensar, ¿qué me compensa en esta vida? Y puedes decidir entre mentir o decir la verdad.

Es que se van a enfadar. ¿Qué prefieres tú que te digan la verdad o que te engañen?

Mi cuñado es cura (¡ése soy yo, Elenita!) y detecta perfectamente cuándo le mienten y prefiere mil veces que le digan: "No me apetece nada ir al grupo" que el que le mientan. Cuando alguien le dice la verdad, el sacerdote sabe que es una persona super-noble, que merece la pena y que quiere que cuente con él. Cuando le mienten, no vuelve a llamar a esa persona, porque no merece la pena. Es una deslealtad, es una estupidez y no consigues tus objetivos. Al final, siempre te pillan antes o después. Es mil veces mejor enfadarse con los amigos un día, que ponerse colorado muchas veces.

Cuando alguien te miente puedes hacer dos cosas, soportarle con paciencia (aunque claramente ya no te fías) o mandarle a tomar por (...). Pues a eso mismo te expones cuando eres tú el mentiroso.

Además de ser una estupidez y una deslealtad, también es una absoluta cobardía y reflejas que tú tampoco te fías de tus amigos. No les das la posibilidad de demostrarte que te quieren más que simplemente salir contigo.

Huid de los mentirosos y huid de la mentira. Cuando uno se acostumbra a la mentira, llega un momento en el que pierde la capacidad de decir la verdad y se pasa la vida entera soltando pequeñas o grandes trolas porque es más cómodo. Así ya no es necesario afrontar la verdad de la vida, ni las consecuencias de nuestros actos.

Tened mucho cuidado con acostumbraros a decir mentiras o dentro de poco ya no podréis parar. 

¿Qué ocurre en cambio cuando una persona dice siempre la verdad? Que tu palabra es ley. Si nunca mintieras a tus padres, ellos sabrían  perfectamente que pueden fiarse de ti y tendrías menos problemas. Tu palabra sería ley. Tus amigos sabrían que pueden fiarse de ti y tu palabra tendría peso. Es más, se avergonzarían si algún día te mintieran, pues a ellos les quedaría muy claro que tú siempre les has dicho la verdad.

Cuando uno dice la verdad, aprende también otras muchas virtudes. Habitualmente, un mentiroso tampoco es discreto. ¿A qué me refiero? Hay determinadas personas que cuando les cuentas un secreto sabes perfectamente que a los cico minutos se lo han contado a todo el mundo. Esas personas suelen ser también muy metirosas y desde luego negarán que han traicionado la confianza del amigo.

La discreción es una virtud de los sinceros. Te han prometido silencio y lo cumplirán sin excusas porque viven en la verdad.

Hay un dicho que dice: "Uno es dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras" Que estemos más prontos a escuchar que a hablar. Que cada palabra dicha a la ligera tiene un precio que cuesta mucho pagar. Que la confianza de tu familia y de tus amigos vale demasiado para que la perdamos por una chorrada. Que las excusas son como el culo, todo el mundo tiene una.

¡Qué gozada es ser libre! Pues el precio de la libertad es la sinceridad. Cuando uno miente se enrolla al cuello una cadena y con cada mentira le va dando vueltas y más vueltas hasta que al final él mismo se ahorca en sus propias mentiras. Piensa un poco, cuando has dicho una mentira tienes que recordarla y seguir con ella hasta el final o hasta que ya no pudiendo más, te paras y reconoces la verdad. Siempre será mejor eso que no que te pillen y se enteren por otro lado.

Si eres muy listo y nunca te han pillado las mentiras. Piensa si quieres pasarte la vida entera viviendo así. Busca si de verdad tienes amigos que se fíen de ti y de los que tú puedas fiarte y reflexiona sobre si en verdad quieres que todas tus relaciones sean frívolas y superficiales, no vaya a ser que te conozcan de verdad y no les guste la podredumbre que está anidando en tu corazón.

¿Qué vida quieres llevar, cómo quieres vivir? Y cuál es el precio que estás dispuesto a pagar.

Perdonadme, me ha salido un pelín dura, pero si así conseguimos arrancar la mentira de algún corazón... ¡Bendito sea Dios! 

Un último apunte: A veces te encuentras con gente que con la excusa de ser sinceros te dicen unas animaladas brutales. Eso tampoco es ser sincero. La sinceridad brota del amor y por lo mismo hay ciertas cosas que no te hacen más "auténtico", sino más garrulo.

Cuando uno trata de corregir a un amigo tiene que plantearse lo que el amigo puede cambiar, eso es prudencia. Hay ciertas cosas que uno no es capaz de dominar o corregir y contrrastarlo sólo sirve para que pase un mal rato. Si tú le dices a alguien: "¡Eres un borracho!", no estás siendo sincero, sino cruel. La verdad tiene que ir acompañada de la caridad. No hay verdad sin amor. Por eso mismo, más que simplemente echarle los trastos, deberíamos buscar ayudarle. "Tienes que darte cuenta de que tienes un problema que tú solo no puedes arreglar. Aquí estamos los demás para echarte una mano... Pero eres tú quien tiene que desear cambiar". ¡Qué distinto que te escupan las verdades a que te ayuden a cargar con la verdad!, ¿no es cierto? 
  
Bueno, Elena, espero que no haya sido demasiado largo y haber tocado lo fundamental del tema. si quieres una cita bíblica: (Santiago. 3, 1-12)

      
3:1 Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación.
3:2 Porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo.
3:3 He aquí nosotros ponemos freno en la boca de los caballos para que nos obedezcan, y dirigimos así todo su cuerpo.
3:4 Mirad también las naves; aunque tan grandes, y llevadas de impetuosos vientos, son gobernadas con un muy pequeño timón por donde el que las gobierna quiere.
3:5 Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡cuán grande bosque enciende un pequeño fuego!
3:6 Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno.
3:7 Porque toda naturaleza de bestias, y de aves, y de serpientes, y de seres del mar, se doma y ha sido domada por la naturaleza humana;
3:8 pero ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal.
3:9 Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios.
3:10 De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así.
3:11 ¿Acaso alguna fuente echa por una misma abertura agua dulce y amarga?
3:12 Hermanos míos, ¿puede acaso la higuera producir aceitunas, o la vid higos? Así también ninguna fuente puede dar agua salada y dulce.



martes, 22 de enero de 2013

(Mc. 1, 40-42): Jesús cura a un leproso

Como viene siendo habitual comenzamos nuestro ratito de oración poniéndonos en presencia de Dios. Hazte consciente de que Dios está aquí contigo, que te mira con cariño, que te busca y está deseando decirte muchas cosas al corazón.

Comienza tu oración dándole gracias, pidiéndole perdón y solitando todo aquello que necesitas para ti mismo y para cuantos quieres... Y abandónate en sus brazos. Deja que sea Él quien te hable durante estos minutos que vamos a pasar con Él a solas.

Cuando vayas a comenzar tu ratito de meditación, una vez que el corazón y la inteligencia hayas conseguido apaciguarlos, lee este texto con atención no una, sino cuatro veces. Despacito, sin prisas, este cuarto de hora, media hora o una hora entera no va a pasar más rápido porque leas atropelladamente...

40. Se le acerca un leproso suplicándole y, puesto de rodillas, le dice: «Si quieres, puedes limpiarme.»
41. Compadecido de él, extendió su mano, le tocó y le dijo: «Quiero; queda limpio.»
42. Y al instante, le desapareció la lepra y quedó limpio.


Leíamos la última vez que meditamos el evangelio en una entrada del blog que Jesús había decidido, después de hacer oración, abandonar Cafarnaúm y dedicarse a evangelizar en otras tierras... Cuando un leproso le interrumpe.

¡Qué paciencia la de Cristo! Cómo salimos buscándole y no le dejamos ni dormir, ni rezar en paz, ni siquiera realizar aquello para lo que ha venido al mundo... Siempre estamos buscando algo de Él, distinto a lo que Él quiere darnos y aún así no se cansa, no nos abandona. Le buscamos porque Él puede darnos aquello que tanto deseamos y nunca le preguntamos qué es lo que Él quiere de nosotros.

¿Tú buscas a Jesús? ¿Por qué le buscas? ¿Le buscas para cumplir su Voluntad para hacer lo que Él te diga o le buscas más bien por ti mismo para que te ayude, te cure, se preocupe por ti, no te deje solo, te de su fuerza...? ¿Qué buscas en Jesús?, ¿qué quieres de Él?

Ponte en situación. Jesús ha salido de la ciudad de Cafarnaúm, está a las afuerzas. Ha estado rezando. Necesitaba hablar con su Padre y ver cuál sería el siguiente paso del programa de la salvación. En Cafarnaúm tenía éxito, la gente le buscaba y era necesario, pero se da cuenta de que no es eso lo que quiere el Padre. El Padre quiere que salga al resto de Israel, aunque no le acepten tiene que darles la posibilidad de aceptar el Evangelio. Lo suyo no es disfrutar del éxito, sino cumplir la Voluntad de Padre y ésta pasa por salvar a todos o por lo menos darles a todos la posibilidad de la salvación.

Sus apóstoles quieren volver a la ciudad donde son respetados y tienen tanto éxito. "Todo el mundo te busca" No les apetece ir donde nadie les conoce y van a pasar de ellos. Jesús les dice que ha llegado la hora de viajar y ponerse en camino. Ellos a regañadientes aceptan... ¡qué remedio! Y cuando están recogiendo las cosas ven que sale a su encuentro un leproso. ¡Qué asco! Claro, eso nos pasa por quedarnos en el descampado. Los leprosos no podían entrar en las ciudades. Seguramente, este leproso ansioso por ver a Jesús debió quedarse rondando por los alrededores haciendo sonar su campanilla, gritando: "¡Impuro!" cada vez que se acercaba alguien, como dictaba la ley para evitar el contagio y la contaminación.

Éstas cosas son las cosas a las que te expones cuando renuncias a la seguridad de tu casita y tu vida pequeño burguesa. Cualquiera puede venir a complicarte la vida. ¿Tú lo tienes todo organizado y te fastidia que venga alguien a sacarte de tus propios planes?

Debió ver a Jesús de lejos cuando se retiró a orar, pero no se decidía. ¿Qué podría hacer el Maestro solo cuando tanta gente le buscaba? Seguramente ese tipo solitario no sería Jesús y si se acercaba se exponía a que le arrojasen piedras. Debió quedarse a un tiro de piedra (nunca mejor dicho) mientras reunía valor para acercarse cuando vió que el grupo de los apóstoles salían buscando al Señor y allí se dió cuenta de que ese hombre solitario era Jesús y en ese mismo momento se hace fuerte la decisión en su corazón. Él que ha curado a tanta gente, seguramente no le va a rechazar con asco y repugnancia. ¡No sería propio del Maestro! De todas formas, ¿qué importa que me maten a pedradas?, ¿acaso es mejor vivir como un perro? Y desde el fondo de su deseperación surge la valentía para acercarse a esos hombres.

Cojeando, dejando jirones de sí mismo por el camino de una vida maldita se acerca al Hijo de Dios y cae de rodillas suplicando. Esta actitud choca con la de muchos cristianos que jamás suplican a Dios, ni siquiera saben arrodillarse para pedir al Espíritu Santo que convierta el pan en el Cuerpo de Cristo. ¿No te dan ganas de arrodillarte ante Dios y suplicarle que cure tus miserias? Por eso hay gente que no verá milagros en toda su vida, porque jamás los han pedido con fe.

"Si quieres, puedes limpiarme". Menuda súplica más original. Yo me hubiera puesto a gritar: "¡Señor, cúrame!" Y sin embargo este leproso todavía tiene dignidad. Debió ser un gran hombre. Pone a Jesús en un brete. Yo sé que Tú tienes poder para curarme. Si no me curas es porque no te da la gana. Yo no te digo que no tengas razones para no hacerlo, pero lo único que sé es que si a Ti te da la gana me puedes curar. No le hace la pelota, no utiliza ningún título, ni Señor, ni rabí (maestro)... Nada. Simplemente le dice lo que lleva en su corazón. Tú tienes el poder de Dios para curar a quien Tú quieras. Si quieres...

Cuántas veces nosotros suplicamos a Dios y le exponemos todas las razones por las que debería curarnos o concedernos un favor. Este hombre no se justifica, no pide amparos, ni quiere que se le compadezca. Simplemente muestra su enfermedad y de rodillas, reconociendo que Jesús es el Poder de Dios, le reta. Si no me curas es porque no quieres porque realmente soy un maldito y ni Dios me Ama. Si no me curas tengo razón para desesperarme porque entonces sabré absolutamente que Dios se ha olvidado de mí.

En el fondo todos los milagros de Jesús son una superabundancia del Amor de Dios. En todos sus signos Cristo se muestra como el que tiene poder para sanar no sólo el cuerpo, sino para salvar nuestra vida hasta la Vida eterna. Jesús es una caricia de Dios con nosotros. ¡Qué maravilla que Dios te quiera! Es espectacular comprobar a cada paso del evangelio que Dios no puede vivir sin nosotros, que nos Ama con locura desatada y que prefiere morir a vivir sin ti.

Tú, Señor, no sabes sumar, no conoces la estadística. Te da igual lo que haga la mayoría, hoy sólo tienes ojos para mí y para tí, lector. Sólo tiene ojos para nosotros y a Jesús le interesa todos y cada uno de los acontecimientos de tu vida. Todos tus sufrimientos, todas tus lágrimas, Jesús las ha recogido en su odre. ¡Gracias, Señor!

Jesús se compadece del leproso, se compadece de ti y de mí. "Porque no tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que ha sido tentado en todo de la misma manera que nosotros, aunque sin pecado. Así que acerquémonos confiadamente al trono de la gracia para recibir misericordia y hallar la gracia que nos ayude en el momento que más la necesitemos." (Hb. 4, 15-16)

Dios ha asumido nuestra carne, ha hecho propia nuestra debilidad, es uno de nosotros. Dios, en Jesús se ha hecho débil con los débiles y en su Cruz se ha hecho feo y maldito con los desamparados. "No hay en Él hermosura que atraiga las miradas", dirá Isaías. Se ha hecho leproso con este hombre que está a sus pies. Jesús se compadece, esto es, Jesús padece con este hombre y además lo hace reflexivamente. Jesús se vuelca en el sufrimiento de esta persona. Sólo es capaz de compadecer quien reconoce al otro como algo propio, como un igual, pero además como un igual al que amas como a ti mismo. Esto pueden parecer frases bonitas, pero escucha un poco el significado de las palabras.

Jesús es Dios, es la segunda Persona de la Santísima Trinidad hecho hombre. Jesús es la Imagen del Padre, absolutamente en todos los actos de Jesús podemos ver una correspondencia con el Padre. Jesús, Dios en Jesús, está mirando a este hombre cubierta de lepra no sólo con cariño, sino como a un igual,. ¡Dios ha querido hacerse uno con nosotros! ¡Se ha abajado para hacerse igual a mí! y así poder levantarme hasta su altura. ¡Qué vértigo!...

Jesús a la Cruz se ha llevado toda mi lepra, ha padecido conmigo. Todas mis miserias, pecados y enfermedades han recaído sobre Él. Él sabe cuánto cuesta lo que a mí me cuesta porque Él también ha cargado con ello. Todas mis soledades, todas mis angustias, todo mi dolor es también el suyo. ¡Menudo compañero de viaje se ha hecho!

Al final, uno llega a creer que si Jesús era capaz de curar la lepra era porque la asumió en su Cruz. Todo lo humano lo asumió. Todo lo humano le es propio y en las huellas del crucificado (toda vez que ha Resucitado definitivamente) sigue llevando todos mis dolores.

Oh, Jesús, ¡qué grande es tu amor por cada uno de nosotros!

Pues bien, Jesús extendió su mano y lo tocó.  Jesús extiende el poder del Dios para que llegue hasta nosotros. El dedo de Dios, el Poder de Dios, la Omnipotencia de Dios en Jesús está a mi servicio. Al servicio de mi salvación. ¡Cómo debió sorprender a los discípulos este gesto! Estaba terminantemente prohibido tocar a un leproso y quien lo hacía debía guardar cuarentena por si acaso era contagiado. No podía ofrecer sacrificios hasta que se purificara... Y Dios elige ser un maldito con los malditos. "Maldito quien cuelga de un madero", dicen las Escrituras refiriéndose a los crucificados. Jesús, el único Cordero de Dios, quien va a realizar el único sacrificio que Dios puede aceptar para salvarnos, resulta que no podía sacrificar en el templo de Jerusalén porque había tocado a un leproso. El mismo que aceptó bautizarse en el Jordán, quien ha aceptado revestirse de nuestra carne pecadora, el mismo que ha aceptado mis miserias no tiene miedo de mancharse, no tiene miedo del contagio.

Hace cuánto tiempo a este hombre nadie le miraba devolviéndole la dignidad... Pues mucho menos nadie le habría tocado desde que enfermó. Pues bien, hoy Jesús le acaricia. Hoy Jesús toca su carne corrupta con cariño y le cura. 

Y le dice y con él también me lo dice a mí: "Quiero, queda limpio". ¡Qué gozada es escuchar esto mismo cada vez que te confiesas. Jesús claro que me quiere. Jesús es la prueba de que Dios no se ha olvidado de mí. Jesús quiere que yo viva limpio, que viva una vida en plenitud.
¡Oh, Dios, cuánto nos quieres!...

Piérdete en estas consideraciones... Dale gracias, contempla a Jesús. Observa cómo reiría el leproso que ya está sano. Disfruta de la vida con Cristo. ¡Rompe a cantar y a saltar! Vuelva la vida a tus miembros y vive para siempre con tu Dios.

Te dejo riendo y disfrutando y llorando de alegría y gratitud. Estáte un ratito hablando con Jesús de Él, de ti, de este leproso que te escribe. Cuántale de tus lepras y deja que Él se encargue de ti. Mírale a los ojos y tú también verás que Él quiere también para ti.

Un fortísimo abrazo. Ojalá tú y yo seamos ese bálsamo de ternura que nuestro mundo podrido necesita, que es Cristo. 


viernes, 18 de enero de 2013

Filiación divina (II)

Después de que ayer metiera una entrada del prelado del Opus Dei, que en teoría su especialidad es la filiación divina, voy a tratar de comentaros ahora un par de temillas sobre esto mismo desde un punto de vista más personal.

Imaginaos por un momento que Dios no nos hubiera hecho hijos suyos. Vamos a ver las diferentes vidas que nos podrían haber tocado.

OPCIÓN A.- Dios podría haberse disgustado con nosotros por nuestros innumerables pecados y podría haber decidido dejarnos solos. Los testigos de Jehová y los protestantes (quienes también han pecado mucho, casi como nosotros...) dicen que por nuestros muchos pecados Dios nos dió de lado y fundó otra iglesia paralela, pero esto no se lleva bien con la frase de la Escritura que dice: "Si fuéremos infieles, Él permanece fiel; Él no puede negarse a sí mismo." (II Tim. 2, 13) [uso la traducción protestante de Reina Valera, para que nadie pueda objetar nada]. En otro pasaje dice: "Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo" (Mt. 28, 19). Parece que los protestantes y los testigos de Jehová piensan que Dios nos mintió descaradamente...

En todo caso, en el hipotético caso de que hubiéramos defraudado a Dios  hasta el límite insospechado de que no tuviera más paciencia para nosotros, entonces, ¿de qué serviría la vida? No quedaría más remedio que dedicarse como decía San Pablo: "Comamos y bebamos que mañana moriremos" (I Cor. 15, 32). ¿Qué sentido tendría casarse, ser fiel, luchar por los demás, incluso amar? Ninguno, en todo caso para que nos llevemos más o menos bien y no nos hagamos daño entre nosotros, pero si tengo la seguridad de que soy más fuerte que todos podré permitirme el lujo de subir por encima de cualquiera. La vida no serviría para nada, así que lo mejor sería disfrutar de los pequeños placeres del mundo.

OPCIÓN B.- Como Dios es muy bueno y es fiel a Sí mismo vela por nosotros, nos quiere y somos sus siervos. De modo que no tendríamos ninguna intimidad con Él, nuestra salvación no consistiría en vivir su misma Vida, sino que sería una felicidad natural eterna y sólo podríamos llegar a ella después de una vida llena de méritos. Seríamos esclavos de Dios y nuestra aspiración sería que no se enfadara si metemos la pata.

OPCIÓN C.- Que en un derroche de amor sin límites, Dios quisiera compartir con nosotros algo de su intimidad, que no su misma Vida y nos habría hecho amigos suyos. Esto ya sería un inmenso privilegio. nuestra vida sería un continuo deshacerse en acción de gracias. ¿Yo, amigo personal de mi Señor? Como si a uno que no le correspondiera ser esclavo en casa de un hombre bueno, de pronto esa persona se fijara en su esclavo, le cayera en gracia y le concediera la libertad y le tomara por su amigo personal. Mira atentamente, que esto sería ya un privilegio desconcertante... Pues mi Señor no se ha quedado allí. Pues somos no amigo... ¡sino Hijos de Dios! 

Aquí se sale ya de toda regla del sentido común. Por eso el evangelio no es razonable, por eso es una locura de Amor de Dios. Por eso, mi Dios no es mi amigo, sino mi propio Padre. Ha querido compartir conmigo todo cuanto Él es, ¿cómo no voy a entregarme absolutamente a Él? Ya no hay término, ya no podemos ser razonables. No puedo ser burgués. ¡Sólo me queda la locura completa de crucificarme con Él en la Cruz. ¡Cómo puede ser que me quiera tanto! No me lo merezco. Jamás podré corresponder a tanto Amor. Me ha elevado sobre toda criatura, me ha hecho superior a los ángeles, me ha concedido poder vivir en su mismo corazón, en su propia intimidad. Me da todo cuanto le da a Cristo y yo en Cristo puedo ofrecérselo todo. Puedo vivir esa oferta de Amor sin límites que es la propia vida de la Trinidad. Soy su heredero, el hijo de sus entrañas, su preferido.

Me ha dotado de su misma "genética" en los sacramentos y puedo llegar a amar como Él Ama. Puedo hacer sus mismas obras. Mi destino es el Cielo y Él ha querido participar conmigo de todo lo suyo. ¡Soy Hijo de Dios! ¡Soy hijo del Rey! ¿Cómo voy a manifestarme al mundo a partir de ahora teniendo conciencia de la tremenda dignidad de la que me ha revestido?

Es una locura es para volverse absoluta y rematadamente loco. ¡Dios se ha enamorado de mí hasta el punto de que no sólo me ha querido nombrar su heredero (adopción legal), sino que ha transformado mi naturaleza dotándome de la Gracia (de su misma Vida, entrando en comunión con Él) para que pueda vivir po encima de mis posibilidades. Es como si un águila real arrebatara a un gorrioncillo y lo transportara a unas alturas inconcebibles. El gorrión una vez superado el pánico porque no le corresponden esas alturas, una vez que se diera cuenta de que no tiene nada que temer porque el águila nunca le abandonaría, entonces ese pajarillo disfrutaría como jamás antes pudo soñar. ¡Eso es un cristiano!

Además hay un punto más en todo esto que estamos diciendo. Es que encima Dios ha querido darme el derecho a exigirlo. Podría ser un privilegio, pero como uno de los míos; un ser humano; es quien me lo ha conseguido, a partir de ese momento yo tengo un derecho ante Dios. ¡Esto ya es excesivo! Ha sido Dios mismo el que me ha dado un derecho cierto sobre la salvación. Por la Cruz de Cristo, puedo acceder a la salvación. ¡Quién podría haber siquiera soñado con tanto! 

Gracias Dios mío!!!!!!!