La primera semana me fui solito a Lekunberri, para rezar tranquilamente en el Castillo de Javier y a los pies de San Miguel.
El fin de semana lo pasé con algunos de los jóvenes de la parroquia en Fátima. Al parecer todos disfrutsaron con locura. A mí me quedó cierto regusto porque con eso de estar de vacaciones hice bromas tontas que sobraban. Pero rezamos bien y disfrutamos mucho.
La segunda semana la pasé con mis papás en un pueblecito que se llama Pechón. Fuimos a ver la verdadera Cruz de Cristo en santo Toribio de Liébana, vimos la iglesita mozárabe de Santa María de Lebeña, disfrutamos y pude rezar en los acantilados de Pechón y estuvimos en la playita solos, con lo que también pude bañarme en el mar.
La verdad es que aunque hemos comido genial y hemos visto cosas muy intenresantes y estupendas, me quedo con haber podido rezar un poco en los acantilados de Pechón con las olas rompiendo en la roca, un sol expléndido sobre nuestras cabezas y una brisa fresca que nos quitaba todo el calor. ¡Qué maravilla ser cristiano porque Dios va siempre con nosotros sin abandonarnos nunca y basta que le eches una miradica para que se vuelque contigo! Jesús, mi Señor, mi Amigo, mi Maestro, mi Hermano, mi Confidente, mi Capitán y mi Rey.
Unas vacaciones en las que he rezado a gusto y me lo he pasado pipa y ahora volvemos a trabajar como fieras. Además, hoy he podido confesarme con un compañero y ahora estoy fuerte en el Señor.
Gracias Dios mío por todo lo que nos das. Hacía tiempo que no disfrutaba tanto de unas vacaciones...
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