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martes, 2 de agosto de 2011

¿Por qué considero que la espiritualidad ignaciana es la más indicada para mí?



Antes de nada quiero aclarar que esta entrada no juzga el resto de espiritualidades. De hecho, iba a hacer un artículo sobre eso y decidí borrarlo. Se trataba de una comparativa entre las principales espiritualidades que conozco y descubrí que la que menos riesgos conlleva y es más completa humana, doctrinal, ascética y místicamente es la ignaciana. Por lo menos, según mi propia experiencia, limitada, pero mía al fin y al cabo y como es mi blog... Jua, jua, jua...

También es cierto, para tranquilidad de algunos, que me refiero a la espiritualidad que surge de los Ejercicios que desarrolló San Ignacio de Loyola a lo largo de su ministerio sacerdotal. No me refiero a las modas que se han ido imponiendo desde hace algún tiempo.

Sinceramente, antes de hacer los Ejercicios Espirituales (realmente, nunca he hecho los de mes) sólo había acudido a ciertos retiros y cursos de retiro donde lo que primaba era la meditación moral por encima de la contemplación y, en ocasiones, trataban de suscitar una entrega mediada en laboratorio. ¿A qué me refiero? La experiencia de un retiro es tan intensa, a veces, que es necesario respetar un tiempo para que la libertad entre en juego. No se puede tratar de conseguir que una persona se entregue a una institución de la Iglesia durante el tiempo del retiro. Es absolutamente necesario que la persona vuelva a su vida cotidiana para que en el silencio de la oración y el trajín normal de su vida distinga si fue un  "flush" espiritual o una auténtica moción del Espíritu Santo. "En tiempos de turbación no hacer mudanza" y no sólo se refiere al momento en el que uno quiere tomar las de Villadiego y huir, sino cuando uno quiere de pronto cambiar su vida entera en un par de días.

¿Por qué de pronto entro en este tema? Pues muy sencillo. Cualquiera que diga que vive la espiritualidad de San Ignacio y le preguntes en qué consiste, después de decir ciertas vaguedades, sonreirá desarmado (si es sincero) y te dirá, que me convertí en los ejercicios espirituales. Realmente, es el principio de una nueva vida.

A mí me pasó eso. Desde que me convertí creía que llevaba una dirección espiritual y que hacía oración diaria, además de otros varios ejercicios del alma. Hasta que en el seminario descubrí que no.

Todos los años, en el Seminario de Madrid, todos los seminaristas comenzamos el curso, tras la "semana trágica" (en teoría es una semana dedicada a la formación pastoral, en fin...), haciendo un retiro de varios días. Gracias a Dios, tras varios años sufriendo lo que algunos decían que eran ejercicios espirituales y realmente eran charlitas espirituales que nos daban curitas muy majos, un año apareció un jesuita de verdad que nos dijo que íbamos a seguir en esos cinco o seis días, el método de las cuatro semanas de San Ignacio.

Comenzaba dándonos unos puntos de meditación y entre otros ejercicios nos daba instrucciones para mejor ayudarnos en esos ejercicios. Entre otras ayudas incluía una charlita con él para quien quisiera.

En esos días descubrí que la oración no es sólo leer el evangelio y ver qué estoy viviendo, qué estoy haciendo mal y cómo puedo vivir mejor o parecerme más a Jesús. En el fondo, una meditación y examen de conciencia continuo que lo único a lo que conduce es al tedio (yo no tengo mucho que pueda ser contemplado y menos cada día, constantemente). Aprendí a contemplar al Señor en la oración y me entusiamó el nuevo sistema. No se trataba de moralizar, sino de mirarle a Él y eso consiguió enamorarme y que comenzara a vivir mi relación con el Señor de otro modo. No se trataba de tener que dar la talla para que me quisiera, sino de que como me quiere con locura, ¿cómo vas a defraudarle? Y aunque, a veces, caigas te levantas porque te quiere y te pones a luchar otra vez sin desmoralizarte por no dar la talla. Lo normal es que no demos la talla, pero queremos vivir con Él. Así que lo importante es tratar de amarle porque te sabes amado. Tratar de corresponder a un amor primero.

En segundo lugar, aprendí que yo no había vivido una dirección espiritual, sino un dirigismo espiritual. El director espiritual no es quien te dice lo que debes hacer, sino que su misión es ser un espejo. Lo importante es que tú escuches las mociones interiores que recibes y el director espiritual te puede ayudar a discernir qué es del buen espíritu y qué son otras cosas, que en el fondo te pueden perjudicar, aunque aparezcan al principio que te van a ayudar a entregarte más. Te ayuda a objetivar en tu vida y a reconocer la verdad y no lo que te gustaría que fuera.

Además de otras muchas cosas que he ido aprendiendo, esto fue fundamental en mi vida y consiguió descentrarme. Lo importante de mi relación con el Señor cambió de centro y me percaté que lo fundamental no era que yo llegara a ser perfecto, sino que Cristo me Amó y se entregó por mí. La santidad no es tanto una perfección moral como una gracia que Dios te hace para que puedas responder a una llamada libérrima, hecha por amor y conducente al Amor.

Poco a poco, vas estudiando los Ejercicios Espirituales de San Ignacio, vas haciendo ejercicios año tras año. Aprendes a rezar de la mano de San Ignacio y te vas dando cuenta de que no sólo afecta al plano espiritual, sino que también avanzas moralmente, te vas fortaleciendo en las virtudes, no sólo en la oración, vas saneando los deseos, integras los sentimientos en una vida sana y completa. Al final, vas viendo cómo tu humanidad se va acercando más y más al Señor, integrando todo lo que eres y no sólo la voluntad. Te das cuenta de que el crecimiento en la vida espiritual no es dominar un lenguaje religioso, ni siquiera llegar a tener una voluntad de acero para controlar y dominar tus impulsos, sino que Jesús va enseñoreándose de tu corazón y poco a poco comienza a afectar a tus deseos y a tus sentimientos que se van orientando hacia Jesús (aunque nunca definitivamente y absolutamente, por lo menos de momento...). No se trata de saber mucho... "No el mucho saber harta y satisface el alma, sino gustar y sentir..."

Por todo ello, pienso que esta espiritualidad es la más completa. A lo largo de mi vida, ha sido el sistema que más me ha ayudado. Y lo mejor es que mientras otros tienen miedo de que te apartes de ellos si empiezas a vivir otras cosas, la espiritualidad ignaciana se completa con otras experiencias. Puedo decir que vivo la espiritualidad ignaciana y que me ha ayudado a vivirla más plenamente la experiencia carismática y otras.

Al final, se trata de reconocer a Dios en tu vida, ver qué quiere de ti e ir respondiendo cada día a la llamada que te va haciendo. Cada uno desde su estado. Al final no se trata de hacer nada extraordinario, sino de hacer por amor lo que debes hacer en cada momento. O dicho de otro modo, hacer extraordinariamente bien lo ordinario de la vida. Se trata de vivir con Jesús, centrado en Él y vivir desde Jesús.


No se trata de santificar una cosa u otra: el trabajo o la familia, la oración o la ascética, servir a los pobres o evangelizar tu ambiente... Sino de vivir una unidad de vida estupenda. Allá donde estés, eres de Cristo, militas bajo su bandera y buscarás el mejor modo de más amarle y servirle. No se trata de primar la Misa sobre el baño de los niños, sino de ver qué quiere tu Señor en cada momento y a lo mejor debes ir a Misa levantándote antes, para luego poder bañar a los niños sabiendo que eso y no otra cosa lo que Dios quiere de ti en ese momento. No se trata de que Dios te llame a una cosa específica, es que Dios te llama a vivir con Él y como Él, en toda circunstancia de la vida. Por eso, evangelizas en tu ambiente, sirves a los pobres, santificas tu trabajo y sirves a tu familia con el corazón de Cristo. A veces, el trabajo deberá quedar relegado por la familia, eso es lo habitual, pero relegado, no significa mal hecho.

Por eso, habitualmente todos los que viven la espiritualidad ignaciana acaban buscando aquello que más les una a Jesús y, por esa misma razón, nos acabamos enamorando cada día más de la Virgen María y consagrándonos a Ella nos insertamos plenamente en el Corazón de su Hijo. ¿Dónde está el Corazón de Jesús? En María. ¿Quién conoce más a Jesús, quién le ama más, quién está más cerca de Él? María. A Jesús se va y se vuelve por María.

Hay una nota más que distingue esta espiritualidad de otras. Sí que creo que es necesario consagrarse de un modo público a María y a Jesús. Somos seres sensibles (tenemos sentidos) y nuestro modo de relacionarnos es a través de gestos sensibles. Efectivamente, todo surge del bautismo, pero necesito actualizar aquello que Dios me dió en el bautismo, a través de un gesto sensible que es ponerme en manos de María con una consagración especial. Efectivamente, por el bautismo ya he sido consagrado a Dios, pero como el bautismo es una vez para siempre, necesito recordarlo en sucesivas entregas conscientes y libres. Consagración significa que me separo de lo común y me dedico exclusivamente a Dios... ¿De qué modo mejor voy a hacerlo que a través de la mujer que más de cerca vivió la consagración de Cristo al Padre, tanto que la unió para siempre en esa consagración que supuso la Redención de la Humanidad? ¿Quieres unirte a Cristo en esa Redención? Únete a María, conságrate a Ella y que sea María quien te lleve a Jesús. No encontrarás modo mejor.

¿Por qué algunos tienen alergia a la palabra consagración? ¿Te va a sacar de tu sitio? Un consagrado efectivamente es "separado" del mundo, para entregarlo a Dios y Dios lo devuelve al mundo con una nueva misión. Algunos tienen alergia a esa "consagración". Lo siento por ellos, eso fue lo que les ocurrió en el bautismo. En este sacramento, por eso se utiliza el santo crisma, Dios cambia la naturaleza de la persona uniéndola a Cristo indefectiblemente, apartándola de los usos profanos para devolverla con una nueva misión, la misma misión de Cristo: ser Sacerdote, Profeta y Rey.

Las consagraciones en diversas congregaciones marianas u otras es un modo precioso de recordar que por el bautismo hemos sido consagrados a Dios. Se trata de hacernos conscientes y libérrimamente aceptar esa consagración bautismal. Además, en muchas ocasiones la Iglesia propone un sacramental para hacer esa consagración y ofrece indulgencias y otros auxilios espirituales para quienes lo realizan. Aprovechémonos de todo este derroche de gracias que Dios nos regala en su Iglesia.

A mí me gustaría consagrarme a María en un acto público. Pero como dice San Ignacio, no lo cito textualmente porque no tengo aquí los Ejercicios, con tal de que Él quiera recibirme en tal gracia y estado. Y parece que me está apartando de la Congregación mariana donde yo quería consagrarme a Dios en las manos de María.

De todos modos, la ordenación sacerdotal, sacramento que imprime carácter (sello), ya incluye un beso de María definitivo y para siempre. Pero me gustaría actualizarlo una y otra vez.


Un fuerte abrazo y mi agradecimiento más sincero a la Compañía de Jesús y a todos los jesuitas que hoy y siempre, mantendrán viva la herencia que más me ha ayudado a descubrir a Jesús.




Ya sé que no parece real, pero todos estos jóvenes son jesuitas estadounidenses.


Ad maiorem Dei Gloriam!

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