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La vida de un sacerdote en Madrid es algo compleja, hacemos lo que podemos y que Dios ponga el resto. Si quieres contribuir pide a Dios que nos envíe más sacerdotes.

Un fuerte abrazo

domingo, 4 de noviembre de 2018

Palabra de vida para los jóvenes: El eunuco etíope

Un ángel del Señor habló a Felipe y le dijo: «Levántate y marcha hacia el sur, por el camino de Jerusalén a Gaza, que está desierto». 27 Se levantó, se puso en camino y, de pronto, vio venir a un etíope; era un eunuco, ministro de Candaces, reina de Etiopía e intendente del tesoro, que había ido a Jerusalén para adorar. 28 Iba de vuelta, sentado en su carroza, leyendo el profeta Isaías. 29 El Espíritu dijo a Felipe: «Acércate y pégate a la carroza». 30 Felipe se acercó corriendo, le oyó leer el profeta Isaías, y le preguntó: «¿Entiendes lo que estás leyendo?». 31 Contestó: «¿Y cómo voy a entenderlo si nadie me guía?». E invitó a Felipe a subir y a sentarse con él. 32 El pasaje de la Escritura que estaba leyendo era este: Como cordero fue llevado al matadero, como oveja muda ante el esquilador, así no abre su boca. 33 En su humillación no se le hizo justicia. ¿Quién podrá contar su descendencia? Pues su vida ha sido arrancada de la tierra. 34 El eunuco preguntó a Felipe: «Por favor, ¿de quién dice esto el profeta?; ¿de él mismo o de otro?». 35 Felipe se puso a hablarle y, tomando pie de este pasaje, le anunció la Buena Nueva de Jesús. 36 Continuando el camino, llegaron a un sitio donde había agua, y dijo el eunuco: «Mira, agua. ¿Qué dificultad hay en que me bautice?». 38 Mandó parar la carroza, bajaron los dos al agua, Felipe y el eunuco, y lo bautizó. 39 Cuando salieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe. El eunuco no volvió a verlo, y siguió su camino lleno de alegría. 40 Felipe se encontró en Azoto y fue anunciando la Buena Nueva en todos los poblados hasta que llegó a Cesarea.

Explicación:

Felipe, el diácono, recibe una inspiración de Dios. Sabe que Dios quiere que vaya al sur, pero no sabe por qué. ¿Para qué voy a ir al desierto cuando la gente está en las ciudades? Muchas veces hablamos de pobreza, pero la pobreza tiene muchas implicaciones. La implicación más grande es la obediencia, ésa es la entrega mayor. ¿quién quiere rendir el propio juicio?, ¿quién se fía más de otro que de sí mismo?

Esa es la entrega que se nos pide muchas veces. Cuando te envían a un lugar donde tú crees que no vas a hacer nada, cuando te dicen que te quedes en un sitio, del que todos se van. Cuando parece que no valoran tus capacidades y crees que podrías hacerlo mejor en otro destino...

Sin embargo, Felipe obedece a esa inspiración angélica y se pone en camino. Al principio, efectivamente nadie pasa por ese camino, pero al final, ve una carroza y se le cruza un pensamiento a Felipe por el camino: ¿y si me acerco a esa carroza?. Efectivamente era una inspiración del Espíritu Santo. Muy pocas veces nos habla con una voz que resuene en nuestra cabeza. Habitualmente, Dios nos habla con toda sencillez, a través de alguna moción, algún deseo inspirado, algún sentimiento o incluso un pensamiento que podemos confundir con una idea propia.

¡Qué importante es obedecer esas mociones interiores! Podrías pasar de ese pensamiento y nunca sabrás qué repercusiones podría haber tenido hacerle caso... Pues Felipe volvió a obedecer y se acercó a la carroza.

En aquella época la gente cuando leía, leía en voz alta. Leer para sí mismo es algo que hemos aprendido en la historia moderna. En la antigüedad, eso no existía. La gente leía en voz alta. Pues así leía el etíope y de este modo, Felipe escucha lo que lee este personaje tan influyente y puede entablar conversación. Además, ¡qué coincidencia, justo está leyendo lo más favorable para que le hable de Cristo! ¿Coincidencia o providencia?

Así se confirma que todo lo que Felipe había entendido era realmente de Dios.

Entra de lleno en la vida de este etíope: ¿entiendes lo que estás leyendo? Se ve clarísima la humildad e inteligencia de su interlocutor. No trata de aparentar que sabe algo que desconoce, sino que deseando aprender reconoce su ignorancia: Contestó: «¿Y cómo voy a entenderlo si nadie me guía?». E invitó a Felipe a subir y a sentarse con él.

Y así Felipe pudo contarle todo lo que respecto a Jesús necesitaba saber el eunuco, para poder entender el pasaje. Simplemente, Felipe obedeció a Dios y hubo fruto. ¡Qué maravilla! Qué sencillo... 

El eunuco continuó su viaje lleno de alegría. ¡Siguió su camino, pero con una alegría que jamás había conocido! Dios, muy pocas veces nos saca de nuestro sitio, pero hace  que podamos vivir todo de un modo nuevo.

 Santo Tomás de Aquino definía la alegría como la consecuencia del amor, es decir, es como si la alegría fuese el brillo que existe cuando hay amor. Y explicaba también que la alegría es tanto mayor cuanto mayor es el amor y cuanto más noble es aquello que se ama. 


Preguntas:

1.- ¿Odecedes a Dios cuando intuyes que te ha dicho algo o lo dejas pasar porque no estás seguro? ¿Tratas de discernir qué es de Dios, qué puede ser tuyo y qué puede ser tentación?

2.- ¿Cuántas veces crees que en el apostolado eres tú el que te lo curras?, ¿cuántas veces te tiene que demostrar el Señor que se trata simplemente de obedecer y que es Él quien va a poner el resto, que las cosas no son tan difíciles, sino que nosotros las complicamos muchísimo?

3.- ¿Alguna vez te ha pasado algo parecido?

4.- ¿Tú tienes esa alegría del eunuco?, ¿Qué te falta para vivir con alegría?, ¿Crees que la alegría depende de que todo te vaya bien en la vida?, ¿No hay posibilidad de vivir con alegría en cualquier circunstancia? A lo mejor es que no entendemos bien ¿qué es la alegría?

5.- ¿Qué amas, a quién amas, cuánto amas? Piensa que a lo mejor, aquí, en esta respuesta puede que encuentres la causa de tu tristeza. En todo caso, os dejo un artículo fenomenal:


Los cinco remedios contra la tristeza

Los santos, aquellos que han disfrutado de una especial amistad con Jesús, también han estado tristes. Por eso, es interesante conocer los remedios que dan para recuperar la alegría propia del cristiano.
OTROS
Opus Dei - Los cinco remedios contra la tristeza
Cada uno de nosotros ha atravesado días tristes, días en los cuales no se logra superar una cierta pesadez interior que contamina el ánimo y dificulta las relaciones con los demás. ¿Existe algún truco para superar el malhumor y recuperar la sonrisa? Santo Tomás de Aquino propone cinco remedios de sorprendente eficacia contra la tristeza.
1. El primer remedio es concederse un placer. Es como si el famoso teólogo hubiese intuido ya hace siete siglos la idea, tan difundida hoy, de que el chocolate es antidepresivo. Quizá parezca una idea materialista, pero es evidente que una jornada llena de amarguras puede terminar bien con una buena cerveza. Que algo así sea contrario al Evangelio es difícilmente demostrable: sabemos que el Señor participaba con gusto en banquetes y fiestas, y tanto antes como después de la Resurrección disfrutó con gusto de las cosas bellas de la vida. Incluso un Salmo afirma que el vino alegra el corazón del hombre (aunque es preciso aclarar que la Biblia condena claramente las borracheras).
2. El segundo remedio es el llanto. A menudo, un momento de melancolía es más duro si no se logra encontrar una vía de escape, y parece como si la amargura se acumulase hasta impedir llevar a cabo la tarea más pequeña. El llanto es un lenguaje, un modo de expresar y deshacer el nudo de un dolor que a veces nos puede asfixiar. También Jesús lloró. Y Papa Francisco señala que "ciertas realidades de la vida se ven solamente con ojos que han sido limpiados por las lágrimas. Invito a cada uno de vosotros a preguntarse: ¿Yo he aprendido a llorar?".
3. El tercer remedio es la compasión de los amigos. Me viene a la cabeza el personaje del amigo de Renzo, en el famoso libro "Los novios", que en una gran casa deshabitada a causa de la peste va desgranando las grandes desgracias que han sacudido a su familia. "Son hechos horribles, que jamás hubiera creído que llegaría a ver; cosas que quitan la alegría para toda la vida; pero hablarlas entre amigos es un alivio". Es algo que hay que experimentar para creerlo. Cuando uno se siente triste, tiende a ver todo de color gris. En esas ocasiones es muy eficaz abrir el alma con algún amigo. A veces basta un mensaje o una llamada de teléfono breve y el panorama se ilumina de nuevo.
4. El cuarto remedio contra la tristeza es la contemplación de la verdad, del "fulgor veritatis" del que habla san Agustín. Contemplar el esplendor de las cosas, en la naturaleza o una obra de arte, escuchar música, sorprenderse con la belleza de un paisaje... puede ser un eficaz bálsamo contra la tristeza. Un critico literario, pocos días después del fallecimiento de un querido amigo, tenía que hablar sobre el tema de la aventura en Tolkien. Inició así: "Hablar de cosas bellas ante personas interesadas es para mi un verdadero consuelo...".
5. El quinto remedio propuesto por santo Tomás es el que quizá uno menos podría esperar de un maestro medieval. El teólogo afirma que un remedio fantástico contra la tristeza es dormir y darse un baño. La eficacia del consejo es evidente. Es profundamente cristiano comprender que para remediar un mal espiritual a veces resulta necesario un alivio corporal. Desde que Dios se ha hecho Hombre, y por tanto ha asumido un cuerpo, el mundo material ha superado la separación entre materia y espíritu.
Un prejuicio muy difundido es que la visión cristiana del hombre se basa sobre la oposición entre alma y cuerpo, y este último sería siempre visto como una carga u obstáculo para la vida espiritual. En realidad, el humanismo cristiano considera que la persona (alma y cuerpo) resulta completamente "espiritualizada" cuando busca la unión con Dios. Usando palabras de san Pablo, existe un cuerpo animal y un cuerpo espiritual, y nosotros no moriremos, sino que seremos transformados, porque es necesario que este cuerpo corruptible se vista de incorruptibilidad, que este cuerpo mortal se vista de inmortalidad.

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