Siento mucho los retrasos, actualizaré el blog de vez en cuando, pero tened paciencia, please:



La vida de un sacerdote en Madrid es algo compleja, hacemos lo que podemos y que Dios ponga el resto. Si quieres contribuir pide a Dios que nos envíe más sacerdotes.

Un fuerte abrazo

domingo, 31 de julio de 2011

La Compañía del Salvador ya tiene una compañera más:

¿Por qué será que los institutos más serios son los que más vocaciones tienen? Son los que más en serio se toman su consagración los que más gente consiguen "enganchar"... Hay muchas explicaciones sesudas, que tratan de analizar el fenómeno vocacional...

Quizás, cuando una persona quiere entregar de verdad su vida a Dios, prefiere no hacerlo con componendas, a lo fácil, sino que va a aquel lugar donde más fácil lo tenga para llegar a la santidad y otras veces, simplemente es que Dios se lo curra para mandarles jóvenes.

Hace dos días una chica fenomenal, entraba en el colegio del "Mater Salvatoris" para comenzar su proceso formativo y selectivo hasta poder pronunciar sus votos perpetuos en la Compañía del Salvador. No lo hacía porque buscara una vida especialmente dura o segura de ir al cielo, sino porque las había conocido tiempo atrás, le habían llamado la atención y, al final, se dió cuenta de que Dios la quería entre ellas. ¿Por qué alli? Cuando hay otros institutos prácticamente con el mismo régimen de vida y la misma fidelidad... Sólo porque Dios se lo estaba mostrando.

A veces, tendemos a mundanizar demasiado la vocación tratando de descubrir sus causas y el modo que tiene Dios de hacer las cosas... Pues miren, siempre van a ser equivocados esos cálculos. Dios hace lo que le da la gana. "No, es que Dios no juega con las personas..." Me dijeron una vez... ¿Cómo que no? Se lo pasa "pipa" y juega y baila y se ríe y no entendemos lo que nos hace y nos pide que nos fiemos y nos da una vida como ningún otro podría dárnosla.

Esta chiquilla acaba de empezar a jugar con Dios y no sabe dónde se mete, pero al final será la mayor aventura de su vida. Porque aunque Dios juega con cada uno de nosotros, nunca nos va a dejar solos, porque nunca se aburre de nosotros.

¿Quieres tú jugar con Dios?

Lo único que sé es que hoy he casado a una parejita y no estaban tan felices como esta jovencita de mi parroquia. Habrá momentos en que lo pase mal, es lógico, pero ojalá pueda contestar como me respondió a mí una monjita de más de ochenta años, con una sonrisa encantadora. Le pregunté si habían sido más los momentos buenos que los malos y se echó a reir con una risa cantarina, me miró a los ojos con una sonrisa que estallaba el corazón y me dijo: "Ya verás"...

O como decía un sacerdote santo: "¡Soñad y os quedaréis cortos!"

Yo siempre he tenido un miedo especial con estas monjitas, me parecía que tan ascéticas eran que podían anular de algún modo la personalidad de cada una. Que acabaran pareciéndose unas a otras... ¡Qué perdieran lo que a Dios le había enamorado de cada una!

Y me he encontrado con que dentro de la misma casa hay chicas más sonrientes, otras más discretas, alguna explosiva y cada una con su carácter. Que respetan la identidad personal de cada chica y las dejan ser como son, pero mejorando para Dios. Que no hay nada más humano que Dios y que las monjas mayores son las que más sonríen. Me he dado cuenta de que no tengo que preocuparme, que la van a querer y por eso la van a presentar a Dios cada vez más guapa, más alegre, más como Dios la quiere. A ella, no a una copia de monja estereotipada.

¡Qué alivio! ¡Qué alegría! No es un fruto mío, pero estoy orgullosísimo de haber podido acompañarla desde un plano discreto, rezando cada día por ella y sin meterme demasiado donde no me llamaban. Animándola a hablar con su director espiritual y alegrándome de que fuera consolidando su vocación.

La Misa de acogida la presidió el P. de la Cueva sj, que predicó una homilía preciosa hablando de que Marta acogió a Jesús en su casa y hoy Jesús acogía en la suya a Marta (es así como se llama esta chica).

Os pido que recéis por su fidelidad y perseverancia. ¡Qué maravilla ver cómo Dios baila con nosotros! Nos suelta, nos hace dar vueltas, nos toma de la cintura, parece que se escapa, pero siempre vuelve a tomarnos. Ojalá, Marta que este sea el baile de tu vida, ¡no lo encontrarás mejor!

Ad maiorem Dei Gloriam!

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