Lo que "a priori" uno ve que tiene todo su sentido, estudiando las cosas más despacio podemos entender que es un gran error.
Hay veces que antes de decidir qué debemos hacer nos ponemos a considerar las consecuencias de nuestros actos. Esto que podría ser una buena política práctica, en la Iglesia se convierte en hacerle la cama a Dios y acostarse con el Diablo.
Me explico: en otros tiempos en la Iglesia nos hemos equivocado de cabo a rabo, cuando cerraron las misiones que protegían a los indios de sudamérica de los esclavistas portugueses (ver la película de "La Misión") o cuando se consideró más prudente echar tierra al asunto de los curas pederastas o cunado los obispos austriacos doraron la píldora a Hitler... Tantas veces que por miedo a las represalias no hemos hecho lo justo, sino lo conveniente.
Ésta es una antigua tentación. Nos puede pasar a menor escala. Por presiones de los padres echar a un catequista que realmente lo hace bien... Cada uno tendrá su caso.
Dice el Catecismo de la Iglesia Católica:
"1754 Las circunstancias, comprendidas en ellas las
consecuencias, son los elementos secundarios de un acto moral. Contribuyen a
agravar o a disminuir la bondad o la malicia moral de los actos humanos (por
ejemplo, la cantidad de dinero robado). Pueden también atenuar o aumentar la
responsabilidad del que obra (como actuar por miedo a la muerte). Las
circunstancias no pueden de suyo modificar la calidad moral de los actos; no
pueden hacer ni buena ni justa una acción que de suyo es mala.
1755 El acto moralmente bueno supone a la vez la bondad del objeto, del fin y de las circunstancias. Una finalidad mala corrompe la acción, aunque su objeto sea de suyo bueno (como orar y ayunar para ser visto por los hombres).
El objeto de la elección puede por sí solo viciar el
conjunto de todo el acto. Hay comportamientos concretos —como la fornicación—
que siempre es un error elegirlos, porque su elección comporta un desorden de
la voluntad, es decir, un mal moral.
1756 Es, por tanto, erróneo juzgar de la moralidad de
los actos humanos considerando sólo la intención que los inspira o las
circunstancias (ambiente, presión social, coacción o necesidad de obrar, etc.)
que son su marco. Hay actos que, por sí y en sí mismos, independientemente de
las circunstancias y de las intenciones, son siempre gravemente ilícitos por
razón de su objeto; por ejemplo, la blasfemia y el perjurio, el homicidio y el
adulterio. No está permitido hacer el mal para obtener un bien."
En definitiva, cada uno de nosotros tenemos que hacer lo que sea justo y adecuado, al margen de las consecuencias que pueda acarrear. Muchas veces, actuamos injustamente por esta misma razón. Si un obispo tiene que defender a un sacerdote aunque los ricos de su diócesis se le echen encima y acaben provocando escándalos, pues tendrá que defender al sacerdote aunque le vaya la vida en ello y si tiene que reprender a un sacerdote, aunque todos los políticos se le echen encima, deberá reprenderle.
Dios mío, que nunca actuemos atendiendo a las consecuencias de nuestros actos, que siempre busquemos tu Voluntad aunque no sepamos medir jamás las consecuencias. Que nos fiemos de Ti y sólo de Ti. Muchas veces el pueblo de Israel pactó con los paganos haciendo lo que Dios reprueba por buscar las consecuencias más propicias, pensando ser inteligentes... Eso les llevó a la ruina. Que nosotros nunca pactemos, Señor. ¡¡ Siempre fieles !!
No hay comentarios:
Publicar un comentario