Siento mucho los retrasos, actualizaré el blog de vez en cuando, pero tened paciencia, please:



La vida de un sacerdote en Madrid es algo compleja, hacemos lo que podemos y que Dios ponga el resto. Si quieres contribuir pide a Dios que nos envíe más sacerdotes.

Un fuerte abrazo

jueves, 9 de septiembre de 2010

Anécdotas sobre las lecturas de este domingo (aún no me he preparado el comentario):

                               Ejemplos Predicables

El perdón de Dios

1- Una encantadora leyenda nos habla de un pe­cador que se confesó con profunda contrición. El confesor absolvió al penitente y le previno contra la recaída. El hombre, con todo, cayó en la misma tentación, y, al presentarse de nuevo contrito al tribunal de la penitencia, el confesor vaciló largo tiempo en absolverle. Cuando, por fin, lo hizo, advirtió: «Ésta es la última vez.» Mas, a pesar de todos los propósitos, la tentación pudo más que el pecador, y cuando por tercera vez fue al confesonario el confesor le negó rotundamente la absolución porque dudaba de que el arrepentimiento del penitente fuera sincero. El buen hombre, en cambio, afirmaba que se sentía profundamen­te contrito. El sacerdote, no obstante, persistió en la nega­tiva. Mas en aquel preciso momento aconteció que desde la alta cruz del coro sonó por la iglesia como un llanto. Sorprendido el confesor, levantó los ojos y vio como la imagen adquiría vida y el Crucificado soltaba la mano derecha del madero de la cruz y trazaba sobre el pecador el signo de la absolución.
Y para el severo confesor sonó esta recriminación: «No has derramado tú la sangre por él.»

2- En una escuela de un barrio de Londres una religiosa estaba preparando a una clase para recibir los sacramentos y hacía varias preguntas encaminadas a des­pertar un verdadero dolor de haber pecado.
— ¿Sabrías hacer un acto de contrición perfecta? — pre­guntó a un niño pequeño.
— ¡Oh sí, hermana! Es fácil. No haría más que mirar un crucifijo y pensar que fui yo quien lo hizo todo.

3-  Absalón, hijo del rey David, se rebeló contra su padre. Y David se vio obligado a mandar su ejército contra él. Pero David no olvidó que era su padre: por lo que, mientras sus capitanes se indignaban y esperaban el momento de vengarse de Absalón,  él se puso en la puerta por donde desfilaban los soldados y gritó a los capitanes: «Id contra los enemigos y destruidlos; pero, por caridad, salvad la vida a mi hijo Absalón (2 Reg 18, 5).
Así pues, cuando las criaturas quieren vengarse del pe­cador y destruirlo, Dios misericordioso les dice: «No; dejadle aún vivir, perdonadle para que pueda convertirse(Ez 33, 11).

(Vademecum de ejemplos predicables, Mauricio Rufino, Herder, Barcelona, 1962,  pág. 1644-1645)

No hay comentarios:

Publicar un comentario