En estos últimos años de mi ministerio, echo de menos el trabajo con chavales. Tenemos algunos, muy majos, y les estamos preparando de la mejor manera posible. No hay parroquia en Madrid que prepare mejor a sus catecúmenos... ¡Vaya si es que soy de lo que no hay! pero como son tan poquitos no acaban de animarse a llevar a cabo ninguna actividad extra, como son campamentos, convivencias, excursiones... Por mucho que lo intentamos, no sale nada.
Sobre todo tengo personas mayores. Son el tesoro de la parroquia. Hombres y mujeres que se han dejado la piel por la Iglesia y por sus familias. Es necesario, precioso y un deber de justicia cuidarles y atenderles de la mejor manera posible en esta etapa en la que necesitan inyecciones de esperanza, alegría y cariño; pero no están dispuestos a montar un campamento conmigo... ¡qué se le va a hacer!
Cuando ya me había despedido para siempre de estas actividades, de pronto...
Me piden en una asociación de fieles que les eche una mano porque les faltan sacerdotes. Acostumbrado a que las cosas al final no salgan, se lo plantéo a mi párroco sin especial interés. No es que no quisiera ayudar, el problema es que no quiero emocionarme para que después sobrevenga la desilusión.
¡Qué grande es mi párroco! No sólo no pone inconvenientes, sino que me alienta a trabajar con ellos por dos razones fundamentalmente:
1.- Para que pueda tener contacto con la juventud, puesto que es lo que nos falta en la parroquia y así tendemos puentes con los chavales de la parroquia para que puedan tener una experiencia comunitaria;
2.- Puesto que hay familias de todo Madrid, trabajando y evangelizando en unos locales de la demarcación parroquial, ¿a quién mejor vamos a ayudar que a ellos? Que se sepan cuidados y atendidos por los curas de su parroquia.
Decidme si esto no es un claro ejemplo de corazón sacerdotal. Un párroco que se procupa por su vicario parroquial y por las personas que trabajan en el barrio, aunque no lleguen a colaborar directamente con la parroquia. Porque no son nuestros, nosotros (los curas) sí somos suyos.
Un fuerte abrazo.
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