Esta entrada servirá de colofón al anterior artículo sobre Nuestra Señora de las Ermitas.
San Luis María Griñón de Monfort, en su obrita "Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen", nos explica que la verdadera devoción a la Virgen María es, a la vez: INTERIOR, TIERNA, SANTA, CONSTANTE y DESINTERESADA.
Veamos despacito cada una de estas características:
1.- Interior: Procede del espíritu y del corazón, de la estima que se tiene hacia la Virgen, de la alta idea que uno se ha formado de sus grandezas y del amor que se le tiene.
2.- Tierna: Llena de confianza en la Virgen María, como la de un niño en su querida madre. Esa confianza hace que esa persona acuda a María en todas sus necesidades materiales y espirituales con gran sencillez, confianza y ternura. Nos abandonamos completamente en los brazos de nuestra Madre amabilísima. Sin miedo a importunarla, porque nos quiere con todo su corazón y sin miedo a desagradar a nuestro Señor, que está encantado de que acudamos a su Madre, como en las bodas de Caná.
3.- Santa: Esa devoción a María debe conducirnos a la lucha por la santidad, a evitar el pecado e imitar las virtudes de Santa María, en particular su humildad profunda, su fe viva, su obediencia ciega, su oración continua, su mortificación universal, su pureza divina, su caridad ardiente, su paciencia heroica, su dulzura angelical y su sabiduría divina. Éstas son las diez principales virtudes de la Virgen María.
4.- Constante: Consolida en el bien y hace que no se abandonen fácilmente las prácticas de piedad. Anima para oponerse al mundo, a sus costumbres y máximas; a lo carnal y sus molestias y pasiones; al diablo y sus tentaciones. No se acongoja por perder el gusto, sino que persevera por amor. Se trata de vivir de la fe en Jesús y María y no de los sentimientos.
5.- Desinteresada: No nos buscamos a nosotros mismos, sino a Dios en su santísima Madre. Servimos a María, no buscando intereses propios materiales o espirituales, sino que nos ponemos a su servicio porque sólo Ella se lo merece y Dios en ella. Por eso, seguimos amando a María con todas nuestras fuerzas en los sinsabores y en las circunstancias de la vida que no entendemos. Sabemos bien que Ella nos va a cuidar, pero no la amamos porque nos haga favores, sino porque se lo merece sobradamente. Aunque yo me condenara, Ella se merece que le dedique mi vida entera. ¡Qué pocos son los que saben amarla y servirla así! Busca a María, no sus favores.
Para que se vea cierto que no son tontunas de un santo obtuso, observad lo que dice el Concilio (tan manipulado como poco leído por algunos que van de "progres"). El Concilio Vaticano II (Lumen Gentium, 66) señala cuatro aspectos universales de toda devoción a María. Dice el Concilio que la devoción a María debe ser la veneración, el amor, que tal amor sea filial: esto es, de complacencia, benevolencia, de abandono en sus manos y de conformidad de sentimientos y afectos (hacer lo que María nos diga). Esta devoción nos debe llevar a invocarla en toda circunstancia y a imitarla como la joya perfecta de Dios. Nadie hay que ame tanto al Señor como su Madre, cuando seas como ella adorarás de verdad al Señor.
Un abrazo en María.
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