Siento mucho los retrasos, actualizaré el blog de vez en cuando, pero tened paciencia, please:



La vida de un sacerdote en Madrid es algo compleja, hacemos lo que podemos y que Dios ponga el resto. Si quieres contribuir pide a Dios que nos envíe más sacerdotes.

Un fuerte abrazo

martes, 19 de abril de 2011

Una congregación mariana a mi altura:


Hace muy poquito, pedí poder ingresar como congregante mariano y, como es lógico, me han rechazado. Como diría Groucho Marx: "Nunca formaría parte de un club en el que se admitiera gente de mi calaña".

Realmente, es gente muy buena y funcionan muy bien, aunque, evidentemente, todos podemos y debemos convertirnos más a Cristo. La respuesta ha sido tan simple como apabullante: "¿Cómo se va a consagrar un cura en una congregación de familias?".

Aunque al principio decepciona la respuesta; porque uno tiene orgullo y, en mi caso, desbocado; cuando tranquilamente se lo lleva uno a la oración entiende varias cosas:

1.- Yo ya estoy consagrado a María, tengo su beso en la frente y una confirmación preciosa en Argentina.
2.- María no me deja y aceptó mi consagración personal: Yo se lo doy todo a ella, sin poner intenciones en lo que haga y Ella, que sabe y puede más; por un lado, distribuye lo mío a su voluntad; por otro, me cuida personalmente como cosa y posesión suya.
3.- Efectivamente, el cura no toma familia, acepta la genealogía de Cristo y la de Melquisedec. Mi familia es la de Cristo. Esto es, por un lado, no viene mas que de Dios y a Dios se entrega y Dios es su familia, su tesoro y su herencia; de otro, viene de María, como Cristo vino de Ella. Ésta es la joya incomparable del celibato. Pertenecer a todos y que nadie te pertenezca, salvo Cristo y nuestra Madre. La familia que he formado es la Iglesia Universal.
4.- María, acunándome en sus brazos me hace ver que lo mío es no pertenecer a ningún instituto prestigioso, sino aceptar el olvido, no ser nadie para el mundo, para serlo todo suyo. Vivir el silencio de María. No existir para nadie, que nadie se ocupe de mí. Sólo así puedo ser todo Suyo. Me quiere como prenda suya y yo me he regalado a Ella, aceptando su mismo silencio. Ojalá sepa vivirlo.

Por supuesto, un tema que no pienso reconocer nunca, pero que es cierto, es que la imagen que dí en la entrada anterior de los congregantes es cierta. De modo, que es imposible que yo diera la talla. Yo jamás podría ser un varón apostólico como quienes he descrito antes. Soy un desastre, torpe, ignorante, vago, falto de toda elegancia, impuro y débil de cabo a rabo.


Después de estas consideraciones casi me dan ganas de fundar una Congregación donde yo quepa. Llevaría por título: "Congregación Mariana de los "gualtrapillos" que no caben más que en el Corazón Inmaculado de María y de su Hijo". Tenemos dos días de fiesta consecutivos: El Sagrado Corazón de Jesús y el Inmaculado Corazón de María. El resto de las congregaciones sólo tienen un día festivo.

Nuestro santo patrón sería el santo más divertido, alegre, maravilloso y desastroso que ha cabido en el Cielo. Por cierto, es el único santo que las costillas se le deformaron para que pudiera caber un corazón más grande de lo normal y cuantos se apoyaban en su pecho notaban el calorcillo hogareño del Amor de Dios: San Felipe de Neri. Con su lema: "Sed buenos, si podéis".

Todos los locales de la Congre tendrían una puerta no más alta de ochenta centímetros, para que sólo puedan entrar quienes conserven la santa virtud de la infancia espiritual y San Ignacio, aunque no lo admitiría públicamente nunca, nos querría más que a sus propios hijos. Con ellos es General, con nosotros sería padre, como lo fue con San Felipe.

Con todo esto, me reafirmé en una certeza que tuve en mis últimos ejercicios espirituales: Dios me quiere siendo sólo cura, sólo cura, sólo cura. Otra cosa, en mí, incitaría a la soberbia.

María tómame de la mano (o de la oreja, si es necesario, como ya has hecho otras veces) y no me dejes nunca, que sin ti me pierdo. Si vas a darme cruz, ¡tómala conmigo!



Con el lema tuve problemas, pues una congre tan desastrosa no podía tener un lema muy grande, sino más bien de andar por casa, pero fijándome en el amor de Dios; no en el que yo le tenga a Dios, sino en el Amor que Dios nos tiene; no pude evitar poner mi propio lema sacerdotal: "Fuego he venido a traer a la tierra... ¿y qué quiero sino que arda?" Ojalá el mundo se diera cuenta de cuánto nos ama Dios, ¿no estarías dispuesto a consagrarte a amar como Dios ama y que todos descubran que tienen un Padre y una Madre? Cuando el mundo quiere independizarse y nadie quiere padres, lo que el mundo necesita es saber que no están solos: somos una familia.



Por supuesto, tendríamos estatutos y reglas: la regla básica y fundamental sería la alegría de que Dios nos salva, aunque no nos lo merecemos. ¡Tanto nos quiere Jesús! 
Las demás leyes y constituciones no obligarían bajo pecado porque no somos capaces de cumplirlas sin la gracia del Señor.

El santo y seña sería inclinándose como para hablar con un niño, dándose una palmada en el muslo: "¿y quién te quiere a ti?". El congregante respondería con un grito convencido: "Mi mamá, ¡¡MARÍA!!"



Mola mi Congre, ¿eh?

4 comentarios:

  1. Muy buena fundación ! Tiene futuro...
    Yo fundaría una con el nombre de " Señor tú sabes todo". Ni reglas ni complicaciones, ni nada de nada. Sólo una : la confianza. El sabe todo y el abandono no es mala regla. Que haga y desahaga lo que vea.
    Gracias ! Me he reído con lo de gualtrapillo.
    Y animo! Que lo del simple curilla se lo ha sacado de la manga!

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  2. Avísame cuando fundes y me meto. A veces dan ganas de tener éxito apostólico, pero gracias a Dios, resulta siempre en vano, con lo que uno se va dando cuenta de cual es la verdadera vocación: servir y amar y a callar.
    Que Él haga y deshaga a su voluntad, ¡eso es lo mejor! Estoy absolutamente convencido de que tienes razón.
    Un abrazo y un Avemaría por ti.

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  3. No me extraña que no te admitieran, es una lección de humildad. "Aprended de mi que soy manso y humilde de corazón"... ahí te lo dejo.

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    1. Tienes toda la razón. Va un Avemaría por ti. Tú reza por mí, por favor

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