Siento mucho los retrasos, actualizaré el blog de vez en cuando, pero tened paciencia, please:



La vida de un sacerdote en Madrid es algo compleja, hacemos lo que podemos y que Dios ponga el resto. Si quieres contribuir pide a Dios que nos envíe más sacerdotes.

Un fuerte abrazo

lunes, 19 de diciembre de 2011

Educar en valores

Creciendo en valores
Sebastián Cerro Revista Magisterio
La felicidad de andar por casa
Aníbal Cuevas

        He asesorado o asesoro a un buen número de centros educativos. En las conversaciones con equipos directivos de los colegios y con sus profesores, sale con frecuencia a relucir la necesidad de educar en valores a los alumnos. Todos coinciden en considerarlo un tema crucial, al que se concede mucha importancia. Incluso, raro es el centro que no defiende que sobresale favorablemente en este tema.

        La experiencia diaria revela que la sociedad sufre un déficit de valores. Lo vemos casi permanentemente en cuanto oímos las noticias, salimos a la calle, encendemos la televisión o somos un tanto observadores.

        Sorprende que tantos profesores eduquen en valores y el resultado sea más bien decepcionante. ¿Por qué tenemos más éxito al transmitir conocimientos que al educar en valores?

        Enseguida tendemos a justificarnos, y echamos el fardo de la culpa a otras instancias que orientan en contravalores. Así, responsabilizamos a la televisión, a los famosos (al "famoseo"), a las respectivas familias. .. a quien sea, salvo admitir que quizás no lo estemos haciendo tan bien como nos gustaría.

        Educar en valores significa conseguir que una persona actúe de manera habitual de tal modo, que su comportamiento sea digno de imitarse. Educar no es sinónimo de lograr que alguien admire un comportamiento valioso; es alcanzar convertir en hábito el modo correcto de comportarse. Porque, como parece obvio, todos los comportamientos no son igualmente valiosos.

        Actuar como se debe, lo logra únicamente quien se sabe capaz de ser dueño de sí mismo. Y cuando esa persona tiene la suficiente fuerza de voluntad como para hacer lo que sabe que es bueno y no lo que le apetece o conviene a sus intereses en ese momento.

        Un buen educador en valores lo será si él procura ser dueño de sí mismo, si quiere de veras a sus educandos y si logra implicar a la familia de cada uno de sus alumnos.

        Los educandos adquieren hábitos de comportamiento cuando saben discernir claramente entre el bien y el mal actuar, cuando cada cual tiene argumentos sólidos estables para optar por lo mejor, y cuando se esfuerza día a día, semana a semana, en entrenarse en el deporte que supone luchar consigo mismo.

        Educar en valores y adquirir valores cuesta trabajo. En nuestro esfuerzo continuado por conseguirlo estriba el éxito personal y profesional que más nos llena. Educar para la felicidad profunda y a largo plazo de nosotros mismos y de otros —aunque fuera de un solo alumno— nos hace sentir que el esfuerzo, es cierto, vale la pena.
 

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