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viernes, 23 de diciembre de 2011

El primer Belén

EL PRIMER BELÉN O UNA CANCIÓN DE AMOR

El primer Belén se puso en medio del silencio. Solamente una canción se atrevió a romperlo: "Gloria a
Dios en el cielo y paz en la tierra a los hombres que ama a el Señor". Era una canción de amor. El primer "belén" que se puso fue en el siglo XIII, en una pequeña cuidad de Italia, Greccio, y se lo  debemos a S Francisco de Asis.

Tres años antes de su muerte, como celebrase la Navidad en Greccio, dijo Francisco a su amigo Juan de Velitta: "Para la fiesta del nacimiento de nuestro Señor quisiera representar, en presencia de todos, el nacimiento del Niño de Belén. Es preciso que todos vean su pobreza sobre la paja, en medio del buey y del asno". Los frailes que se hallaban en la región fueron invitados a la fiesta, y los hombres y las mujeres prepararon cirios y antorchas para alumbrar la noche que vio nacer la Estrella que ilumina a todos los siglos.

El pesebre fue colocado entre el buey y el asno. El bosque resonó con los cánticos de júbilo, y las rocas hicieron eco a la alegría general. En la Misa solemne, Francisco, que era diácono, revestido de preciosos ornamentos litúrgicos, cantó en alta voz el Evangelio. Después anunció al pueblo la alegre nueva del glorioso nacimiento de Nuestro Señor. Cada vez que pronunciaba el nombre de Jesús, sentía consumírsele el alma por el fuego del amor. Pronunciaba el nombre de Belén con el tono de voz de un cordero balando, y cuantas veces repetía el nombre de Jesús, pasaba la lengua sobre sus labios para saborear la dulzura que este nombre le dejara. Un hombre allí presente creyó ver que el pequeño infante que Francisco había cogido en brazos -una imagen o talla-, estaba vivo y le sonreía.

Así el Niños Jesús, que estaba muerto en el corazón de muchos con la muerte del olvido, despertó a una nueva vida en el alma de los allí presentes, por la gracia de Dios y los méritos del santo.

Desde entonces los frailes franciscanos extendieron la piadosa costumbre de poner "belenes" en las iglesias y en las casas, delante de los cuales el pueblo cristiano aprendió a cantar una canción de amor..

José Ignacio Olmedo Bernal

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