Siento mucho los retrasos, actualizaré el blog de vez en cuando, pero tened paciencia, please:



La vida de un sacerdote en Madrid es algo compleja, hacemos lo que podemos y que Dios ponga el resto. Si quieres contribuir pide a Dios que nos envíe más sacerdotes.

Un fuerte abrazo

lunes, 19 de diciembre de 2011

Respecto a la educación en valores:

Llevo toda mi vida desde la conversión tratando de educar en virtudes a los chavales que se me han encomendado.

Muchas veces existe una dicotomía entre educar en valores o virtudes, sinceramente creo que esa distinción es artificiosa. Me explico:

Lo primero que es necesario es que los chavales lleguen a admirar las virtudes, o a la persona virtuosa. Que reconozcan el valor de la virtud, pero eso no es suficiente.

La vida no se puede construir sobre el cimiento del deseo, aunque sea desear lo bueno. Es necesario dar un paso más y que esas virtudes que admiran puedan empezar a vivirlas. Sólo así su vida será un baluarte donde los demás puedan refugiarse.

¿Cómo crecer en virtudes? Primero, a través de la contemplación de modelos virtuosos. Si los formadores de los chavales no son virtuosos (no digo santos, me conformo con gente estable en el ejercicio de la virtud, que a través de la repetición de actos hayan conseguido adoptar una segunda naturaleza que les sea propia y les facilite el ejercicio del bien) nunca vamos a formar chavales sanos. Lo primero que necesitamos son modelos a los que admirar. Una virtud sana y alegre que invite a la emulación. Una virtud atractiva, que no se vea demasiado "perfecta", que puedan ver la lucha que hay detrás. De este modo, el chaval aunque al principio le resulte difícil, verá que es posible luchar por mejorar su vida.

También será necesario que esa persona a la que admira, se muestre cercana y le acompañe en sus luchas. Que el formador comience una labor de acompañamiento del chaval y que éste pueda ver cómo la persona a la que admira busca una dirección espiritual que le ayude a seguir creciendo. De este modo, el joven formando buscará asímismo esa misma dirección.

Se trata de no detenerse, de no contentarse, de seguir creciendo a lo largo de toda la vida, para perfeccionar la propia naturaleza y poder servir más.

Esto es algo humano, todavía no hablamos de Dios, ni de Iglesia. Esto es lo que debería buscar cualquier formador de jóvenes, aunque no crea en Dios, pero es absolutamente necesario en una catequesis, pues la gracia de Dios tiene que instaurarse en una naturaleza humana. Cuanto más maduros seamos humanamente, mejor podrá actuar la gracia de Dios en nosotros. "La gracia no suple la naturaleza".

Esto último lo digo con la boca pequeña, pues Dios es omnipotente y puede hacer lo que le de la gana, pero preferimos no necesitar milagros, sino corresponder a los dones (también naturales) que Dios nos ha dado, como es la Voluntad.

Por desgracia, un gran problema que cada vez es más frecuente es el siguiente: Antes, los padres sabían cuál era su misión. Hoy, por desgracia, hay un gran número de parejas que no saben educar a sus hijos y les convierten en pequeños monstruos egoístas. Si no sabemos decir que "no" a nuestro hijo, que no piensen los papás que ese niño saldrá viviendo las virtudes humanas.

Mucas veces, encuentras una gran dificultad. La parroquia no educa a los niños. Son los padres quienes educan y posteriormente, la parroquia colabora con esa educación.

Hace poco me ocurrió una cosa. No fue en la parroquia, fue en un movimiento de inspiración ignaciana, que en principio buscan esa promoción humana en sus hijos. Pues bien, algunos papás no querían bajo ningún concepto que exigiéramos a sus hijos, querían que simplemente se lo pasaran bien en los campamentos. Lo más triste del caso, es que el papá del niño en cuestión, había sido uno de los monitores (mandos) más duro que hubo en la historia de esos campamentos. No se trata de ser duros, se trata de educar con cariño, pero con fortaleza. Sin levantar la voz, sin gritar, pero sabiendo exigir lo mejor que pueden dar.

Otro caso fue el de un chaval que cayó en mis garras durante mis estudios universitarios. Me contrataron para darle clases particulares. Me vino con siete suspensos en junio. Fue un verano duro y le hice estudiar como no lo había hecho en su vida. Al final, aprobó todo, pero sus padres me dijeron que no volviera a darle clases porque el niño (¡con diecisiete años!) se les había echado a llorar porque yo era muy duro. Volvió a suspenderlo casi todo, por desgracia.

Gracias a Dios, en la parroquia donde estoy, no me encontrado con ningún padre que no quiera educar a sus hijos en las virtudes. Pero siempre nos puede pasar. ¿Quieres que tus hijos sean atléticos? Pues tendrán que sufrir en los entrenamientos. ¿Quieres que tus hijos estudien? Pues tendrán que sufrir estudiando. ¿Quieres que tus hijos crezcan fuertes? Pues tendrás que dejar que sufran las consecuencias de sus propios actos.

En fin, qué difícil es decir que "no", ¿verdad? Y sin embargo es fundamental en la educación. No es lo más importante, pero es necesario.

¿Y qué es lo más importante? Ya hablaremos despacito del tema...

Un abrazo

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