Son palabras de Palafox, días antes de morir.
Tras una vida dura, de servicio, de disputas, de peleas por el poder (para hacer el bien eso sí), que se ha tenido que enfrentar con todo el mundo para defender no sólo sus derechos, sino los de los pobres... Ha caído en desgracia una y otra vez y no se resigna. Parece que va a ser mi santo preferido.
Al final, esas palabras son el resumen de su vida entregada. Todo lo ha hecho por servir a Dios. Cuántas veces nos enfrentamos los unos a los otros , pensando que servimos a Dios, pero a la postre, Don Juan Palafox de Mendoza descubrió la única pelea que merece la pena. Llegó a adeudar una fortuna ayudando a los pobres y alzando templos para la mayor gloria de Dios.
Fue un hombre con una gran capacidad organizativa, reestructuró la administración de Méjico, hizo cumplir las leyes que nadie quería aplicar para proteger a los indios. Un hombre de acción tremendamente difícil porque jamás aceptó componendas.
Se escondió durante meses cuando quisieron matarle, esperando que llegaran las resoluciones de Roma y España, que le dieran la razón, a pesar de que pudo hacer uso de toda la fuerza armada contra sus enemigos, pero prefirió huir a vencer por la sangre.
Sólo pudieron derrotarle mediante la calumnia cobarde a un rey débil de carácter y sin la menor conciencia de estado.
Humillado, fracasado y abandonado es enviado tras cuatro años de inactividad (que fue lo que mas debió dolerle) a una diócesis empobrecida y casi deshabitada. Pero en vez de amargarse lamiéndose las heridas, levanta la diócesis con su carácter desbordante. Anima a los sacerdotes, les forma, escribe tratados, mejora infraestructuras, se desvive por los pobres, visita todas las parroquias de su diócesis varias veces, aumenta su mortificación y su oración, espolea la virtud del clero advirtiéndoles que se dediquen a las buenas obras que no hay nada que destruya la vida sacerdotal más y peor que el ocio...
Si antes volcaba toda su actividad en un virreinato, ahora desarrolla toda su potencialidad en una diócesis pequeñita, que al cabo de poco tiempo, nadie la reconocería.
El sacerdote que todo el mundo querría ser. Como se diría ahora un hombre proactivo... Je, je, je...
Al final esto es lo que da amar y en vez de quejarse buscar soluciones. Eso sí, con muchísima valentía para enfrentarse a los superiores y los que te pueden hacer la vida imposible. En definitiva, confiar en Dios y servirle en todo. Ser santo, en una palabra.
Aunque cometiera el error de enfrentarse a la Compañía... Más, más y más. Alguna vez se lo perdonarán, digo yo.
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